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30-El quinto. Por Aliver

Fue puntual cuando se encontró con el hombre de enlace. Era una bella morocha de ojos negros, que trabajaba como agente de una célula perteneciente a los servicios secretos de un gobierno de facto, que cubría su perversidad representado una imagen de perfecta inocencia.

El enlace le dio una fotografía y los datos completos de un hombre con rostro juvenil, con grandes ojos verdes y abundante pelo negro. Iba a instalarse en un lujoso hotel de una importante ciudad emplazada al pie de la montaña. Ella asintió con una sonrisa, mientras recibía dinero, un documento falso y el pasaje de ida y vuelta en avión.

El hombre le insinuó que en el circuito turístico que ese hotel organizaba en las montañas, podría ser el lugar adecuado para el objetivo buscado y agregó que no le costaría mucho llevarlo hasta ahí. Realmente, los servicios secretos le tenían muchísima confianza.

En un par de días tomó el avión y para matizar el viaje se sumergió en la vieja novela el cuarenta y uno de Boris Lavrenyev, que relata los primeros años de la revolución bolchevique rusa en la que una mujer, con cuarenta soldados enemigos muertos en su haber, hace prisionero a un soldado blanco al que debe matar. Había comprado la novela porque le había llamado poderosamente la atención el número cuatro y luego el uno, ya ella había matado a cuatro y el uno siguiente sería el hombre de la misión encomendada que tendría que encontrar y matar. Y en ese juego de números, le quedó grabado que para ella, la misión encomendada sería el quinto.

Lo distinguió rápidamente en el bar del hotel. Estaba muy bien vestido mirando ansioso hacia un lado y otro como buscando algo y finalmente se arrimó al mostrador para pedir un vaso de leche caliente. Sus grandes ojos verdes contrastaban con su pelo oscuro y le resultó mucho más inquietante que en la fotografía. Realmente había quedado deslumbrada con su presencia, y su corazón empezó a latir con fuerza cuando se acercó y le dijo que la leche caliente no era la mejor forma para quitarse tantos nervios. El la miró sorprendido y le sonrió.

­ -¿Quien le dijo que estoy nervioso? , le preguntó.

­ No hace falta más que observarlo, le contestó ella.

Había logrado iniciar el diálogo. El quinto le explicó que era escritor y le dio un nombre falso, distinto del que le habían informado y ella pensó que debía ser precavida, dado que por algún motivo ocultaba su verdadera identidad. Durante la tarde se entretuvieron conversando sobre cosas superficiales, hasta que con un impulso repentino él le dijo.

­ Si le prometo cambiar la leche por un vino digno de nosotros -¿Esta noche cenamos juntos? –  Quiero realmente calmar los nervios, le dijo sonriendo.

– ¿A las diez, aquí mismo?, le propuso él, mientras ella asentía embelezada.

Lo vio marcharse a ese hombre llamativo y delicado que le gustaba mucho y más de la cuenta, pero su trabajo le prohibía ese tipo de gustos. ¿Acaso dormir la ayudaría para expulsar ese mal sentimiento? Pidió que la llamaran a las nueve y media.

Es muy apuesto pensó cuando lo volvió a ver en el bar y él le dijo que no iba a beber, le recordó la promesa y agregó que sólo bebería vino durante la comida. En el restaurante pidieron una exquisita y suculenta cena y él le dijo que elija el mejor vino y ella no vaciló en elegir un añejado especial, que lo gozaron hasta la última gota. De a poco sus palabras y su mirada le hacían sentir una inmensa felicidad y algo nuevo en su interior estaba sucediendo con el quinto. Algo que nunca antes le había pasado.

El le contó que estaba allí con el propósito de recoger material para un futuro trabajo de una novela y ella a su vez le inventó que era secretaria y estaba tomándose unas cortas vacaciones para descansar en las montañas. A la hora del café y el champán se confesaron que se gustaban y realmente se estaban diciendo la verdad. Fue él quien le propuso que sea en su habitación.

Se pararon en la oscuridad junto a la cama y sólo los iluminaba la luz de la luna que aparecía entre las montañas y se filtraba por la ventana, mientras como fondo se oía tenuemente la bella melodía de la música funcional. Pero ni la luna, ni la música funcional, les importaban en esos momentos.

Lo besó lentamente y una suave presión con el calor de su piel le hizo comprender que él no había errado el camino. Desnudos sobre la cama cada vez le gustaba más y él se encargaba de fomentarlo hasta el fin. Lo abrazó con cariño, deseando permanecer por siempre en un mundo mágico lleno de momentos felices.

-¿Estoy soñando? Se preguntaba luego de terminar de acontecer todo aquel éxtasis. Si así fuera, deseaba no despertarse jamás. Y la duda se transformó en certeza y las preguntas hallaban sus respuestas y lo que sentía aumentaba cada vez más. Realmente el quinto le gustaba y el amor como una cálida brisa, empezó a inundar su frío corazón.

