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154-El temblor y la esperanza. Por Ele eme

Hay algo nuevo bajo el sol… Mi momento actual.

No pretendo con esta afirmación exigir un aplauso para mi singularidad. Todo lo contrario. Casi debería mendigar una limosna de lágrimas, unos ojos de asombro, un redoble de dolor en el corazón. La coyuntura en la que me encuentro es única en el devenir de los humanos, irrepetible en la historia y, por ello, suplico un crédito de comprensión.

Mi nombre es Carlos José…

Mejor dicho, mi nombre… será Carlos José.

 No soy hijo de un deseo irreprimible  ni el fallo de un gráfico agenésico. Me considero semilla y fruto de una  responsable unión entre mis padres. Los dos, en íntima colaboración, me abrieron las puertas  de la vida una noche de primavera, la quinta noche después de que Dios lacrara el amor de sus corazones. Fue  un hermoso duelo donde el amor doblegó a la pasión, el espíritu de eternidad a la hoguera de la sangre. Se deseaban y me deseaban. Fui creado en un acto que reunió el cielo y la tierra, el mar y la montana, el tiempo y la eternidad.

 Soy el primer hijo…, voy a ser el primer hijo del matrimonio en que cristalizó el sueno de sus juventudes. Esperan mi llegada inflando cada día el globo de la esperanza, pronostican a todas horas sobre mi futuro, se convierten a cada momento en adivinos de las mayores bienaventuranzas para mí, confeccionan mi personalidad como si fueran orfebres de la ilusión.

Me llaman cada mañana, me esperan cada tarde, me suenan cada noche. Soy para ellos como la brisa que hace temblar de ternura las espigas de su amor.

 He seguido muy de cerca este adviento de mis progenitores.

Recuerdo, y al evocarlo tengo que sofocar un desboque de lágrimas, cómo papá, desde que comencé a  inflar mi escafandra uterina, ha besado diariamente la piel del pequeño apartamento que me cobija. A mamá se le tintaban de carmín las mejillas y la sonrisa con el sol de la felicidad. Eran momentos en los que me impacientaba por arribar a la playa de su amor y les agradecía cada minuto  su llamada a este mundo.

¡Qué días tan hermosos…! ¡Qué noches tan maravillosas…!

Hasta que…Hasta que…

Ocurrió unos días después, no muchos, de que a mamá le hiciera una prueba con un nombre muy raro… Anocentesis, inocentesis… O algo así.

En mi singladura hacia el nacimiento todo había sido normal hasta que un día, un tumefacto día de julio, descubrí algo que desestructuró por completo mi ser. Intenté explicar cuanto veía como una deformación calidoscópica de la bolsa en la que flotaba, como una broma de mis aún frágiles ojos.

Pero no…

La realidad, la cruel realidad, era incuestionable.

A partir de aquel instante me sentí sacudido por violentas galernas de invierno, por corrientes que me sumergieron en una noche apelotonada de sombras, de ruidos extraños,  de hojas amarillas.

Los brazos de mi pequeño cuerpo estaban desproporcionados entre sí, no coincidían ni en longitud ni en grosor, noté desenfoques en las imágenes que captaban mis ojos, telarañas que entenebrecían la nitidez de mis pensamientos, balbuceos y atranques en mi mecanismo de fonación….

Mi corazón sufrió un ataque de epilepsia y la palabra, cruel, horrible, no  pudo ser atajada en su origen. Creció y creció, y como un pulpo de dolor extendió sus ventosos tentáculos por todo mi espíritu, y el fatídico timbre de la desesperación resonó con infinita crueldad en todo mi ser.

¡Sub…!

¡Subnor…!

¡Subnormal!

Iba a nacer subnormal. Voy a nacer subnormal, seré subnormal durante toda mi vida, convertiré en subnormal a toda mi familia… Sí, ahora nos llaman piadosamente “disminuidos físicos”, pero la realidad social es la que es.

