Las caminatas parecen eternas, no hay manera de saber cuan lejos o cuan cerca se está del destino si todo alrededor se ve igual desde hace 100 años.
No hay peor lugar para estar solo y desesperado que el desierto.
Aunque estoy muy lejos del país que me vio nacer, es bien sabido que el calor sofocante es exactamente el mismo en todos los desiertos, debería estar acostumbrado, pero ningún hombre, por fuerte y valiente que sea, puede acostumbrarse a la sensación de estar abrazado por llamas de fuego nuevo y palpitante.
Uno pensaría que al caer el sol debajo de los médanos, la noche traería algo de brisa fresca, tal vez lo hace pero yo soy incapaz de sentirlo, porque en mis pesadillas siempre es de día, el sol siempre está sobre mi cabeza, quemándome desde arriba mientras la arena me quema desde abajo partiendo de mis pies descalzos.
Hace tanto que no veo agua fuera de una cantimplora, hace tanto que no veo la lluvia, que de caer sobre mí aliviaría mis incendios permanentes, los de adentro y los de afuera, los de mis manos y mis ojos, los de mi corazón y los de mis piernas. Pero el desierto ni siquiera me concede el consuelo del espejismo de un oasis en el que pueda calmar mi sed y huir del sol que me persigue sin piedad.
Pero mis tormentos son sólo producto de mi imaginación, de la costumbre de ser un hombre, la verdad es que no me quema el sol y no necesito el agua, porque los fantasmas que vagan por los 7 desiertos no necesitan nada y no deben sentir nada.
(Cuento basado en la canción “Desert Rose” de Sting)
norelliale