108- Alma de carrusel. Por Dies Irae
- 21 octubre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, carrusel, plastilina, relatos
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Hoy hace justo un año, papá le regaló por su cumpleaños la caja de plastilina con piezas de todos los colores. Ahora falta el rojo. Ángel toma otra pieza, ya no importa el color, y la aprieta entre los dedos.
Cuando terminaron de comer juntos la tarta, retiró el resto de los libros y juguetes, rompió el celofán transparente y empezó a amasar las piezas de colores. Se levantó y cerró la puerta para no distraerse con las voces de papá y mamá en la cocina, medio ahogadas por los goles cantados del Carrusel Deportivo. Ángel creía que los partidos de fútbol en la radio eran la afición favorita de papá y mamá. La plastilina roja se le amansó en las manos hasta ser traspasada y sintió el filo de las uñas rasgando el dibujo frágil de su vida. Tiró la caja al suelo y aplastó las piezas a golpes con los pequeños puños cerrados. El último sonó como un chasquido de madera o huesos, pero él no sintió dolor. Luego escuchó el ruido de la puerta de entrada y se asomó a la cocina sin hacer ruido. Papá no estaba, mamá estaba sentada, de espaldas, escuchando el partido de la jornada. Sin volverse, lo mandó a su cuarto con su voz de palomas temblorosas.
Volvió al comedor y recogió con esmero los pegotes de colores adheridos en las baldosas frías, raspando con la uña las junturas. Luego modeló un corazón de plastilina, grande, rojo, con ojos verdes y sonrisa amarilla y lo dejó sobre la mesa. Llevó a su cuarto los regalos, se puso el pijama, hizo pis, se lavó las manos y los dientes, apagó la luz y se acostó.
Se durmió pensando en que, después del verano, el tiempo se convertía en un reloj de arena al que le engordaba la cintura casi hasta desaparecer. Empezaba el colegio, pasaba su cumpleaños y, antes de darse cuenta, caían las hojas de los plataneros, volvían las bufandas al armario y tenía que ir al cementerio. Ángel odiaba la espesa altura de los cipreses, la linealidad de las lápidas y el miedo atroz a leer los nombres inscritos en ellas, y no quería otra Navidad sin mamá, de visitas al hospital, de sabor a sangre o vómito que le subía por el esófago cuando veía al médico que no había sabido salvar a su hermanito. No quería otra Navidad cenando solos y en silencio, papá corriendo los muebles, montando la pista de carreras en el salón, antes de decirle que no se acostase tarde y encerrarse en el dormitorio. Ella había vuelto a casa en Reyes: le abrazó tan fuerte que le hizo daño. Entonces tuvo la pista de carreras y un tren eléctrico, pero los muebles del salón volvieron a su sitio y le obligaron a montarlos en su cuarto y a tener la puerta cerrada porque el ruido de los motores les molestaba. Era cierto que los de sus coches de carreras sonaban casi como los de verdad cuando los veía en la tele con papá. Le gustaba ver las carreras con papá, ese ballet de ruedas y alerones, el trazado perfecto de las curvas, aunque cerraba los ojos si había un accidente. No le gustaban los accidentes, le daba miedo la sangre. Incluso le asustaba la escayola de mamá cuando se rompió el brazo en marzo, justo antes de Semana Santa, en una caída al bajar del autobús, qué tonta, le parecía una excrecencia fantasmal y obscena.
Por eso había pasado la Semana Santa en casa de los abuelos, asomado al balcón desde donde, un atardecer, vio pasar a un Jesús ensangrentado y sufriente, las llagas en carne viva, las espinas clavadas en su frente y la espalda con las heridas sinuosas de los látigos. Y detrás de él, a María derramando lágrimas como perlas blancas, acompañados por un retumbar monótono pero creciente de tambores. Ángel envidió el resplandor de las corazas y espadas que llevaban los romanos. Cuando terminó la procesión, buscó el cuchillo grande que el abuelo usaba para cortar cecina y lo escondió bajo su almohada. Pero antes del verano, y de las vacaciones, mamá encontró el cuchillo, se lo devolvió al abuelo y lo mandó castigado a su cuarto. Luego le llamó para la cena y lo abrazó y le hizo prometer que no iba a volver a hacerlo nunca más.
Al terminar el curso, pasaron a despedirse de los abuelos antes de partir hacia quince días de apartamento alquilado con derecho a aire acondicionado y vistas al mar. Quince días de piel quemándose capa tras capa en los que mamá hace la compra y guisa y limpia el apartamento, mientras papá le vigila desde la sombra del chiringuito, la misma canción machacona de cada verano, el mismo suelo de cabezas de gamba y manchas de cerveza. Ángel se mete en el agua apenas hasta mojarse el pequeño bañador rojo porque no sabe nadar y le dan miedo las ridículas olas llenas de algas con su espuma blanquecina y pegajosa.