Pero luego, ya mucho más apaciguada, se dio cuenta que algo no estaba funcionando bien y comprendió lo mismo que Marioutka en la novela, que no le quedaba otra opción que matarlo. Era una pena quitar al mundo a un hombre así, pero tenía que cumplir la misión encomendada, dado que su propia vida dependía de ello. Antes de volver a su cuarto le propuso una excursión para la mañana siguiente.

Previo a salir en un pequeño bolso cargó una pequeña pistola con silenciador. Habían decidido encontrarse en el bar a las diez de la mañana y tomaron un café liviano esperando el contingente que los llevaría.

Ascendieron rápidamente con una Combi rodeados de hermosos paisajes, transitando por caminos escarpados y de cornisa, rodeados de valles y cerros, hasta que llegaron a un amplio recodo al pie de la cima de una montaña con numerosas grutas, donde se emplazaba un mirador espectacular con la hermosa vista de todo el valle.

La guía les dio treinta minutos libres para que recorrieran lugar y ella incitante lo llevó a una caverna apartada que prácticamente se introducía en la montaña y luego abrió su bolso diciendo que buscaba la máquina de fotos.

­ Acá no el lugar adecuado para sacar fotos, bromeó él.

­ No quiero sacar fotos, le dijo con la pistola ya en su mano.

­ No entiendo nada, contestó él, había sorpresa y espanto en su cara.

­ No es necesario que entiendas nada, le dijo ella.

En estos casos, ella sabía que debía actuar rápido y no cometer errores y apretó el gatillo. Se oyó un pequeño chasquido amortiguado y el tiro entró entre las cejas del rostro de él.

Un solo tiro bastó. La bala perforó la piel y el cerebro y un hilo de sangre comenzó a bajar de su frente, mientras observaba con enorme pena como el cuerpo del quinto caía hacia atrás y se derrumbaba para siempre en el interior de una profunda grieta, escondida entre las rocas.

De pronto se encontró completamente sola, invadida por una angustia infinita y sintió unas inmensas ganas de llorar y las lágrimas empezaron a brotar inundando sus hermosos ojos negros. No podía ser real -¿Estoy llorando por un hombre?… ¿por amor?, se preguntaba con su mente angustiada.

Miró a su alrededor, estaba realmente sola y comprobó que no había señales o indicios que la delaten y caminó rápidamente hacia donde estaba el contingente. Habían pasado unos quince minutos y dijo que él había decidido seguir por su cuenta, para ascender a pie por un sendero hacia la confitería de la cima de la montaña. Como algunos habían optado por esa otra alternativa, nadie echó de menos su ausencia.

De regreso por la tarde, entró en el hotel desesperada pensando en tomar una ducha caliente y beber algo fuerte para tratar de olvidar todo aquello. Iba a pedir la llave de su cuarto, cuando quedó paralizada por la sorpresa al escuchar una voz que mencionaba el nombre del hombre que le habían dado.

– Hay una reserva a mi nombre. Tenía que haber llegado ayer, le dijo al conserje del hotel. Giró la cabeza y lo vio con sus grandes ojos verdes y abundante pelo negro -¡Ese era realmente el quinto, el hombre que le habían encomendado matar!

Más tarde, cuando bajó nuevamente al bar, observó que estaba sumamente nervioso tomando un café. Pensó en los avatares del destino y en aquel ser inocente que yacía ahora muerto en una grieta de esas montañas y sintió una desazón terrible que recorría todo su cuerpo. Pero en esta actividad no se podían dejar las cosas a medio hacer y ese hombre que estaba viendo debería ser el sexto. Se le se acercó y le dijo que el café no era la mejor forma para sacarse tantos nervios.

El sexto la miró sorprendido y sonrió…

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7 Comentarios a “30-El quinto. Por Aliver”

  1. Sussan dice:

    Hola Aliver,la historia es muy buena y se nota que esto te gusta. Ánimo y sigue escribiendo.
    Saludos

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  2. Lotte Goodwin dice:

    Buena historia en la que las reglas inamovibles del juego se imponen como protagonista. Pregúntale a Cortázar.
    Suerte.

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  3. Dies Irae dice:

    Hola, Aliver.

    Ya te lo han dicho antes: la historia es tan buena que se te perdona el desastre ortográfico y gramatical. Venga: estudia, trabaja, repasa y, si hace falta, búscate a alguien que te ayude a corregir y a aprender.

    Suerte y un saludo.

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  4. sacha dice:

    Buen relato. Suerte

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  5. Lovecraft dice:

    Más importante que las cuestiones formales, gramaticales, ortográficas, etc., es la magia de contar historias, ese estímulo que nos permite superar todos nuestros complejos para someter al juicio público nuestras creaciones. Estás en el bueno camino, por tanto. Con un poco de práctica y de estudio mejorarás, te lo aseguro.

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  6. Hóskar-wild is back dice:

    Parece que la chiquilla le cogió el gusto al gatillo y al vino añejo. Supongo que se consolaría pensando que no hay quinto malo. Suerte.

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  7. Duveral dice:

    Interesante relato, directo y, aunque su final podía ser predecible por su naturaleza, para mi ha sido una sorpresa, me ha gustado. La única objeción para mi seria que quizás la narración del sentimiento de la chica menciona «amor» demasiado pronto. Suerte !

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