Cuando no esperas de la tarde
que apenas te alivie con su tenue luz
este vaivén de tiempos hilvanados;
cuando el viento, que se va empezando
despacio, como si aprendiera,
no tienta a despeinarte
las blancas madejas que te culminan;
cuando te resuelves en ti mismo,
en un paréntesis de lunas
que suspiran por tus besos;
entonces se desnudan,
como un amante frente al papel,
los vacíos tan repletos que habitan mis entornos;
se diluyen,
arena abajo,
las sendas de la bronca melancolía;
desaparecen las urgencias intermitentes
que asaltan al corazón
de comprobarse aún con vida.
Como la incuestionable roca con tu sal,
queda mi asombro por tu hacer de siglos
reinventado;
cual pájaro que desde su acrobacia te escudriña,
resumo en mi mirada lo azul de tus enigmas.
Salvemos para nosotros este instante,
mar de nunca y siempre,
salpícame la memoria,
concede que naveguen en calma
por ti mis anhelos,
desde donde el capricho te sugirió
inventar un horizonte,
hasta la orilla donde la arena
celebra la puntualidad de tus caricias.