Fue el último día de vacaciones y la ciudad parecía asfixiarse. Había vuelto de la playa intentando que el ruido del motor no ahogase el recuerdo rumoroso de las mareas, sin querer ver en el retrovisor la mirada de papá concentrada en el horizonte bajo el ceño fruncido, ni el levísimo temblor de los hombros de mamá. Ahora ella había tendido la ropa y, mientras la lavadora emprendía otro runrún monótono, preparaba la plancha. Un sol que silenciaba los cantos de los jilgueros y una brisa de desiertos sin arena secaban tan deprisa las sábanas y las toallas que quedaban rígidas y apelmazadas. Papá sudaba en el sofá, bebiendo cerveza helada para no pensar en la vuelta al trabajo, ante el televisor encendido y un ventilador que removía el aire espeso. Él estaba tumbado bocabajo sobre su cama, en calzoncillos, perdido en un país desconocido donde cada lago escondía un secreto que sólo podría descifrar la mujer más hermosa. De vez en cuando movía las piernas, buscando un poco de frescura en la colcha de ganchillo. Escuchó un ronquido de papá y vio pasar a mamá por delante de la puerta de su cuarto, cargada con la bandeja de mimbre trenzado, llena de ropa para planchar, y el cardenal en su pómulo derecho, tintado de violetas, azules y amarillos hacia el arco del ojo. Idéntico al de las costillas que vislumbró cuando, después de bañarle, se agachó a recoger del suelo una toalla, el del golpe contra la puerta del armario, precisamente el día dela Madre, qué torpe. Parecido, quizá un poco más azulado, que el de las vacaciones, mira que tropezarse con las maletas que ella misma alineaba en el pasillo la noche antes de irse, qué tonta, y que le obligó a ir de manga larga cuando, en la playa, salían del apartamento al anochecer a comerse la brisa fresca de las estrellas y ver la luna rota en el reflejo del mar. Los púrpuras, quizá, menos vivos que los que sobresalían del borde de la escayola de Semana Santa. El cerco amarillo no tan verdoso como el que le quedó en la tripa en Reyes, los Reyes anteriores, después de haber perdido a su hermanito porque se le enganchó el tacón en la escalera mecánica y se pegó contra la barandilla, pero qué tonta. Los últimos Reyes se había partido el labio contra un grifo del baño, limpiando la bañera. Hay que ser torpe y tonta. Éste del ojo, piensa mientras vuelve al libro, no sabe cómo se lo ha hecho, pero papá le gritaba “eres tonta” por encima de los goles del partido de la jornada del Carrusel Deportivo de la Cadena Ser. Aunque hubiera terminado la liga siempre había goles y Carrusel Deportivo en la radio, incluso el último día de playa.
Ángel, hoy, toma un trozo de plastilina, de cualquiera de los colores de un cardenal excepto el rojo, porque rojo no queda: hay blanco, amarillo, verde, marrón, azul, negro. Toma uno cualquiera, sin fijarse, lo amasa entre los dedos y recuerda que escuchó el ronquido de papá. También recuerda, vagamente, algo como un rugido sofocado, un gemido de esfuerzo. Apenas nada más que ese suspiro, jadeo, grito ahogado, exhalación, vida o muerte saliendo violentamente de los pulmones, los pulmones de papá, de mamá, los suyos, no puede recordarlo. Sólo ese sonido de viento en una gruta, que no sabe si fue como de morir o como de matar, nada más desde que oyó el ronquido desde su cuarto hasta que vio a papá en el salón, que se había deslizado hasta el suelo, con el cuchillo del abuelo clavado en el pecho y los ojos cerrados y la boca abierta como cuando dormía, y la sangre ya espesa escurriendo de la herida. Sin embargo, recuerda algo más claramente haber visto a mamá limpiar el mango con un paño de cocina y apretar luego la palma de su mano aferrándolo, sin importarle que el delantal y sus rodillas se empapasen en la marea que se extendía, muy despacio, sobre las baldosas. A partir de ahí recuerda todo. Recuerda perfectamente que pensó en la sangre viscosa y caliente y el suelo fresco y sus pies descalzos. Recuerda que sobre la camiseta blanca de tirantes se secaba deprisa la sangre, mostrando todos los tonos del rojo, casi anaranjado al lado del cuchillo, casi negro ya el borde del dibujo confuso, indescifrable, hipnótico, y, entre ellos, el rojo rojo, rojo plastilina, como los regueros que bajaban de la nariz de mamá el día del último cumpleaños de Ángel, cuando en el Carrusel Deportivo cantaban gol y ella se tropezó con la silla de la cocina, qué tonta, y cuando se asomó la vio reflejada en el cristal de la puerta del tendedor como en un espejo sobre la noche negra del patio de luces, los regueros de sangre más seca escurriendo por el canal misterioso de sus pechos, la silla con un brote de astillas o de huesos al aire, como un crecimiento espontáneo y sorprendentemente blanco, pero ahora sabe que el balón no tiene en su alma de carrusel los labios partidos.
Ángel está haciendo el último curso de primaria en la escuela del pueblo de los abuelos y luego, ya veremos, dicen. A veces hablan del abogado, de un recurso, defensa propia, dicen. Una vez al mes le dejan visitar a mamá y ella le cuenta que cada noche besa el corazón rojo de plastilina que tiene apoyado en la pared, sobre la mesita.
Y el comentario 300, espero que sea el mío.
Vete preparando, que te he puesto trabajo en la bodega, llamemos a los amigos.
