Luis García Montero. Por Ricardo Pérez Hernández

Luis García Montero
Invitado por la Facultad de Humanidades de Albacete, con motivo de la graduación de la novena promoción de alumnos, el poeta Luis García Montero (Premio Nacional de Poesía y Premio Loewe 1994 por Habitaciones separadas, Premio Adonais 1982 por El jardín extranjero) conversó con los lectores de El Día de Albacete.

—Poesía: ¿qué es? ¿para qué sirve?
—La poesía representa una reivindicación de la conciencia humana. Al preguntarnos sobre la utilidad de la poesía soy partidario, en vez de refugiarme en el canto de la inutilidad, de hacer algo más difícil, que es ampliar el concepto de utilidad que se baraja. Esta sociedad ha identificado la utilidad con la satisfacción de utilidades muy primarias, casi animales. Pero el ser humano tiene otra dimensión y es útil todo aquello que enriquece la experiencia humana. Reivindicar la conciencia individual en una época que tiene poderosos mecanismos de homologación de conciencias, me parece muy útil.

—¿Estamos uniformados mentalmente?

—Creo que sí. Lo noto, desde hace tiempo, cada vez que pienso en lo que la gente define como originalidad. Somos todos muy parecidos a la hora de sentirnos originales. Fíjate en las personas que entrevistan por la calle en prensa o en televisión. Al decir lo primero que se le ocurre, de la manera más natural, lo que se hace es repetir aquello que está flotando en el ambiente. De este modo, lo que nos parece original no hace sino someternos al pensamiento establecido. La segunda vez, casi siempre, respondemos aquello que nos hace simpáticos, lo que nos hace quedar bien. A veces se confunde con el arte de la política, de lo políticamente correcto. Pero hay un tercer momento, el momento de las Humanidades, de la poesía, en el que uno pide tiempo para responder lo que creemos que, en conciencia, se debe decir. Me gusta definir la poesía como un género que pide tiempo. Cuanto trabaja con el lenguaje, cuando busca el adjetivo, el matiz, me parece que lo que está exigiendo es pensar las cosas tres veces.

—¿Se esconde, entonces, la verdad en la tercera reflexión?

—La verdad no es un punto de partida, es un punto de llegada. He ido aprendiendo esto con el tiempo. Muchas veces uno escribe con el corazón en la mano y, al ponerlo en el papel, se queda reducido a un desahogo personal. Pienso que es mejor escribir con la cabeza fría porque no se trata de sentir sino de hacer un texto capaz de hacer sentir a los demás. La verdad es conseguir ese texto y no basta con hacer un desahogo básico contando lo que te pasa. Hay que elaborar lo que te ocurre hasta transformarlo en un texto público, en una obra de arte, en algo que le sirva a los demás.

—¿Cómo es la metodología de escritura de Luis García Montero?

—Suelo reflexionar mucho previamente cuando tengo algo que quiero contar, busco cuál es la historia queme permite comunicar esa verdad que quiero dar en diálogo con el lector. Lo pienso mucho para encontrar el tono, la estructura, la historia que pueda encarnar lo que quiero decir. Luego suelo escribir a mano en algún cuaderno que llevo las peripecias del poema, el primer borrador, el monstruo. Cuando lo tengo suficientemente elaborado, lo paso al ordenador. Una vez ahí, lo dejo que se enfríe un poco; a veces lo releo y otras lo muestro a alguna persona de confianza para que, desde fuera, me dé su opinión. Hay muchas cosas que te parecen una genialidad que vistas con perspectivas, al cabo de unos días, te muestran sus cicatrices.

—Considero que una de sus dificultades para escribir, dada la profundidad y repercusión de su obra, es usted mismo. Esta mañana compré ‘Habitaciones separadas’. Traía una indicación que decía: 50.000 ejemplares vendidos.
—El editor, que es muy generoso, ha olvidado decir “en diez años”. Estoy contento, he tenido mucha suerte. En este sentido, lo que me interesa es cuidarme porque, del mismo modo que resulta necesario cuidarse con cierta edad, uno tiene que cuidarse como escritor por cosas de vejez. Por ejemplo: cuando llevas mucho tiempo escribiendo es muy fácil perder la conciencia crítica.

—¿La auto complacencia es un riesgo de la veteranía?

—Tanto, fíjate, por mucho como por poco éxito. Tanto quienes han alcanzado mucho éxito como quienes creen que no tienen el éxito que se merecen, acaban refugiándose en ella. Unos, diciendo “el mundo está equivocado, yo soy un genio” y hacen un acto de orgullo necesario que les lleva a perder la conciencia crítica. Otros, dado su éxito, diciendo “todo lo que hago, vale” y también la pierden, y se convierte todo en un desastre porque se rebaja la exigencia.

—¿Qué otras amenazas acechan al escritor experimentado?

—Encuentro que existen dos sobre la mesa. Por una parte, la amenaza de la repetición: esto me ha salido, ahora repito la misma receta para hacer el poema. De este modo escribe uno como… con recetario, algo que ensucia mucho la propia poesía y transforma los hallazgos en muletillas. También ensucia lo que ha hecho uno antes, porque se termina siendo epígono de uno mismo. Pero, por otra parte, es un amenaza el deseo de innovar por innovar. Así uno se convierte en un saltimbanqui y puede traicionarse escribiendo una cosa que no necesita realmente escribir por el gusto de que sea distinto de lo ya hecho. Por eso la conciencia crítica, junto a la paciencia, es muy importante en la poesía.

—En lo referente a escritores jóvenes, ¿qué valoración hace del panorama actual?

—España disfruta de una excelente salud poética en comparación con otros países donde, para publicar en una editorial con distribución es necesario ser un autor muy consagrado. La salud poética de un país debe medirse no con el éxito de sus escritores reconocidos sino con la calidad de sus escritores jóvenes.

—¿Qué autores jóvenes ha leído últimamente?

—Carlos Pardo acaba de publicar un libro que se titula Echado a perder ((XI Premio de Poesía Generación del 27; Visor 2007,ISBN 84-7522-648-5), el último libro de Elena Medel, Tara, (Barcelona, DVD, 2006, ISBN 84-96328-50-4), me gusta mucho Javier Rodríguez Marcos, Abraham Grajera, Mariano Peyrou, que acaba de publicar en la editorial Pre Textos…

—¿Los poetas jóvenes trascienden la poesía de la experiencia?

—Lo que yo le pido a un escritor es que sea honrado consigo mismo. Decíamos antes que uno se traiciona cuando innova por innovar. Cuando hay un autor que necesita escribir un tipo de poesía, su poesía, aunque no se parezca a la mía, lo respeto mucho. Entre los nombres que te he citado, dominan aquellos que tienen muy poco que ver con la poesía de la experiencia.

—¿En qué ámbito situaría su trabajo, hacia dónde apuntan?

—Tienen ahora la necesidad de hacer una poesía con menos referencias a una historia concreta. Les gusta una poesía con cierto grado de espesura y hermetismo. Huyo de los viejos cascarrabias que desprecian el trabajo de quienes vienen detrás

Ricardo Pérez Hernández
(Publicado en El Día de Albacete, 11/06/07)
Foto: Tere Preciado

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