Un día me vino a la cabeza una descabellada idea. La expulsé de inmediato. Pero volvió y volvió hasta convertirse en una tentación permanente.

Una tentación que  rechazaba una y otra vez y mil veces con todas mis fuerzas.

 Me acerco al fin de mi viaje prenatal. Las olas que me empujan hacia la costa, ya visible, arrancan de mamá los gozosos gemidos de la maternidad e izan sobre su piel las primeras ampollas de sudor. En torno al paritorio se mueve todo el equipo necesario para un alumbramiento feliz. Papá, azuzado por el nerviosismo, estará recorriendo una y otra vez el pasillo de la clínica; los abuelos inquietos y rezando en la habitación de mamá. Toda la familia, de manera  especial las hermanas de mamá y sus amigas, estarán con los ojos imantados por el teléfono, esperando que suene con la deseada frase “el niño y la madre están bien…”.

No, el “niño” no está bien.

¿O sí…?

En esta recta final de mi trayecto intrauterino, la tentación reverdece con fuerza casi incontenible.

Sería tan fácil…

Tan rápido…

Sé que mamá, al enterarse, lloraría inconsolable; la ilusión de papá se pulverizaría como una lámpara fracturada por un martillazo y los ángeles se estremecerían de espanto. Pero luego, tras la erosión del tiempo, todo quedaría reducidas a un accidente, a una interrupción del embarazo sin secuelas para futuras sus gestaciones.

Seria todo tan rápido…. Tan sencillo…

El cordón que me une a mamá es tan frágil…, tan delicado…, que bastaría un pequeño esfuerzo…Un pequeño esfuerzo….

No es cobardía, créanme, por favor créanme, no es cobardía. Me aterra pensar que no me acepten, que se avergüencen de mí, que me convierta en un juguete roto que se teme enseñar. Me niego a ser un museo de recuerdos que se sobrelleva con la morfina de la resignación.

Si lo hiciera, estoy seguro que Dios me perdonaría, no tengo la menor duda de que comprendería la intención de mi acto. Tal vez fuera el único que no cerraría los ojos ante mi huida de un mundo que me miraría siempre con los ojos encharcados por  una humillante tristeza.

Sería tan fácil…

Un ligero tirón…

Un minuto de  asfixia…y, luego, la nada…

O tal vez el todo…

Mi pequeña chalupa, deforme, sin remos, sin timón, navega ya hacia el proceloso mar de la existencia. El viento de la vida me infla las velas y diviso el muelle de mi   alumbramiento. En este momento supremo tengo que decidir. La tentación de escapar al dolor de mis padres y el miedo a un complejo ante los demás tiraniza por completo mi mente.

 Aún estoy a tiempo… Bastaría un pequeño tirón… Un pequeño esfuerzo… Muy pequeño…

 Dios mío, yo sé que tu no regalas un hijo disminuido si no crees capacitados a sus padres para entenderlo. Yo  sé que mi cerebro fofo, mis brazos disminuidos y mis  ojos sin brillo no son una desgracia si se observan con las gafas de la humanidad. Temo que ellos, con su miopía social,  miren a ras de tierra, que sean incapaces de aprovechar el equipaje de amor con el que yo llego. Yo si sé, porque Tu me lo has dicho, que no soy un castigo ni un regalo cruel.

Soy un signo de otro mundo donde los ojos no necesitan ver.

Ha llegado el momento…

El globo uterino se abre y me despide con pañuelos de sangre, le duele desprenderse de mí. Me siento empujado, arrastrado a través del túnel que desemboca en la luz.  El corazón de mamá queda a mis espaldas, jadeando rítmicamente para no  retrasar mi llegada. Sus gemidos se hacen más claros, siento las convulsiones  de su cuerpo y me estiro lo más posible para evitarle algún grado de dolor.

 Faltan escasos segundos para mi primer llanto… Dios quiera que no se convierta en un llanto sin fin para mis padres.