¡Fiesta!
Edgar Alan, ¿en el cementerio de la misma Sligo, o en Drumcliff? Par tous les dieux, hay páginas en la web para leer los epitafios de las tumbas.
Pues estuve a punto de pasar por allí el último verano, pero los meteorólogos tuvieron la culpa de que no lo hiciese… Otra vez será.
No sé si volver a la Saga o perderme un rato con Yeats…
Jajá, el français del traductor del google quizá sea magnifique. El mío… un día me invento algo, para que te rías. Pero mejor como aquél que hablaba idiomas… sólo en la intimidad.
Este finde me doy un paseo por la verde Éire, prometido.
Bonjour, y que disfrutes del fin de semana también.
Chère collègue, ton français est magnifique. De mieux en mieux. Mes plus sincères félicitations!
Je t´avais dit que tu étais française dans une autre vie.
Gracias por tu información. La verdad es que no conocía a Louis Kervran y no te puedo ayudar a saber si los dos «Luises» son la misma persona. Me informaré al respecto y te lo haré saber si encuentro la respuesta.
Ah, otra pista que te puede servir para futuras búsquedas. El más olvidado de entre todos los poetas muertos era de origen irlandés por parte de madre. Su padre era normando y su madre era originaria de Sligo, localidad situada en la costa noroeste de Irlanda (por cierto, hay una historia muy triste escrita sobre una lápida en el cementerio de ese lugar que me emocionó enormemente cuando la leí y que tiene mucho que ver con mi relato «el apeadero»). No sé si conoces el lugar pero si alguna vez tienes la ocasión de visitar esa región estoy seguro de que te encantará.
Santé et bonne nuit
Obviamente, Lovecraft, aunque el autor del artículo tenga obligación de justificar su sueldo, no creo que diga una palabra de más. ¿Cómo no estar de acuerdo? A ver quién hace de abogado del diablo aquí.
Ah, yo también estoy suscrita a Tregolam, y también la recomiendo sin cobrar comisión.
Un abrazo.
Bonsoir mon camarade Bécquer:
No tengo olvidada la encomienda, querido amigo, pero esta semana es a mí a quien le toca complicada. Aún así, un minuto para confesarte que ando distraída en la lectura de un librito que me está resultando de lo más entrenido: El verdadero descubrimiento de América, de Louis Kervran (tranquilo, tengo una traducción al castellano). Me temo que no es lo suficientemente serio para un estudio concienzudo, y me preocupan dos cosas, además: una, que llegué a él a través de una web en la que, entre otros asuntos, estudian la «arqueología marciana» y dos, que un señor con ese mismo nombre recibió, en 1993, el Ig-Nobel de Física: «A Louis Kervran, de Francia, ardiente admirador de la alquimia, por llegar a la conclusión de que el calcio en las cáscaras de los huevos de gallina es creado mediante un proceso de fusión fría». No sé si son la misma persona, pero el librito es muy entretenido para legos en antropología y otras ciencias asociadas.
Vuelvo, pues, al amplio resumen de las sagas nórdicas: une lecture qui a pris mon attention pour le moment.
Santé!
Vuelvo a las andadas. Aquí os dejo un articulillo con algunas reflexiones interesantes. Por cierto, no me llevo ningún tipo de comisión de esta empresa, por si a alguien se le ocurre pensarlo:
https//www.tregolam.com/seccion/actualidad/15264/razones-para-encargar-una-correccion-literaria
Perdonad si mi pluma no es tan fértil como la vuestra. Me prodigo poco, es cierto. Mas no he de dejaros en vuestra angustiada duda. “Pluma emponzoñada de sabiduría” es pluma que deja felicidad ingenua a un lado para escribir con tinta de experiencias y vivencias. Peligrosa sabiduría, pues, que conducir puede a soledades, incomprensiones,envidias…(os veo venir con “A mis soledades voy, de mis soledades vengo”.Seré más lacónico: “Si quieres ser feliz como dices… no analices, muchacha, no analices”.
Espero haber satisfecho vuestra curiosidad, Dies Irae.
Gracias por el certero soneto (cuyo contenido no me aplicaré en modo alguno, claro está).
Nieve, lluvia, viento. Buen atardecer, dondequiera que lo viváis.
¡No me admiró tu olvido! Aunque de un día
me admiró tu cariño mucho más,
porque lo que hay en mí que vale algo,
eso… ¡ni lo pudiste sospechar!
Gustavo Adolfo dixit.
Salud, Tenorio. Menudas campanillas hay que tocar para sacaos de vuestro sopor, que parecen las panzonas de la Catedral. Delicado suspiro, decís…
Sed bienvenido, siempre. Aunque de la alegría de ver vuestro embozo paso al asombro primero y la tristeza luego, ¡y todo por tan pocas palabras!
¿Celoso Don Juan? Será una pose nueva en el teatro de vuestra vida, por todos los diablos. Ah, mi estimado, no debería justificarme, menos que nadie ante vos, pero me place: Teatro, novela, poesía… de uno a otro salto sin rebozo, y con los tres yazgo en la misma cama. Si queda uno sin fuerzas, deshojado, busco el siguiente con ansioso anhelo. No sé, lo reconozco, vivir sin su pasión. Lo cual no quita, sin embargo, que vuelva a los abrazos de quien mayor placer me dio con sus palabras, una y otra vez, como hechizada. Presiento que habréis adivinado en mi confesión cierto reflejo vuestro y que su comprensión me otorgará la dicha de apaciguar esa fiera verdosa que brilla en vuestros ojos.
