Aun antes de nacer ya me entendías
pues flotabas dentro
y eras el vientre mismo de todas las madres,
construida por las mismas cosas.
Te imaginé en el amnio perezoso
colmada de ola y naufragio,
te degusté dormida
donde no estabas y serías, visión futura
de mis hormonas hembra,
anticipo elemental lacado en dudas.
Y ya no hubo pared que te tuviese
entera, ni músculo capaz de sujetar
las ganas peregrinas
instaladas en mis huesos como hierba
zurcida de dolores.
Así empezó la busca entre palma
y cataratas de otros dedos
tan iguales a los tuyos impacientes,
presentidos desde antes de apuntar
con ellos nuestro enigma
de sonrisas, de cabellos cables,
de idénticas caderas.