Nada humano me es ajeno. Por Ana Mª Tomás

Ojalá las lejanas palabras de Publio Terencio: “Homo sum, humni nihil a me alienum puto”, es decir, “Hombre soy, nada humano me es ajeno”, fueran ciertas y siguieran teniendo la vigencia del 165 a. C., que fue cuando las pronunció el personaje de Cremes para justificar una intromisión.

Ojalá sintiéramos que nada de lo que ocurre al ser humano, cerca o lejos de nosotros, nos fuera ajeno y nos implicáramos como si en ello nos fuera la vida misma. Lo que ocurre es que, aunque siempre haya humanosalmones que luchen contra la corriente, lo más común es dejarse llevarse por las aguas que corran en según qué momento. El hombre puede ser educado en valores en el seno de la familia, pero luego, cuando sale al mundo, resulta, en muchas ocasiones, agotador pretender seguir manteniendo los valores aprendidos. Si en una sociedad como la nuestra prevalecen anti-valores, obviamente, es una sociedad en crisis, no sólo económicamente, sino de valores. Porque, claro, no se puede pregonar la honradez, la honestidad, la justicia y actuar sistemáticamente de manera deshonrosa, deshonesta e injusta, por ejemplo. No vamos a hablar ahora de cómo una cosa fue llevando a otra… que si burbujas inmobiliarias… que si problemas financieros…,  que si destrucción de empleo y de tejido empresarial,  que si una excesiva codicia… pero, sobre todo, la corrupción brutal y a todos los niveles, porque, no nos engañemos, tan corrupto es el que roba millones, porque tiene esa posibilidad, como el que intenta escaquearse en el IVA de una factura porque no tiene oportunidad de hacer un fraude mayor o el que roba en su trabajo. Y esa  crisis económica ha producido unos efectos sociales que han llevado también a una profunda crisis de valores.

Un maestro oriental intentaba explicar a un alumno la lucha interna que se produce muchas veces en el ser humano a la hora de elegir entre lo correcto, lo justo, lo apropiado, lo bueno y aquello que no lo es. Lo hacía de manera metafórica hablándole de dos lobos peleando en el alma: uno representaba el bien y el otro el mal. “¿Cuál de los dos ganará?” preguntó el chico. “Sencillo -dijo el maestro-, aquel al que alimentemos”.

Porque, aunque el hombre lleva en su interior el germen capaz de desarrollar las más grandes hazañas, lleva también la posibilidad de realizar aquellas más ruines y abyectas. ¿La diferencia? Como muy bien decía el maestro citado: alimentar a un lobo o a otro. Lo que parece ocurrir es que el huerto sólo da comida para el peor de los lobos. ¿Cómo, si no, se puede entender la inmensa codicia de tanto indeseable…? De izquierda, de derecha, de arriba, de abajo… ¿Cómo asumir la corrupción que regurgita de tanta alcantarilla social?  ¿Cómo tragar los posicionamientos absurdos y engañosos de algunos políticos para con su pueblo? y ¿cómo el pueblo puede otorgarles poder a esos  dirigentes manipuladores, incompetentes y presuntos reyezuelos de reinos de taifas?

Nada puede sernos ajeno, ni siquiera la obscenidad de la corrupción. Porque, por mucho que nos duela reconocerlo, de una manera u otra, somos partícipes de la misma. Sólo así podría entenderse que sigamos permitiendo ese tipo de actitudes. En la película Star Trek, cuando un terrícola  intenta explicarle a  un extraterrestre la moraleja que lleva el cuento del pastor mentiroso y el lobo,  le apunta que, cuando se miente muchas veces, puede ocurrir que, cuando se diga la verdad, nadie nos crea. Y el extraterrestre  le responde: “¿Estás seguro? Lo único que hay que hacer es decir mentiras diferentes”. Creo que ese ejemplo refleja a la perfección mis palabras.

Y, sin embargo, al igual que el momento, en donde la noche es más negra, es justo el instante anterior a comenzar a amanecer, toda esta negrura que nos ha traído la crisis, a todos los niveles, también ha sido el punto de inflexión en donde han comenzado a amanecernos algunas actitudes bastante en desuso antes de comenzar a desmoronarse tantas cosas. Podríamos hablar del ahorro -es en lo primero que se piensa tras citar la palabra crisis-; o en la capacidad de haber aprendido a vivir más realmente, en lugar de hacerlo por encima de nuestras posibilidades… sin embargo, quiero creer que el humano, pese a la sociedad actual y a las aguas turbulentas, necesita  alimentar al lobo bueno, quizá porque, aun vencido, sabe que nada humano le es ajeno.

ana-maria-tomas-2013
 Ana M.ª Tomás
Blog de la autora
Jurado permanente del certamen de narrativa breve desde el año 2006

2 comentarios:

  1. Hay que tener actitud positiva y fe en el hombre, que también cada día nos sorprende con pequeñas luchas en favor de los otros. Que nada humano nos sea ajeno. ¿No debería ser ese el principal motor de nuestras vidas?
    Muchas gracias por la reflexión.

  2. Me apunto a eso de «humanosalmón» Un abrazo y gracias Ana por provocar nuestra reflexión.

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