Los gatos, dilecto amigo mío, fueron hechos por Dios para que la mujer tuviera el placer de acariciar al tigre (no es mío sino por apropiación indebida, desconozco la autoría). No os coarta, empero, el riesgo del castigo por despreciar tan sibilinamente a mis amigos.
¡Oh niebla del estado más sereno,
Furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
De verde prado en oloroso seno!
¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,
Que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
De la amorosa espuela duro freno!
¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,
Vuélvete al lugar triste donde estabas,
O al reino (si allá cabes) del espanto;
Mas no cabrás allá, que pues ha tanto
Que comes de ti mesmo y no te acabas,
Mayor debes de ser que el mismo infierno.
Luis de Góngora
Versos, dulce castigo… Vuestro Santi-quique Bernardin nació en el mismo lugar y el mismo día en que el glorioso poeta de mon correspondant partía, con 29 años, a sus aventuras en la Nueva Francia. Nada me dice pues que me ilumine. Las anécdotas y las coincidencias en este falso campo de investigación son, a veces, incluso crueles. Llegué, viento tras viento, a un Edgard, residente en Los Ángeles, con un par de artículos publicados sobre algonquinos y esquimales y al que, además, habían seleccionado un microrrelato en un concurso literario… Lástima que, en lugar de minemoniwishipongui, reconoce que habla Klingon y enoquiano. Desde luego, hay gente pa tó.
Pero, finalmente, vuestra humilde sierva queda anonadada ante el palabro que utilizáis para describir no sé si mi pluma o a la sabiduría… La angustia ante vuestra frase me impide hasta dilucidar su exacto significado. ¿Ponzoña, veneno, poción mortal? Tañen ahora las tenues campanitas de la súplica: aclaradme, por dios, ese sentido, o mi espíritu vagará eternamente en los áridos desiertos de la duda.
Y sin más que agradeceos el pie que me dais siempre para el esparcimiento verborrágico, se despide afectuosamente, siempre vuestra…
Despierta Tenorio y lee.
Dies Irae: vuestro delicado suspiro en la bodega me llega, sabedlo. Ha hecho sonar la campanilla de alerta que aviva el seso y despierta.Y si a Don Juan no lo olvidan él no os habrá de olvidar. Pues me nombran… aquí estoy. Vanidad obliga.
Perdido en mis propias letras pasa el tiempo por mi tiempo. Caen los días y se alzan. Implacables.
Os agradezco algún pensamiento que para conmigo tenéis. En cuanto a compañía… veo que un nuevo paladín os ha engatusado con historias de Bernardin de Saint-Pierre y lindezas de gala lengua. Mi sonrisa se abre ante tal conquistador, en cuyo andén paré yo tiempo ha.
Mas jamás nadie hasta vos
por un gato me cambió:
“Desde una princesa real
a la hija de un pescador
¡oh! ha recorrido mi amor
toda la escala social”.
Un saludo a vuestra pluma emponzoñada de sabiduría.
Chère Dies, la vie ce n´est pas un long fleuve tranquille.
Si no que se lo digan a Marguerite, con la de ríos interminables y caudalosos que tuvo que remontar corriente arriba en su vida. Mon Dieu!
Siento haberte confundido con el siglo. Tú pensabas con toda la lógica del mundo que nuestro poeta había muerto en 1625, pero en realidad yo no hablaba del mismo Auhaïtsic, aquel muchacho que acompañó al padre Nicolas Viel. Me gustó ese nombre y pensé que podría utilizarlo en esta historia pues nuestro poeta y antropólogo era también un jóven ágil y escurridizo. Y a menudo tuvo que hacer gala de estas dos cualidades para escapar de una muerte certera al encontrarse en varias ocasiones en la línea de fuego entre las dos potencias europeas durante la guerra de los siete años. Pero él amaba el riesgo, y desde muy temprana edad su espíritu aventurero le había llevado a situaciones comprometidas. De hecho, una de las razones por las que se enroló en el «Vent Normand», además de su pasión por los viajes, fue como consecuencia de un asunto de faldas -fue amante, entre otras, de una mujer casada con un miembro muy importante de la aristocracia francesa- que estuvo a punto de costarle la vida, duelo con espada incluído. Además de «buen mozo», sus poemas eróticos tuvieron una amplia difusión entre la clase alta de la época y especialmente entre las féminas. Así, el sábado 24 de junio de 1731, nuestro aventurero poeta que acababa de cumplir veintinueve años salió del puerto del Havre con la intención de no regresar nunca más a su tierra natal. Y en verdad que así lo hizo. Cuenta una leyenda algonquina de la primera nación Timiskaming que las cenizas del gran poeta fueron esparcidas al viento a orillas del lago del mismo nombre en un lugar conocido como «el bosque encantado» (he tenido la suerte de poder visitar este lugar y te puedo decir que hace honor a su nombre). Pero eso sería unos cincuenta años después cuando ya se había establecido en la región de Nuestra Señora del Norte.
