AVENTURA EN EL PASADO
CAPÍTULO I – 7ª PARTE
Unas facturas encima de uno de los sillones delicadamente bordados y forrados de terciopelo azul celeste, también con fechas situadas en torno a la segunda mitad del año 1915, delataban el nombre del dueño, un tal Marco Vassallo. Al hojear de nuevo uno de aquellos periódicos, fechado el jueves día 30 de diciembre, de nombre La Gaceta Gráfica de Madrid me di cuenta de que en una de las páginas aparecía una fotografía con su nombre y una dedicatoria. Por lo visto, se trataba de un conocido periodista, colaborador de dicha publicación, que había fallecido de una rápida y terrible enfermedad. Las cosas parecían no pintar demasiado bien, pero mi curiosidad era tan grande que no podía pensar en regresar al trastero ni por un solo instante. Entonces me percaté de que en aquella habitación había una nueva puerta, y empecé a comprender que lo más probable era que, al cruzarla, me llevara tal vez al resto de lo que parecía ser, con toda seguridad, una casa por completo distinta a la mía. Sin pensármelo dos veces alcancé el pomo de aquella otra puerta, y nada más tocarlo, de inmediato noté como si una ligera sacudida invadiese todo mi cuerpo, algo extraño, electrizante, aunque en realidad tampoco le di demasiada importancia, tantos eran los continuos sucesos inexplicables que se estaban produciendo. Y, tal y como había imaginado, ante mí tenía lo que parecía ser una antigua y a la vez enorme mansión, que por su aspecto delataba no tener nada que ver con las viviendas actuales y que me estaba dejando totalmente perplejo, casi tanto como la vista que me había ofrecido, instantes antes, el otro lado de la ventana de la primera habitación surgida a través de la puerta falsa del ahora ya, sin duda alguna, asombroso armario.
Así pues, me dediqué a recorrer casi por entero la casa, exquisitamente amueblada como yo jamás había visto antes. La puerta de entrada me imponía un tremendo respeto, y no tenía intención de abrirla hasta no tener plena conciencia de dónde me hallaba y la razón por la que allí estaba. Llegué a la conclusión de que lo mejor era, al menos, regresar y comprobar si mi casa seguía estando o no en el otro lado. Pero al llegar frente al otro armario que yo había cruzado para entrar en aquella extraña mansión, una nueva sorpresa hizo que mis ojos se abrieran como platos, dejándome estupefacto por completo. Al observar la que se suponía mi imagen reflejada en el espejo situado en el centro del mueble, descubrí que la que en realidad tenía frente a mí era otra idéntica a la de la fotografía vista en el periódico, es decir: la de aquel periodista llamado… ¡Marco Vassallo!
Alcancé de nuevo el ejemplar de La Gaceta Gráfica de Madrid fechado el 30 de diciembre de 1915, visualizando justo la página donde había visto el óbito de aquel tipo y… ¡había desaparecido de forma misteriosa! Todo: la foto, la dedicatoria, su nombre…
Como quería cerciorarme de que la imagen que había visto en el armario era la de aquel individuo y no la mía propia, y que no estaba en medio de ninguna extraña alucinación, me coloqué de nuevo frente al espejo del enigmático mueble, confirmando lo que instantes antes habían captado mis ojos. Yo… ya no era yo, ahora era aquel otro, quien al parecer acababa de resucitar a través de mí sin que yo alcanzara a comprender cómo había podido suceder algo semejante. Su fino bigote, aquel pelo corto repeinado y engominado hasta lo indecible, aquella extraña cara que nada tenía que ver con mi rostro… No digo que no pudiéramos tener cierto parecido, pero aun así nadie sería capaz de reconocerme tras aquella máscara. Y entonces comprendí en qué momento se había producido aquella transformación. No había sido al cruzar la puerta falsa del armario, sino en el instante en que decidí salir de la habitación. Recordaba a la perfección la leve sacudida en todo mi cuerpo, igual que una descarga eléctrica aunque apenas perceptible, como cuando te daba corriente algún cable o un enchufe de cualquier aparato eléctrico, sin grandes consecuencias. Al instante, abrí de golpe el armario esperando hallar la puerta de regreso en su interior, pero con gran misterio ésta… ¡había desaparecido! Me sentí aturdido, sobrecogido, mientras mi mente comenzaba a desvariar, dejándome caer en la silla como mejor pude e intentando encontrar alguna explicación plausible. Y al fijarme con mayor detenimiento en el segundo armario por el que había irrumpido en la extraña habitación, y que naturalmente formaba parte de ella, comprendí parte de la verdad. El armario no era sino el mismo que se encontraba en el trastero, solo que ahora formaba parte de esta otra habitación, como si se tratase de alguna puerta a una cuarta dimensión o algo parecido. Así que en realidad no eran dos armarios, sino uno solo, y por el cual había cruzado de una habitación a otra. ¡Me hallaba, sin lugar a dudas, frente a una sorprendente puerta del tiempo!
En aquel momento llegaron hasta mi cerebro ciertas inquietantes preguntas. ¿Conocería aquel hombrecillo, el Sr. León, la existencia de dicho armario, y cómo no, de la mansión en la que me encontraba? ¿Estaría tal vez frente a una recóndita puerta del tiempo, a pesar de que mi mente se negaba por completo a pensar que algo tan increíble, extraño y desconcertante como aquello pudiese en verdad existir?
Continuará…
© Francisco Arsis (2005)
Del libro “Aventura en el pasado”