146- Ocupar. Por Lisérgico
- 27 octubre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, ocupar, relatos, sobrevivir
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Ella no tuvo otra opción que ocupar el derruido espacio, que le habían ofrecido, en un edificio abandonado. El lugar luce a miseria y todo lo que se fermenta es aún más denigrante. La pensión que ella cobra solo les da para comer.
Cuando el acorralamiento es infranqueable y se limita el accionar, no hay un discernimiento de lo que es legal o no, solo se busca la forma de sobrevivir.
Las paredes eran una sola mancha de humedad y acababa de desprenderse una nueva baldosa del suelo. Cuando la mujer (bajita, encorvada y casi bordeando la vejez) entró al improvisado domicilio y rezongó a su nieto por traer porquerías a la casa.
Elsa arrastraba los pies cansados, se quejó del clima y de su reuma, para llegar a la ventana y espiar a los nuevos ocupantes.
Había criado una hija y procuró darle, junto a su esposo, una vida lo más estable y decorosamente posible. Creyó que los años le darían un nieto para malcriarlo a su gusto. Lamentablemente, los planes de Elsa se fueron derrumbando.
La prematura muerte de su esposo tomó desprevenida a las dos mujeres. Se adosa a esta traumática situación; el embarazo de la joven a temprana edad y el fin de la relación que mantenía. Nuevamente, otro hombre ausente (quizás abrumado o indiferente ante la responsabilidad que se estaba gestando).
Se sentían indefensas, pero sacaron fortalezas de algún recóndito lugar que desconocían.
Pasaron unos años y lentamente pudieron recomponer (no del todo) el desastre económico en el que se vieron ambas.
Otro alejamiento le produjo una nueva inestabilidad, que descalabró su rutina. Su hija le comunicó que desea emigrar y buscar la prosperidad (que ninguna de las dos tenían) en otro país.
-Es que se van todos… Vamos a terminar siendo un país de viejos. Además, de dónde vas a sacar la plata para el pasaje y los trámites, apenas llegamos a fin de mes…
La hija, le terminó confesando que mantenía contacto con un joven español. Él, le habría convidado a trasladarse a Madrid con trabajo fijo. Una oportunidad que no pensaba desaprovechar. Además, sería una forma de ayudarla aunque sea a la distancia. El sacrificio era enorme para que, Elsa y su nieto, no padecieran las penurias que venían atravesando hasta el momento.
Elsa, durante casi dos años, recibía el giro con los gratificantes euros; que alivianaban los gastos y producían pequeños gustos para ella y el pequeño. Luego, este aporte se vio interrumpido. Se alarmó, no solo por el dinero que no llegaba, sino porque no tenía noticias de su hija. España se la había tragado.
Cada vez, que el noticiero daba un nuevo informe de la economía de aquel país, se acongojaba aún más. Miles de españoles perdían el trabajo y a pesar de los cambios políticos, volvían a repetirse las noticias del descontento, de la preocupación y los recortes.
Le volvió el alma al cuerpo cuando, por intermedio de una vecina, la pusieron al corriente que su hija se había mudado (de Madrid a Murcia) por la bendita crisis.
Aunque ignoraba cómo se encontraba su hija, se alivió de poder disipar todos los malos pensamientos y las terribles sospechas (casi de telenovela) que la venían atormentando.
De igual modo, la situación los apremiaba, tanto, que ya no sentía fuerza de coser ni realizar remiendos para los vecinos (ellos, mas por necesidad lo solicitaban por caridad), que era la forma de generar otro ingreso.
Antes de perder contacto con su hija, en un breve llamado telefónico, le había exhortado que, en un futuro giro de dinero, comprara un ordenador y que confiara en que su nieto iba a saber manejarlo y facilitar el contacto entre ellos.
Elsa, ignoraba la fuente de información de la vecina (que intentó explicarle), y cómo sabía más de la vida de su hija que la propia madre. Había escuchado hablar de redes sociales, en algún que otro programa de televisión, pero ni siquiera intuía de qué se trataban. Elsa se limitaba a realizar las pocas compras que podía, cocinar, ver el informativo e intentaba criar a su nieto (que estaba cada vez menos niño).
El dinero no llegaba. El que había, no alcanzaba; las facturas no se pagaron, los meses se sucedieron, el servicio telefónico fue dado de baja, el nieto dejó de ir al colegio y disponiendo de su magra prensión (que no daba más que para el alimento) llegaron al extremo de verse obligados a irse de la vivienda que alquilaban.
Elsa y su nieto, estuvieron una semana en la calle. Durante los dos primeros días, lograron pernoctar en una pensión, pero el dinero se diluía con celeridad.
Ella, también hizo su desaparición del barrio, se sentía demasiado humillada para pedir ayuda.