Pero volviendo al momento de su partida, nuestro aventurero tuvo la suerte de compartir la travesía del Atlántico con algunos hombres de ciencia a quienes se les había encargado un estudio pormenorizado de la flora y la fauna de Nueva Francia, así como otro de carácter antropológico sobre las diferentes comunidades autóctonas de la región. Escuchando y también participando en los interesantes coloquios que tenían lugar cada atardecer sobre la cubierta del «Vent Normand», P.A.M. de la Pocatière sintió un fuerte deseo por conocer in situ la vida y costumbres de estas comunidades. Y ese deseo se hizo más que realidad durante el medio siglo que duró su vida en aquellas tierras.
Y volviendo a Marguerite, ella se instaló unos años en la región del lago San Juan -como te comenté la última vez- y fue muy bien acogida por la comunidad algonquina. Tenía su propia «wigwam» y era invitada a participar en todos los «powwow» que en aquel momento eran presididos por una «sunksquaw». Y esta circunstancia no dejaba de sorprenderle gratamente pues ella había sido educada en una sociedad dominada por los hombres y en donde las mujeres quedaban relegadas a un segundo plano. Grosse erreur, chère amie!
De ahí su admiración por esta comunidad amerindia, donde los problemas que surgían eran tratados en un consejo en el que se escuchaba a todos y cada uno de sus miembros y donde la decisión final era tomada sabiamente por consenso (eso sí era una democracia real y no la dictocracia que tenemos ahora).
Ah otra cosa, chère Marguerite. Averiguaste que uno de los temas que más interesó al gran poeta mientras estuvo viviendo en la misma región -también en una wigwam-, fue el relacionado con otra leyenda que hablaba del encuentro que habría tenido lugar más al norte, en la conocida como «ensenada de las medusas», entre aquellos hombres altos y rubios y otros «rostros pálidos» que por lo visto iban vestidos de blanco y sacaban en procesión una gran cruz de madera. Y sé que tú indagaste a este respecto.
Esto se pone cada vez más interesante…
Te deseo un feliz domingo y un buen inicio de semana.
À bientôt. Bises
Mi Dies:
Pasaba por aquí y aprovecho para saludarte. Voy a acercarme a esa bodeguilla tan animada que tenemos en Canal. Si vas, nos veremos. Ojalá puedas.
Saludos de tu ferviente admirador@.
Pigmalión.
¡La Pucha, y yo con estos pelos…!
A ver, a ver, mon ami:
Que si las cuentas no me fallan y nuestro olvidado poeta falleció en 1625, un siglo después es el XVIII y no el XIX. No me quejo: he disfrutado rebuscando y leyendo historias, leyendas y opiniones sobre la vieja disputa entre la maldad de los indios y/o los conquistadores. Hasta incluso podría haber aprendido algo si mi memoria tuviese un software actualizado, que no es el caso. El escenario es hermoso y los personajes interesantes abundan, entremezclando sus historias. Te quedará una gran novela (por lo que me pregunto si no será un error ir dejando aquí tanto adelanto)… o… Bueno, seguro que lo tienes controlado.
Pero tus datos me confunden, o quizá el pez fue tan escurridizo que vivió dos vidas seguidas. O el remojón envenenado del Salto no fue mortal, engañó al viejo Nicolás y vivió apaciblemente ciento cincuenta años más con los hurones, guerras y pestes varias incluidas, estudiando leyendas algonquinas. O yo estoy más perdida que un castor en un dique de hormigón.
En cualquier caso, mientras me sacas de mis errores, daré un salto de un siglo sobre batallas varias y volveré a tratar de encontrar el rastro de la investigadora de culturas amerindias con las pistas que me dejas, retomando la del wampum que ya apareció en mi búsqueda anterior.
¿Hombres altos y rubios, oro? A mí me parece una leyenda nórdica (quizá pasada por Hollywood), pero cuando buscaba encontré que… «Así que seguramente es Vinland la tierra que los indios llamaron Saguenay, y los habitantes de Saguenay los que vinieron del lugar que los griegos llamaron Thule.» Pero como me despiste mucho por ahí, acabo en el otro lado del mundo, inconstante que es una.
Que la semana te sea leve en esfuerzo y generosa en éxitos. À bientôt.
Aquí estoy de nuevo tras un pequeño paréntesis (la semana ha resultado bastante movidita para mí) dispuesto a responder a tus hermosas palabras.
Quel beau langage chère Marguerite!
Aunque no creo que ella fuese arrancada de su medio natural y engañada por un brillo imaginario. Fue trasplantada en otro entorno más fértil que el suyo original. Desde niña se interesó muchísimo a la literatura -tuvo la gran suerte de poder acceder a una importante biblioteca que sus padres habían ido ampliando en la propia mansión familiar de Dieppe-, mostrando especial interés por los relatos de viaje a los que tan aficionado era su padre. Él mismo había viajado mucho y cuando decidió trasladar a toda la familia a Nueva Francia, Marguerite, que entonces tenía 19 años, sintió una gran alegría al pensar que por fín iba a conocer aquellas bellas tierras que tan bien había descrito su poeta preferido. Y aunque un siglo más tarde, podría seguir sus pasos a través de esos impresionantes paisajes teñidos de blanco en invierno, gris en primavera, azul y verde en verano y ocre y amarillo en otoño.
