Canas. Por Marisol Oviaño


El sábado, las amigas volvieron a la carga: tienes que teñirte.
Vale que tengo que cortármelo: parece que llevo un gato sobre la cabeza.
Pero… teñírmelo, no.

Cuando me miro en el espejo, veo a una tía gorda y simpaticota, no a la mujer guapa y exótica que era hace años. He superado la infancia, la adolescencia, la juventud, ando ahora en plena madurez y estoy a las puertas de la vejez. Y no quiero disimularlo. Cada cana es una herida de guerra, si te acercas a mí quiero que sepas con quien te la juegas.

El hombre que me habla me dice: “cuando sean demasiadas, te teñirás, como todas”.
Puede.
O puede que no.

Desde que nací he ido desgastando mi piedra pómez sobre los muros del camino, pronto sólo será arenilla sobre mi ataúd.
No me dan miedo las canas.
Me da miedo mirarme al espejo y no saber quién soy.

Marisol Oviaño
proscritosblog.com

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