Oye papa ¿y aquella montaña tan grande, que se ve allí a lo lejos?
pregunto el niño, en curioso superlativo.
Esa montaña contesto el padre, esa montaña está hecha de cadáveres.
Cadáveres de personas que un día llegaron a su cima y otras muchas
que quedaron en el camino.
Papa ¿que había en la cima de la montaña? pregunto de nuevo el niño.
Un billete falso, contesto el padre, tan falso, como la cara oculta de la moneda que utilizaron para comprar a esas personas, que quieren subir a la cima.
Esa montaña hijo mío, por desgracia, es tan real como el egoísmo que aflora en el alma del ser humano por llegar a su cúspide.