Como verás, a ella no le tocó vivir la guerra de los siete años (yo también prefiero saltarme esta parte de las películas). La familia Belleforêt se trasladó definitivamente a Nueva Francia a mediados del siglo XIX.
Fue el gran poeta el que había vivido muy de cerca ese conflicto, triste conflicto que tan determinante resultó en el devenir de su vida.
Siguiendo sus pasos, Marguerite navegó corriente arriba por el fiordo del río Saguenay hasta llegar a una de las comunidades algonquinas más importantes de la región y que estaba situada a orillas del Lago San Juan. Un siglo antes Pierre A. M. de la Pocatière había residido en aquel lugar durante varios años mientras estudiaba la vida y costumbres de los autóctonos. Ese estudio antropológico fue publicado después de su muerte y sigue siendo considerado por los expertos como uno de los trabajos sociológicos más completos y documentados sobre las comunidades aborígenes de América del Norte.
Fue así como Marguerite, mientras leía este cautivador trabajo de campo, empezó a interesarse cada vez más por la cultura amerindia, y al igual que su poeta preferido, se lanzó al estudio de la lengua «omàmiwininìmowin», perteneciente a la familia del idioma Anishinaabe.
Así aprendió el significado de la palabra «wampum», que tan importante era para la comunidad algonquina.
Un mundo nuevo lleno de magia y sabiduría había hechizado su espíritu, al igual que lo había hecho cien años antes con el espíritu del más olvidado de entre todos los poetas muertos.
À suivre…
Por cierto, ¿a qué te recuerda esa vieja leyenda algonquina sobre un lugar repleto de oro y habitado por hombres altos y rubios?
Te deseo un feliz domingo y por supuesto lo que queda del sábado.
Bises
Iri, te espero esta noche en la bodega, veo que estás inspirada y con historias hermosamente contadas por enseñar. Atrapa a ese Don Juan escurridizo y traelo también. Edgar te seguirá adonde vayas con solo un gesto o un guiño..será estupendo oirle recitar en francés o contarnos historias de Brasil o Galicia. Vamos a inagurar el año como Dios manda. Llamaré a la cuchipandi a ver quien se anima a escribir por el placer de hacerlo.
Mon chère correspondant, no te fíes de la noche oscura ni del engañoso titilar de las estrellas. ¿Acaso no sabemos que su luz procede de tiempos inabarcablemente lejanos? ¿Acaso confías en que, si tus dedos llegan a acariciar su brillo, no se produzca una explosión tal que acabe con nuestro pequeño mundo y nuestra aún más efímera existencia?
Quizá, valiente amigo, a tu espíritu inquieto no le importe arder en una combustión espontánea y fatal. Quizá tu admiración por héroes antiguos y poetas malditos te arrastre hacia falsas luminarias. Mas, sin embargo, las pequeñas margaritas del bosque sólo se encuentran a la luz del sol. El conocimiento suele venir de la mano del trabajo y la constancia y sí, tal vez necesitemos de varias vidas para acercarnos apenas.
El áster amarillo es tan sólo una humilde flor entre tantas que crecen en el bosque, junto a la fuente del riachuelo donde podrás saciar tu sed y contemplar a los castores que se acerquen a beber. Podría ser que, en otra vida posterior, Marguerite de Bellefôret tan sólo fuese un áster entre tantos, arrancado de su espacio natural y al que se engañó con un brillo imaginario. La traición y el abandono fueron su lógico destino. Pero eso sería mucho después, y es otra historia que, probablemente, nunca será contada.
S’il vous plaît, sácame de la guerra de los siete años, que es la parte de las películas en las que siempre me duermo. Las mitologías son muchísimo más entretenidas, pero no suelen llevarme a ninguna conclusión científica. Qué decir de los hombres rubios y ricos… seguro que son leyenda.
Bon dimenche et lundi férié (qué bonitas y sencillas tildes), si lo disfrutas!
Mi querido Don Juan, ¿es la ficción que guía siempre vuestros pasos? No veo yo motivos, salvo en el verso que dirije vuestra vida, para tal sentimiento por un premio que, obviamente, es volátil como esta realidad virtual en la que nos encontramos.
Tampoco el otro premio, el del jurado, debe provocar sino grandísima alegría para el ganador.
El resto espero que, como yo misma, aprecien la oportunidad de haber conocido maravillosos personajes y, con suerte, descubrir detrás de ellos excelentes personas, creadores de historias (tanto de ficción como reales) que vayan más allá del tiempo finito de un concurso.
Volved a vuestras sombras y atended los asuntos que os ocupan y, cuando deseéis, venid y charlaremos, o leeremos juntos otros cuentos… en verso o en prosa, como queráis.
¡Oh, Dies Irae! Ha bajado el telón de otro año vivido. Contrito quedé al no ver tu relato en esta primera votación. El certamen sigue adelante, empero. Sorpresas quedan por vivir.
