harta, muy harta de mí. De nosotros…
Harta de no mirarme
y de mirarte a ti en exceso.
De sentir el hueco
oscuro y húmedo
de un corazón que se me ha ido
por el agujero del retrete
(o por el negro de los cielos.
Qué más da, si ya no lo siento).
Harta de no saber
colocarme los labios
para sonreírle al mundo,
si lo que yo quiero es
que el mundo fuera la cama
donde fundábamos el imperio
del pecado y del perdón.
Harta, muy harta.
Hoy me levanto sincera,
tirándome del olvido y
de las medias para bajarme
de este cuerpo que,
roto,
te echa tanto de menos
que no entiende nada
(eso es lo peor, no entender).
Estoy tan harta de mí
como de no olvidarte a ti.
Yolanda Sáenz de Tejada