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36- Seré palabra. Por Ada Lovelace

          Alicia seguía pensando en la pregunta que un rato antes le había formulado su madre: «¿Qué quieres ser de mayor?». Paseaba por el jardín abstraída en el tema acariciando las flores y haciéndose preguntas en alto, suponiendo cómo sería ser veterinaria o maestra.

            ―Podría ser veterinaria; cuidé muy bien de los gatitos de Mificú cuando nacieron y le echo de comer todos los días a los peces del estanque, pero no me gustan los perros, me ladran siempre al verme pasar. Bolita, ¡qué nombre tan absurdo! El san bernardo gordo de la señora Aurelia ya me ha robado varias veces el bocadillo… No, creo que lo de veterinaria no va conmigo, además tendría que cuidar de las vacas de papá y huelen mal.

            Cambiaba de opinión al mismo ritmo que caía la tarde.

            ―Podría ser maestra y enseñaré a otros niños como yo a jugar al pillar, a saltar a la comba y a rezar a las cuatro esquinitas de su cama cada noche, pero no me gustan las mates, se me dan fatal las restas y mi maestra dice que es muy importante saber esas cosas… Además, las maestras son feas y yo soy bonita ―decía mientras observaba su reflejo en el agua del estanque―. No, creo que tampoco seré maestra.

            A Alicia se le agotaban las ideas.

            ―¿Y policía? Llevan un uniforme muy bonito y ayudan a las personas; el otro día un agente auxilió a mamá cuando un muchacho muy tonto le intentó quitar el bolso en el mercado, pero no me gustan sus caras ni sus gestos, están siempre tan serios… ¡Jopé!

            La niña enfadada golpeó el suelo con el pie. No le agradaba verse atrapada en ese dilema. Debía decidir algo ya, además siempre tenía una respuesta para cualquier pregunta que le hacían. «Mamá siempre dice que soy muy ocurrente», pensó, pero, ¿por qué no se le ocurría nada? Se dejó caer enfurruñada sobre el césped recién cortado.

            Después de un rato sentada a la sombra de un gran árbol en el que se entretuvo deshojando margaritas y jugando con un palito a desorientar una hilera de hormigas, la niña se levantó sonriendo y echó a correr hacia el porche donde su madre tejía. Atravesó el amplio parterre sin percatarse de que el riego ya estaba encendido y llegó a la entrada de la casa con sus pequeños zapatos manchados de barro.

            ―Mamá, ya sé lo que quiero ser de mayor ―dijo la niña llena de emoción mientras se apoyaba en las rodillas de la mujer.

            Clara, que hasta ese momento trabajaba concentrada en su labor, levantó la vista y la miró de arriba abajo haciendo su particular repaso, como cada día, después de los juegos de su pequeña.

            ―Pero niña, ¿dónde has estado? ¿Has visto cómo traes el vestido? ¿¡Y los zapatos!?

            Alicia se descalzó inmediatamente y dejó sus pequeñas bailarinas en primer peldaño de la escalera al tiempo que se sacudía la falda del vestido.

            ―Mamá, no te enfades conmigo. ¿Sabes? He estado toda la tarde pensando en lo que me has dicho.

            La madre le pidió que se acercara y le dijo con una amplia sonrisa:

            ―¡Sorpréndeme!

            ―Quiero ser palabra ―dijo firmemente.

            La mujer reaccionó sorprendida. Alicia era la pequeña de sus cinco hijos y ninguno de ellos, cuando les había planteado la pregunta, contestó algo similar. Todos los varones tenían claro que se dedicarían al negocio familiar y la otra hija optó por el magisterio. Pero la respuesta de Alicia la dejó un poco descolocada.

            ―¿Palabra? Eso no es una profesión ―respondió Clara con cariño para evitar causar una decepción a la niña.

            ―Sí, definiré cada acto, cada acción que las personas lleven a cabo y mi voz se oirá en todo el mundo. Llevaré la palabra «Paz» a lo más alto y «Respeto» a su pleno significado.

            La pequeña estaba encantada, gesticulaba exageradamente mientras relataba a su madre los argumentos que el día de mañana la convertirían en una gran «Palabra». Su madre apartó la colcha de ganchillo en la que trabajaba y dejó las lanas en un cesto de mimbre a su lado. Alicia se acercó a ella buscando una muestra de aceptación, sin dejar de sonreír, ilusionada. Clara la recibió en sus brazos con todo el amor del mundo y la subió con cuidado sobre sus rodillas.

            ―Pero, cariño… ―acarició la barbilla de su hija y dirigió su mirada hacia ella―, no se puede ser palabra.

            La niña se separó por un momento, disgustada y a modo de reto le dijo a su madre:

            ―Vamos, ponme a prueba.