Mamá…

Todo es deficiente en mí: la  inteligencia, la capacidad de visión, mi lengua estropajosa, la alegría de mis ojos bobalicones…

Papá…

Todo es digno de lástima social en tu primer hijo. No tendré grandes cualidades ni un brillante porvenir. Nunca podrás enorgullecerte nunca de mí ante tus amigos…

Mamá…Papá… Todo es pequeño en mi…Todo…

Excepto el corazón.

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14 Comentarios a “154-El temblor y la esperanza. Por Ele eme”

  1. leforeverdelamari dice:

    Bueno, bueno LM parece que tu relato le ha escocido al público.Qué bonito quedan aquí los comentarios en defensa de ciertas causas y que distinto resulta en la realidad.Vaya! que me lo digan a mí!!.Sí, un deficiente psiquico puede ser mas normal que yo,pero esos pueden estudiar, trabajar y ser independientes, pero esa no es la total realidad, también los hay que babean, que no saben dar un paso si no es sentado en una silla de ruedas, que no contienen sus esfínteres.Que gritan, que se agarran a tus pelos…Qué bonito es sentir lástima y que triste es verlos sin las ayudas necesarias.Por qué no le pedimos a este puto estado tirándonos a la calle que no retiren las ayudas a esas familias y nos dejamos de polladas en vinagre por un relato que es pura ficción.Oye y por qué no dejamos unos eurillos a alguna de esas asociaciones desde aquí? Venga yo empiezo por 20 euros, alguien da más?

    He dicho

    lamari

    Venga compañero vámonos pa la final que ya queda poco

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  2. sacha dice:

    Suerte.

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  3. Lovecraft dice:

    keberuntungan

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  4. Hóskar-Wild is back dice:

    Mucho me temo que tengo que ponerme serio. Son discapacitados físicos pero, como el propio autor dice en su último párrafo, son superdotados emocionales y dan mucho más de lo que reciben porque no tiene límites para entregarse. Los subnormales son otros. Ya sabemos todos quienes. Suerte.

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  5. Peregrina dice:

    Hola Ele eme:

    Yo sólo puedo opinar como lectora. Hay miles de relatos de autores consagrados que tratan temas que abarcan la realidad, por dolorosa que sea. No entiendo cual es el problemas con el contenido de tu relato. Tratas el tema con respeto, desde la perspectiva que te ha parecido más oportuna. No creo que haga daño a nadie. Esto es ficción.

    Suerte.

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  6. Lovecraft dice:

    Señorita Bennet:

    No necesitas disculparte por nada. Tu comentario no me pareció políticamente incorrecto sino sincero y en tono respetuoso para el autor, es decir, impecable. Es obvio que el contenido del relato te desagradó, pero estás en tu derecho de manifestarlo. Siempre que nos respetemos unos a otros…

    Un abrazo

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  7. La señorita Bennet dice:

    Para mi querido Lovecraft por posibles alusiones:
    Reconozco que he dado mi opinión sin hacerla políticamente correcta ya que el relato no es-para nada-politicamente correcto. Me parece horrible lo que da a entender sobre los discapacitados, pero en ningún momento he dicho «borrenlo». No entiendo que ningún ser humano piense así, mucho menos un bebé afectado por ello. Quizás es lo que el autor quiere conseguir, esa fuerte impresión en el lector. Pero no quiero censurar a nadie, ni pretendo hacerlo. Lo siento si te he dado esa impresión.

    Sobre gustos no hay nada escrito, esto es literatura. Pero igual que entiendo que a una mujer maltratada no le gusten los relatos donde se defiende a un maltratador creo que es entendible que a mi no me guste este. De hecho, he recalcado que tengo un hermano discapacitado y que conozco a niños Down para que entienda que mi «horror» va por ese lado y que en ningún momento cuestiono su capacidad para escribir.