Ya había vendido, meses atrás, casi todo lo que podía venderse en la casa (incluida la oxidada máquina de coser). Así que, el traslado fue tristemente liviano. Con cuatro bolsos llenos de ropa y una cartera donde tenía los documentos se marcharon. Ambos de la mano, intentando no tener que saludar a nadie.
Sería bueno pensar que en la riqueza no hay generosidad, es casi una obligación moral ayudar. En la pobreza, cuando alguien que casi nada posee brinda algo a otro, es un verdadero acto de grandeza.
Así sucede, de tanto deambular por las mismas calles para dejar morir las horas es que conocieron a Juan, que los convidó con algo para comer. Le sugirió que ocupase un lugar en la fábrica abandonada. También, explicó que otras personas moraban allí y que fueran de su parte, para procurarse una parcela. Incluso, les ofreció una explicación para disolver toda clase de culpa:
– Mire Doña, es solo ocupar un pedacito de tierra de otro, que no usa…
Entre el déficit ocupacional y el número de viviendas desocupadas hay unas cifras paradójicas que no revisten una explicación coherente. A estas irregularidades se suman otras.
Se denomina al robo de la corriente eléctrica; “estar colgados”.
Con mucha audacia e ingenio y unos cables que salen de la toma principal (generalmente desde los postes eléctricos de la calle), se hace la luz.
Hay que tomar precauciones; ocultar lo mejor que se pueda ese cable principal (por las inspecciones, poco habituales) que genera la energía. La electricidad se distribuye, mediante alargues, para las pocas familias. Deben prevenir que no se sobrecarguen estas extensiones. Es obvio, que ninguno posee grandes electrodomésticos. Apenas; un par de lámpara, alguna resistencia para dar calor o cocinar.
Ciertamente, es una evasión, un hurto. También, lo hacen algunas grandes industrias con el ente estatal, pero no es por necesidad.
Elsa, desde la ventana, vio pasar a una prostituta con un cliente que la acompañaba. Sigue observando. Finalmente, comprueba la información que Juan le había dado.
-Esos, Doña, son unos hijos de puta. Dentro de poco, nos tendremos que ir. La policía, sabe que estamos acá, pero no nos van a hacer nada. Ni ganas les dan de sacarnos.
Pero todo cambia, con la llegada de esos que vio, Doña. Estos venden droga, si ya tiene abierto la boca de venta, cagamos. Las denuncias van a caer pronto, junto a la orden de desalojo.
Cuando concluyó la contemplación desde la ventana, Elsa se persigno y le pidió fuerzas al cielo. Le indicó al nieto que se lavara un poco y le comunicó que iban a salir.
Pensaba volver al barrio; explicar todo a quien se topara con ella y la reconociera, y llorar. Esa última fortaleza, que sentía y pensaba, que era mantener la dignidad terminó claudicando. Preferiría pasar la mayor de las vergüenzas, pero tenía que volver a lo de su vecina y rogarle que la ayudara a ponerse en contacto con su hija.
Esa terquedad que la acompañó en la miseria, ahora la reconfortaba, como si intuyera algo.
En un mismo instante pasan muchas cosas. Mientras Elsa lleva al nieto del brazo o dejándose llevar por él (porque está exhausta de la caminata de tantas horas y cuadras), su vecina, que ni sospecha su vistita mira las noticias sobre un infierno de llamas que se desató en un barrio y en un establecimiento, supuestamente, abandonado. El fuego fue causado por un cortocircuito; que tomó muebles y colchones que alimentaron el incendio, con pérdidas totales. Quedó al descubierto que un par de familias y un grupo de delincuentes habitaban en ese lugar. Solo una persona falleció en el siniestro, al intentar socorrer a los moradores y salvar las pertenencias.
Lo que ignoraba Elsa, es que su hija acababa de abordar su vuelo, desde Barajas, con destino de regreso. Sería cuestión de horas el reencuentro, los abrazos y algo de clama para estas dos mujeres desesperadas, que por distintos motivos desconocían el derrotero de una y de la otra. Llegarían las explicaciones; como los abrazos que ahogarían el llanto y los reproches.
Elsa recordó que apenas pudo despedirse de Juan.
Demasiadas lágrimas ya corriendo por la maldita falta de escrúpulos de unos pocos que, no nos engañemos, tienen nombre y apellidos. También cara, las vemos todos los días en los televisores. Suerte.
Suerte.
Donde le ofrecen trabajo… uno va.
Pues sí, una historia bastante triste. Recomiendo revisar la cuestión de la concordancia verbal, porque hay cada vaivén en el «relatamiento» que… ¿Emigrar de Madrid a Murcia a causa de la crisis? No sé si es prudente, teniendo en cuenta que Murcia tiene una de las mayores tasas de paro de España. Por cierto, ha habido una frase que me la apunto por lo que de premonitoria tiene: «España se la había tragado» ¡Que no nos pase ná, Lisérgico!