            Clara dudó un momento; empezó a pensar en algún ejemplo que descuadrara a la futura profesional del léxico.

            ―Bien, veamos ¿Cómo sería «beso»?

            Alicia le sonrió, se acercó a ella y le dio un beso en cada mejilla. Quedaron un momento la una frente a la otra, mirándose fijamente y sin dejar de sonreír. La madre sabía de las frases sentenciosas de su hija, pero aquella reacción, la muestra de cariño, le hizo sentir mucho más unida a ella, adoraba a su pequeña.

            ―Vamos mamá, busca otro ejemplo, ya sabes que tengo respuesta para todo ―inquirió la niña creyéndose ya en la seguridad de su elección para el futuro.

            ―Veo que controlas el tema, ―dijo su madre mientras le dedicaba una mirada pícara―, probemos con otra… ¿Qué tal «abrazo»?

            La niña, como ofendida, volvió a ponerse en pie, firme y seria e increpó a la mujer.

            ―¡Jopé, mamá, las pones muy fáciles, búscame algo más difícil!

            ―Bueno, mientras se me ocurre algo, ven y dame ese abrazo.

            Alicia, haciéndose un poco la víctima, se acercó a su madre con paso lento, apretando la boca. Ambas se fundieron en un momento de esos a los que acompaña un somero contoneo al ritmo de sus latidos. Verlas allí, cuando ya solo quedaban en el cielo las últimas gamas de azul, era una hermosa imagen que a Clara le hubiera gustado capturar en una fotografía. Abrazaba a su hija con ternura y la niña suspiraba en su hombro mientras suavizaba el gesto de su cara.

            Por fin, se apartaron la una de la otra. Alicia quedó frente a su madre y esta le dijo:

            ―Dime, futura «palabra», ¿cómo definirías este cariño que acabamos de darnos en silencio?

            La niña titubeó. El reto era importante, eran demasiados sentimientos para englobarlos en un solo término. Se volvió despacio y caminó durante un rato por el porche.

            Micifú apareció por la baranda del fondo, seguida de dos de sus pequeños. Alicia que aún no encontraba la respuesta a la pregunta, se entretuvo jugando con la gata. Cogió en brazos a uno de las cachorros y empezó a mecerlo como si se tratara de un bebé.

            ―Y a ti, ¿cómo te llamaremos? Eres negro como el tizón, oscuro como las sombras. Te llamarás Carboncillo, seguro que le gusta a mamá.

            ―Cariño, deja ya al animal en el suelo y entra a lavarte las manos que tenemos que preparar la mesa. Tu padre y tus hermanos están al llegar.

            ―¡Espera mami, por favor, esto es importante! ―dijo mientras dejaba de nuevo en el suelo al minino recién bautizado. Espera, tengo que encontrar la respuesta antes de que llegue papá, él también debe saberlo.

            Clara aprovechó para terminar de recoger los ganchillos y las lanas. Justo antes de terminar de plegar la colcha de vivos colores, Alicia se acercó a ella apesadumbrada. Su madre, previendo el desastre, volvió a sentarse en la vieja banca de madera del porche a esperarla. Sabía de sobra que ante tales situaciones, y no solían ser habituales, la pequeña caía en una profunda tristeza. La decepción no era una alternativa viable, siempre tenía una respuesta para todo, aunque no le preguntaran a ella.

            ―Lo siento, mamá, no puedo ―dijo la niña un tanto compungida―. No hay única palabra que defina todo lo que te quiero.

            Con una sonrisa casi forzada y los ojos empañados, se acercó a su madre y volvió a sentarse sobre sus rodillas. Estuvieron allí un rato, a pesar de ser la hora de la cena. De pronto, el gesto de Alicia se tornó sereno, se ve que al fin había encontrado la respuesta a la pregunta que su madre le formuló a primera hora de la tarde. En un último intento y con la confianza de haber encontrado la palabra adecuada, afirmó sentenciosa:

            ―Mamá, ya sé qué quiero ser de mayor ―volvió a sonreír e hizo una pausa para crear expectación.

            ―Cielo, no es fácil tu elección, igual deberías replanteártelo.

            ―No mamá, esta vez lo tengo claro, seré «silencio».

            Clara se quedó aún más extrañada que con las ocurrencias anteriores, pero confió en su hija y la dejó continuar.

            ―Sí, seré «silencio», así podré decir mucho más sin tener que emitir un solo sonido.

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17 Comentarios a “36- Seré palabra. Por Ada Lovelace”

  1. Asesino de Morfeo dice:

    Antes de que sea tarde, únete a la fiesta de la vieja bodega. Un beso

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  2. Edgar Alan Bécquer dice:

    Me ha gustado mucho tu relato. De principio a fín. Enhorabuena.

