Si el presente se desarma de futuro
y el mañana no explota en mano alguna.
Si vivir se vuelve contra uno mismo
hasta acabar devorado por la boca de tempestad y tiempo.
Si morimos como viejos
y nos sobrevive un sarcófago podrido.
La belleza andará perdida y desangelada
girando sobre sí misma
cimentándose en vano
como otro mundo que ya acaba.
Entonces, atacado el centro puro
de cuanto nos hizo inmortales
no quedará ni llanto ni temblor
ni suspiro de poeta alguno.
Habrá muerto la palabra.
Las cosas serán inútiles
inexistentes
a la espera de alguien
que las vislumbre
las señale y afirme
y todo renazca
como a veces ocurre.