No desaparezco, no. Seré sombra intermitente…
Que este nuevo año de fatídico nombre te sea propicio y memorable.
Este humilde «titiritero de tinta» (¡qué expresión tan bella!)te desea por lo menos tanta inspiración como la que tienes ahora y muchos tinteros en donde puedas impregnar tu pluma mágica para seguir encantándonos con tus relatos durante todo este año que acaba de comenzar.
Bonne et Heureuse Année! Santé et beaucoup de chance chère collègue.
También quiero felicitarte por los progresos realizados en francés. Ya verás como al final te va a entrar el gusanillo y te vas a animar a estudiarlo otra vez, a pesar de las conjugaciones.
En cuanto a lo de hallarse a uno mismo y si te sirve de consuelo, te diré que yo llevo mucho tiempo -desde que nací- buscándome y todavía no me he encontrado. Mi espíritu sigue (di)vagando a través de la oscura noche en busca de algún pequeño resplandor que me guíe hasta la ansiada -¿utópica?- fuente de luz que pueda iluminar el sendero por donde camino y saciar la sed de mi espíritu tan inquieto y necesitado de conocimiento. Y ahí sigo…
Por eso hay que buscar también en otras vidas anteriores por si acaso encontramos en alguna de ellas ese resplandor del que te hablaba.
Y al hilo de esto, chère Marguerite de Bellefôret, he indagado que después de tu experiencia con la comunidad hurón decidiste desplazarte a algunos lugares donde el más olvidado de entre todos los poetas muertos había residido para indagar aún más sobre su tan fascinante vida. Navegaste corriente abajo entre inmensos bosques de abedules hasta llegar a Tadoussac, en la desembocadura del río Saguenay, allí donde las aguas del San Lorenzo son ya casi tan saladas como dulces, que fue el primer punto de encuentro con las comunidades amerindias para el comercio de pieles que los franceses establecieron a orillas del río San Lorenzo. Hoy día y por eso de las modas a este lugar le llamarían «the first business meeting point».
Allí supiste que Auhaïtsic -«pez escurridizo» en la lengua de los nativos, como seguramente ya sabrás-, además de dedicarse al estudio de su lengua y costumbres, veló por que el floreciente comercio recién establecido entre europeos y amerindios, en este caso con la comunidad algonquina, fuera lo más equitativo posible para ambos, aunque los posteriores conflictos entre «blancos» -franceses e ingleses- acabaran envenenando aquella primera toma de contacto. Por cierto, hay una leyenda del pueblo algonquino que podría explicar el origen del nombre de esta región. Vale la pena investigar a este respecto. Marguerite de Bellefôret lo hizo y descubrió algo muy interesante. Si tú también lo haces a lo mejor te encuentras contigo misma a través del agujero de gusano cósmico.
Continuará…
Meilleures salutations et gros bisous. À la prochaine.
Que los dioses te sean propicios y todo lo que te llegue este año sea bueno. Un abrazo
Extrañas fiestas mías las de este año; aún más se agradece el recuerdo, Don Juan Tenorio, Lamari, Edgard, Asesino y todos, en los pocos momentos libres en que puedo asomarme. Leo en otros hilos deseos también de salud y suerte, y me uno, cómo no, a ellos. Para todos, colegas de lecturas y escrituras, que las letras os sean propicias, que seduzcan a lectores y jurados, que transformen los miedos y las neuras en ficciones controladas por nuestros hilos de titiriteros de tinta y se impregnen de la belleza y ternura de aquello que amamos y nos ama.
Feliz y próspero año nuevo a todos.
Feiz Navidad, apreciada Dies Irae.
Un saludo verde y rojo, como imprime la tradición…
Dulce y suave el sonido del clarinete, acompaña bien este adviento que no se da por vencido. Gracias, Lamari.
Pasad buenos días.
https//www.youtube.com/watch?v=0XRRcK9KOCg
Dies Irae…
¡ Quantus tremor est futurus,
quando iudex est venturus,
cuncta stricte discussurus !
Lo dejo en latín porque sabes perfectamente traducirlo.En mi tierra cuando alguien sabe mucho se dice…»Sabe latín».Dentro de poco será así, el verdadero juez vendrá a juzgar quién se lleva la estatuilla.No sé con qué vara medirá ,pero sabes perfectamente que el tuyo estará entre los diez seleccionados.Tengo la impresión de que te conozco, puede que alguna vez nuestros caminos se hayan cruzado en esta vida o en otra, pero mejor dejarlo así porque entonces perderíamos nuestro glamour y yo sólo tengo glamour cuando me visto de flamenca y me pongo la fló, porque sin disfraz no valgo un duro en esto de escribir.Es una tapadera para que mis faltas de ortografía pasen desapercibidas, me entiendes?…Claro, eres más lista que el hambre.
Bueno, creo que no he echo el comentario merecido a este relato, pero es uno de los que no me puedo permitir hacerle bromas, por eso me he quedado en bragas para escribir, perdón, «bragas» en el sentido figurado, realmente estoy en pijama ( anoche me fui de juerga a otra bodeguilla que no es la de Asesino. » Casablanca» pone unas gambas de esas » ganadoras» y que sus bigotes no se quedan pegados en los dedos porque son realmente unas frescas, de Huelva y cantan fandangos antes de que le arranques la cabeza y se la chupes.jejej Yo no la chupo porque me da asco, pero todo el mundo lo hace jejej.)