    Reconozco que lo de «horrible» y «mal gusto» pensé en borrarlo, pero creo que no habría sido realmente sincera. La impresión que el relato me ha causado no es, para nada, ligera, y no quería que por mi comentario pareciera lo contrario. Era eso, o ponerme a explicar cada detalle. Que lo hice, pero el comentario de esa manera quedaba más «cruel». Por eso lo omití para al final resumirlo en que hay demasiados ataques a la condición del niño. He incluso he apuntado un par de cosas desde el punto de vista objetivo que creo que habrían mejorado su historia desde la perspectiva meramente formal o imparcial.

    Pero vamos, pienso igual que Asesino.

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  8. Lovecraft dice:

    ¿Qué quieres que te diga Asesino? Qué tienes toda la razón del mundo. Pero el derecho a escribirlo ninguno se lo negamos.

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  9. El asesino de Morfeo dice:

    Nadie niega el derecho de hablar de lo que se quiera, ni por supuesto de escribir de lo que al personal le de la gana, pero este relato rezuma oportunismo equivocado rebozado en miel, desconocimiento del tema y pretensiones de lirismo con un fondo repugnante..¡A la mierda la prudencia!

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  10. Lovecraft dice:

    Hola Ele eme:

    Como bien aconsejaba Barack en su «La Monja Violinista», ya que estamos en un certamen de narrativa intentaré no extraviarme en laberintos extraliterarios, aunque me parece que va a ser difícil.

    En tu relato abordas muchas cuestiones ciertamente delicadas: el aborto, la aceptación social de los discapacitados, el miedo de las familias que se enfrentan ante una novedad tan inesperada como el nacimiento que nos relatas, incluso el propio suicido o si me apuras hasta el escabroso asunto de la eugenesia. De hecho, estoy convencido de que la intención de tu cuento era desarrollar un auténtico alegato en contra del aborto y de la marginación hacia las personas discapacitadas. Quizás no hayas convencido del todo por el uso de un vocabulario que puede parecer poco sensible y porque la línea argumental es ciertamente descarnada. Pero la literatura debe ante todo ser un vehículo para fomentar la creatividad y la libertad de expresión, por mucho que nos pueda doler lo que se nos cuente. En este certamen se han presentado todo tipo de textos, relatando infamias del mas variado contenido: asesinatos, infidelidades, estafas, explotación de nuestros semejantes, a veces con profusión de insultos y expresiones malsonantes, y nadie parece haberse molestado por ello. Entiendo que haya quien pueda sentirse dolido por lo que se cuenta en tu relato (y sobre todo por como se cuenta). Pero al fin y al cabo es sólo literatura (no olvidemos que las obras del Marqués de Sade también se consideran literatura). Sólo en un caso hay que poner límites a la literatura, y es cuando la pretensión de ésta es poner límites a la libertad y a la creatividad del resto de las personas. En ese sentido, nos guste o no, las obras del Marqués de Sade se pueden considerar literatura, mientras que «Mein Kampf» de Hitler nunca debería tener la misma consideración (a pesar de lo cual se imprime y está accesible para quien quiera leerla; es lo que tiene eso de la libertad). La decisión al final queda de la mano del lector.

    Salgo ya del laberinto y me centro en tu relato. Coincido con Dies Irae en que has utilizado a propósito un estilo exageradamente melifluo para estimular la sensibilidad del lector, y eso es un poco traicionero. Luego, aunque hablamos de ficción, también es importante el asunto de la verosimilitud: intentas llevarnos a tu terreno utilizando como vehículo el pensamiento de una persona discapacitada que razona y actúa como alguien perfectamente capaz (resulta algo contradictorio, ¿no te parece?). Ya te lo han sugerido: habría sido más creíble un narrador en tercera persona. Además, tu protagonista presupone muchas cosas que no tiene porqué presuponer: puesto que no ha nacido todavía, no tiene ninguna experiencia previa sobre cómo es la vida de una persona discapacitada frente a la de una persona que no lo es, así que no se entiende que tenga ya ese concepto tan negativo de lo que será su próxima existencia y su repercusión sobre su familia (salvo que el autor esté intentando engañar al lector, que es exactamente lo que ha intentado con este planteamiento). Ya lo ha señalado certeramente la Señorita Bennet: «la mayoría de los discapacitados no se percatan de su condición.»

