Si acaso toco el torso desnudo del mancebo,
convoco a mi silencio su estallido
de mareas erectas;
doblego mi inocencia a sus coartadas lúdicas,
¿Qué dirán del instinto?
Si planifico al pubis una abertura frágil
donde penetre el mundo para el que fui prohibida,
mientras un trino finge el ademán purísimo
con el que Dios clausura las ventanas,
¿Acaso entenderán?
y si su gozo impúdico
martilla mis caderas y la noche,
rompe el cristal de mis mecidos trazos;
el obsceno disparo de su boca
arritmia mi memoria,
o tripula mi sexo en una danza bélica.
¿Perdonarán tal vez?
¿Y si me ofrezco toda como un cordero blanco
a su liturgia carnal y convulsiva,
y permito me clave su ardiente simetría o el maldecido amor de sus palabras?
¿Mancillarán mi espíritu?
¿y que harán si me vengo,
si me vengo,
si me vengo
de todas mis nostalgias
matando al ruiseñor?
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