    Un cordial saludo y mucha suerte

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  3. Jorge dice:

    Sin duda el mejor relato que he leido de todos los publicados. Tierno como ninguno.

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  4. Sussan dice:

    La ingenuidad de los chiquillos es entrañable. Ser «silencio» pensandolo bien, no es una mala propuesta.

    Suerte Ada

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  5. Lotte Goodwin dice:

    Infantil, pero hermoso (aunque normalmente todo lo infantil lo es, o debería serlo). El título correcto debería ser «Seré silencio», pero entonces desvelaría el final. Seguramente está bien como está.
    Suerte.

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  6. Dies Irae dice:

    Inés, a mí discúlpeme, no me dejaré llevar. Sólo diré en mi descargo que crecí leyendo las aventuras de Guillermo Brown. (Gracias, Sacha)

    Y sabiendo escribir, como sabe, escriba, escriba otras cosas.

    Un saludo y suerte.

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  7. Inés dice:

    Sacha:
    Hombre, decir que los niños no se comportan como tales, en concreto la protagonista, creo que es una afirmación demasiado rotunda: juego con las flores, a desorientar a las hormigas y con los gatitos, ¿acaso no hacías eso de pequeña?
    Quizá los apuntes de Lovecraft sean correctos, tal y como le comenté, quería recalcar la actitud respondona de la pequeña.
    Y el planteamiento y la conclusión, responden a un cuento más entrañable que infantil, en ningún momento pretende ser un cuento para niños, sino para adultos.
    Gracias por tu comentario y disculpada quedas 🙂
    Un saludo.

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  8. Ada Lovelace dice:

    Para el Asesino de Morfeo:

    Gracias por tu comentario. Los profesores son sabios, siempre tienen la palabra adecuada, al menos aquellos de los que guardamos buen recuerdo 🙂

    Claro que huele a madre maravillosa, me inspiré en la mía para crear el personaje de Clara.

    Un saludo.

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  9. Ada Lovelace dice:

    A Lovecraft:

    Gracias por tu comentario, me alegro que te guste el relato.

    Sobre del párrafo del que hablas, decirte que sí, quizá me pasé, pero quería mantener la imagen de una niña redicha, esa que siempre tiene una respuesta aunque la pregunta no sea para ella… No sé si me pasé o no he llegado.

    Mientras el conjunto te convenza, con eso me vale 🙂

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  10. Ada Lovelace dice:

    Gracias por tu comentario 🙂

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  11. sacha dice:

    ¿Por qué consideramos siempre un bonito cuento infantil aquel en que los niños no se comportan como tales? No sólo los párrafos que apunta Lovecraft son artificiales y falsos, lo es también el planteamiento y lo es la conclusión.
    Discúlpenme, me dejé llevar. Sólo diré en mi descargo que crecí leyendo las aventuras de Guillermo Brown.

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  12. El asesino de Morfeo dice:

    Siempre recuerdo lo que una «profe» me dijo sobre que las palabras tienen nombre y apellido: paz y respeto serían el nombre, acaso si pusieras un apellido que las definieran les daría el matiz infantil que echa de menos Lovecraf. No importa, tu relato es enternecedor y se huele a una madre lo suficientemente maravillosa para que esa niña pueda soñar con ser silencio elocuente. Un abrazo y suerte

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  13. Lovecraft dice:

    Para Lovelace, de Lovecraft:

    Un encantador cuento infantil, a ratos exageradamente sentimental, con un final casi metafísico.

    Me chirrió un poco el párrafo donde Alicia comenta «―Sí, definiré cada acto, cada acción que las personas lleven a cabo y mi voz se oirá en todo el mundo. Llevaré la palabra «Paz» a lo más alto y «Respeto» a su pleno significado.». Parece pronunciado por un adulto y se contradice con el tono decididamente infantil de la protagonista en el resto del relato.

    Suertes mil

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  14. Hóskar-wild is back dice:

    Menos mal que la niña rectificó a tiempo y la madre se lo puso fácil. No quiero ni pensar qué habría hecho si le dice ‘Ornitorrinco’ o ‘Supercalifragilísticoexpialidoso’. Es mejor ser silencio. Muchos deberían (deberíamos) aprender. Suerte.

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  15. Inés dice:

    Muy cierto, este relato deja muy buen sabor de boca 🙂

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  16. Vero dice:

    ME ENCANTA!!!!!! PRECIOSO!!!

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  17. Jorge dice:

    Que cuento más bonito, tierno, alegre, lleno de vida y amor.
    Me voy a casa con una sonrisa en la boca. En definitiva me ha gustado mucho y sobre todo el final.

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