    En fin, espero no haber herido más sensibilidades con mis comentarios. En cualquier caso, te deseo suerte para el certamen, con este relato que estoy seguro seguirá levantando alguna polémica.

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  11. Dies Irae dice:

    Ah, no, que Poe es «por», se le ha ido una letra al admin, jejé, perdón. Ya me parecía a mí un seudónimo un poco raro. Un saludo, Ele eme.

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  12. La señorita Bennet dice:

    Horrible

    Lo siento, pero no puedo tener otro adjetivo para este relato.

    Ni siquiera la «dulce» frase del final me quita el amargor de la boca

    Como familiar de un niño discapacitado, y al conocer a varios niños afectados de Down me parece un relato de mal gusto se mire por dónde se mire.

    A parte,objetivamente hay que tener cuidado. Ya es raro introducirte en la mente de un feto/bebe pero tienes que tener en cuenta que no es un feto cualquiera, te estas poniendo en la mente de un niño con discapacidad y sin embargo piensa como otro cualquiera. Narrado desde tercera persona habría estado mejor. Además da saltos en la narración, unas partes están escritas con palabras relativamente complejas, y otras con una sencillez que (supongo) tratan de evocar al niño pensante. Pero yo creo que deberías haber elegido una de las dos formas de narrar en tu historia en vez de mezclarlas.

    Igualmente,aunque objetivamente estuviera perfecto, a mi me habría seguido pareciendo igual de horrible.

    Si tratas de impulsar la comprensión hacia los discapacitados creo que con este relato no has cumplido tu objetivo. Hay demasiados «ataques» hacia el niño y su condición en el relato, aunque sean desde su «perspectiva». Supongo que lo que no sabes, es que la mayoría de los discapacitados no se percatan de su condición. (Algunos, los mas avanzados, si llegan ha hacerlo)

    pd/ además los Down no son disminuidos físicos, son disminuidos psíquicos, otra cosa es que su discapacidad se «perciba» visualmente, pero estos rasgos que los caracterizan no afectan al desarrollo de su vida.

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  13. Dies Irae dice:

    Saludos, Poe Ele eme.

    El tema del que trata este trabajo, como bien dice El asesino de Morfeo, no permite trivialidades. Y, sin embargo, aquí está, presentado como relato concursante a un certamen trivial. Y eso me provoca incoherencia a la hora de juzgarlo.

    Como relato participante, pues, yo sí decido que puedo dar mi opinión sobre este ejercicio como una ficción narrativa más, lo que obviamente es, puesto que el narrador, un nonato, es una ficción.

    Y en ese sentido diré que, en mi opinión, está correctamente escrito, pero para mi gusto abusa un poco, o un mucho, de la sensibilidad que sabe que va a despertar en el lector, y enseguida lo avisa, no sé si para que nadie se lo eche en cara: «Casi debería mendigar una limosna de lágrimas, unos ojos de asombro, un redoble de dolor en el corazón.» De su título, hasta la frase final.

    Aplaudo, pues, el esfuerzo literario de ficcionar algo tan complicado como meterse en un pantano y esperar salir sin pringarse de barro.

    Suerte, también, para el concurso, pues no creo que el hecho de estar aquí suponga otro tipo de interés. Un saludo, Poe.

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  14. El asesino de Morfeo dice:

    El tema del que trata este trabajo es demasiado serio para trivialidades. No me importa la calidad del relato ni el estilo del autor, ni siquiera se si éste conoce de cerca algún niño con Síndrome de Down- a los familiares de éstas personas le hace muy poca gracia lo de la subnormalidad-. En cualquier caso, aprovecho desde aquí para recomendar un cuento: «Maria Caracolito» de Pipo Pescador, que además de ser una delicia está reconocido como bien para la humanidad por la Unesco. No os lo perdais.

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