El fantasma de la Alhambra.
Cuenta la leyenda que en las noches abiertas de plenilunio, cuando las montañas de las sierras parecen los pechos blancos de una mujer sultana, se escucha, eso cuentan, desde los vergeles de la Alhambra, el largo y melancólico aullido de un lobo. Y justo en ese momento, cuando su aullido se hace más quejumbroso y prolongado, tanto, que hace retumbar la Torre de la Vela, una de las más prominentes de la Alcazaba, bien entrada la madrugada, se produce el embrujo. Murmullan también las malas y viperinas lenguas de la provincia, que desde la parte del Albaicín que queda más aledaña a los palacios nazaríes, un viejo guarda, se acerca a las murallas bien pertrechado con una escopeta recién cargada, todas las noches estrelladas de luna llena, porque le confunde la presencia de una sombra que deambula entre los entresijos de las almenas. Muchos de los niños —que hacen las veces de títeres y payasos a la entrada del conjunto monumental y que piden limosna a los viajeros y escritores ingleses que visitan con cierta frecuencia la Alhambra-, les desvelan a cambio de cinco chelines, que la sombra que el guarda persigue cada noche, pertenece al fantasma de Aisha, la reina de noble estirpe y madre de Boabdil, que fue relegada porque su marido el rey Muley prefirió a una esclava cristiana. Y cuando los ilustres visitantes les dan seis o más monedas y los pobres pequeños cierran con mucho tiento los estropeados nudillos de sus manos para no perder el dinero, entonces, susurran a unos oídos ávidos de escuchar historias frescas que “El fantasma de Aixa viene a vengarse de la torpeza de su marido”. Y entonces, los niños saltando y brincando de alegría, corren hacia la tienda del barrio, a comprarse un bocadillo. Y los escritores e intelectuales enamorados de Granada y deleitados por su embrujo, transcriben, palabra a palabra, sus cuentos en unos cuadernillos plagados de tachones y fantasías, que también les darán para comer.
USUE MENDAZA