I Jornadas de las Diásporas Africanas. Por Pilar Gorricho
Donato NDongo es un hombre menudo y de ojos tristes que llegó a Logroño en una tarde gélida y tras un azaroso viaje que le retuvo y retrasado en la estación de Zaragoza contra todo pronóstico.
Apenas una sonrisa en su rostro de siglos, al ver en el vestíbulo del edificio Quintiliano a sus hermanas Guineanas que le recibieron con calurosos cánticos y unas viandas que allanan el exilio del cuerpo y del alma, rescataron en las pupilas de este escritor ecuatoguineano, historiador, periodista, poeta y narrador (sin duda el más conocido y reconocido dentro y fuera de su país) esos 32 grados que dejo atrás hace ya demasiadas décadas.
Yo que había cruzado unos cuantos correos electrónicos con él, hubiese querido hacerme una fotografía para el recuerdo. La clásica fotografía donde una luce una sonrisa como si fuese tremendamente feliz y el escritor pone cara de poker.
De esas fotos tengo muchas, y me hubiese resultado sencillo completar mi colección de postureo con el gran escritor Donato en las Primeras Jornadas de las Díásporas Africanas a las que estaba invitado para la primera ponencia: «Una literatura hispánica silenciada»
No acerté a decirle: «Señor Donato, ¿le importa que nos hagan una foto juntos para que luego en el facebook pueda presumir de haber estado con usted?»
Y no acerté a lanzar esa sencilla pregunta al aire por varias razones, no tan sencillas.
Él no vino a Logroño a hablarnos del libro que está a punto de publicar, ni de cómo la literatura le enmendaba el alma en los otoños entre cánticos poéticos. No vino a hablarnos de las utopías occidentales como baluarte de conciencias empobrecidas por el consumismo.
Antes de comenzar su conferencia ya nos previno sobre el hecho de que en demasiadas ocasiones engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga, tal como dijo Diderot
Este hombre, menudo y sencillo, vino a explicarnos que su pueblo vive la amargura del silencio. De la opresión, del desgaste de las voces silenciadas por los mandatarios. Este hombre vino a contarnos como la literatura es el único medio donde la verdad hace libres, y pidió ayuda para poder difundir ese mensaje: «no quiero la literatura de estómagos agradecidos, de hedonistas que tras su ombligo olvidan el fin ultimo y supremo del verbo» Quiero dar a conocer realidades tangibles.
«Se sabe perfectamente qué es lo que está pasando en África, por qué los africanos tenemos que huir, abandonar nuestros países, pero nadie hace absolutamente nada, ni nuestros propios gobiernos. Desde hace 50 años somos supuestamente independientes pero los gobernantes africanos no hacen absolutamente nada; se reúnen en la Unión Africana, gastan un montón de dinero en caprichos absolutamente innecesarios e inútiles, tienen las cuentas corrientes repletas de millones de dólares en todo el mundo y los africanos seguimos muriendo de hambre y pidiendo y mendigando por todo el mundo», afirma.
«Para que ellos puedan tener esas cuentas multimillonarias en todo el mundo, en los paraísos fiscales, en los países europeos, en los Estados Unidos hace falta que se asienten sobre la represión. La represión, la inmensa crueldad de los dirigentes africanos es una cosa que aquí, en Europa, todavía se sigue silenciando. Así habla Donato a sus hermanos africanos presentes en la sala, a nosotros, hijos de la retorica como vía de escape a nuestros salvíficos egos.
Opina Ndongo que al silenciar estas cosas se perpetúa la imagen del «negrito desvalido» que siempre está pidiendo, que no puede resolver los problemas de su propia vida y por eso tiene que depender siempre de la caridad de los demás, de los gobiernos europeos. «Ya es hora de empezar a luchar contra esos tópicos».
Estimado Donato: sirva estas lineas para la memoria de esa tarde donde la literatura recobró su utilidad para mi, pues tal y como dice Wittgenstein en el prólogo de su famoso libro Tractatus Logico-Philosophicus de “todo aquello que puede ser dicho puede decirse con claridad; y de lo que no se puede hablar es mejor callarse”.
Que su voz no sea jamás silenciada y este minúsculo eco de alguien que no se fotografió con usted ,pues una cámara de fotos jamas hubiese captado la turbación de mi espíritu epicúreo.
Muchas gracias por hacerme ver que no existe mejor cámara que una mirada más allá de mi ombligo.