Abierta de Piernas. Por Brisne

La poeta

Nunca te líes con un poeta
siempre me han dicho esto

Pero también dicen que soy poeta
quién se va a líar conmigo

Cuando uno tiene la suerte de escuchar a un autor que le emociona, no puede evitar leer sus poemas con su voz y con sus formas. Creo que ya les he contado que soy una mujer afortunada, puede que nunca me haya tocado la lotería, pero tengo la suerte de haber conocido a Ada Menéndez, su voz dulce y pausada, la suerte de que nos haya leído, a mí y a otros, sus poemas. Por eso al releer Abierta de Piernas ha sido su voz la que me ha golpeado la memoria, la que me ha susurrado que algunas buenas personas no se molestan en despedirse. La que me ha hablado de bolsos con cajas de lexatines, de los nervios que pasamos cuando nos preguntan dónde hemos estado. La que me ha desgarrado con prisas que matan. La que me contó que una vez imagino días llenos de sus caricias, la que me invitó a un banquete mirando a las estrellas, la que me arrinconó en la pared blandiendo un cinturón, la que me ha contado que algunos recién nacidos son siempre viejos. Me ha descubierto que algunos, ya saben; cuentacuentos, barman, conductores de autobús, estudiantes, hacen versos extra. Me explicó entre susurros cómo cuando te quieren tanto, de otras maneras, es una puta mentira. Me habló de sus billetes de ida y vuelta.

Me ha hecho sentir una enana ante una diosa, me ha contado que es una peatona, me ha gritado con voz callada que no es un instrumento de cuerda, que como mujer puede ser una infanta, que las habitaciones siempre tienen entrada y salida de emergencia, que pesan los ojos que sólo ven la contraportada sin mirar balanzas llenas de tierra.

Me ha mirado a los ojos mientras me habla del teléfono que suena todos los días y nadie descuelga. Me ha enseñado los rincones de su vida y los dolores que duelen doble. Me contó de amantes y de orgasmos, de sentidos y tinta roja. Me ha conmovido hasta las lágrimas con crisantemos. He sentido tan dentro de mí esos huesos y he decido estar loca también por tus huesos. He querido que mis hijas jamás griten como grita ella en los finiquitados. Me ha hablado de cuchillos y patios.

La he entendido cuando me cuenta qué hace con la poesía, cómo la educa o la maldice porque a veces, las menos, yo también me echo de menos como entonces cuando me cabreaba por todo y me daban ganas de lanzar insultos a quien me tocaba las narices. Me he liquidado con ella en su oferta de almas. He enterrado un hámster y ganas me han dado de gritarte cobarde. He pensado en esos poetas mediocres que se creen dioses. He llegado al clímax.

He cerrado el libro y me he quedado sin palabras pensando en sus versos. He querido leerlos acompañada y sola. Leerla con el café y con el chupito. Pero la he leído asombrada haciendo míos algunos versos, mirando en otros, empapando mis ojos con sus letras. No sé otro modo de leer poesía salvo de encontrarme rota entre sus versos y hacerme viva de nuevo al cerrar el libro. No sé como leen ustedes. ¿Me lo cuentan?


Brisne
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