Verás Dies, afortunadamente la guardia y custodia de ese niño quedó a cargo de sus abuelos.Otros tienen la peor de las suertes y queda encomendada a una figura jurídica que precisamente no se lo lleva a su casa y lo envía a un centro de acogida.No sé que pasó con » mis niños», no quiero saberlo, ya serán más que adolescentes y sólo espero que no me recuerden amasando la plastilina en una institución cercada como esa cárcel, sólo quiero que me recuerden haciendo figuras de plastilina pero mientras ellos me decían con media lengua…» señorita mi madre es más guapa que tú» jajajaj.
No sé si te has documentado,pero has descrito algo con pelos y señales de una forma muy elegante y sin dramatismo.Palabra que se repite en este certamen, pero que no hay otra más adecuada.Un cielo muy negro donde ha brillado estrellas del color de esas plastilinas.Espero que la justicia tenga benevolencia hacía esa mujer y ese niño vuelva a los brazos de su madre encontrándose de nuevo con ese corazón late de forma acelerada.
Pd__Y como me corrijas este comentario te pongo dos velas negras jejeje
Te dejo mi amigo invisible.Suerte y felices fiestas con cava de Extremadura
https//www.youtube.com/watch?v=r-h3_uDfR1g
Salud y suerte compañera
Inciso personal: de vuelta a los pasillos verdes, último round, aunque los corazones de plastilina tienen una resistencia inesperada. Tiempo de poner otras vidas, de ficción o no, entre paréntesis, igual que la conversación. Luego vuelvo; salud y suerte, compañeros.
Lo extraño de haber vivido alguna que otra vida anterior es que en ésta que vivimos ahora ya no nos acordamos de lo que fuímos en la otra. Si acaso alguna visión fugaz que tenemos de vez en cuando y que nos deja la impresión de haber realizado anteriormente una determinada experiencia.
Quizá sea mejor así, porque si recordásemos vidas anteriores esto podría condicionarnos demasiado nuestra vida presente.
O puede que no, que sería más conveniente acordarnos de todo lo que hicimos para no cometer ahora los mismos errores.
¡Quién sabe! Y tú, ¿qué piensas al respecto?
He indagado un poco más en esa vida anterior tuya y te puedo decir que fue una vida llena de aventuras.
Tu primer destino en Nueva Francia fue la ciudad de Québec, cuyo nombre significa en lengua amerindia «donde el río se estrecha». Tu familia se había establecido allí porque tu padre se dedicaba al negocio de las pieles, tan floreciente en aquel momento. Fue allí donde decidiste seguir las huellas del gran poeta y aventurero P. A. M. de la Pocatière, pues desde que oíste hablar de él por primera vez en el Viejo Continente se apoderó de tí un gran deseo, el de conocer más a fondo a este antropólogo que fue el primero en estudiar la vida y costumbres de las comunidades autóctonas de América del Norte. Él fue también uno de los europeos más críticos con el proceso de colonización que estaban llevando a cabo en aquellas tierras tanto Francia como Inglaterra, con sus continuas guerras que terminaron por implicar a dos de las comunidades más importantes de la región: la de los «hurones» y la de los «iroqueses». Los primeros se aliaron con los franceses, mientras los segundos lo hicieron con los ingleses.
Tu primer contacto con la cultura amerindia fue precisamente a través de la comunidad hurón, con la que te había puesto en contacto un sacerdote jesuíta amigo de tu familia y que había fundado la misión de Sainte-Marie dentro de esa comunidad, que también había sido la primera en ser estudiada por el gran poeta. Él había aprendido rápidamente su lengua y sus costumbres. De hecho, después de un año viviendo como uno más entre ellos, le adoptaron y le dieron el nombre de «Auhaïtsic».
Por cierto, todavía no te he dicho cual era tu nombre en aquella época. Te llamabas Marguerite de Belleforêt.
Seguiré indagando.
Meilleures salutations chère «Jour de colère»
Ohh.. Gracias, aunque sea un exceso, David.
Iri, en la vieja bodega te está esperando una buena lumbre, jamón y queso, para compartir densas cavilaciones por el estudio de los relatos más votados…pensemos, hermana, pensemos…el Certamen puede ayudar a encontrar respuestas a los inquietos plumillas, que diría la ínclita Lamari. El gato ronronea, indiferente a mis estadísticas y el diablo está casi apagado de puro aburrimiento. Creo que necesitamos tu visita.
Literatura, amigos: unos aspiramos a hacerla, y Dies Irae la hace, suave y profunda.
Te echaba de menos… y veo que estás de recorrido general y reparto a manos llenas. Claro, sin cuerpo mortal que arrastrar, ya podrás. Gracias por la parte que me toca. Las mías las tienes desde el principio, tantas como besicos.
No te pierdas por esos mundos lejanos y fríos que, aunque ya no necesites vino ni jamón, siempre querremos seguir inventando historias al amor de la lumbre.
Con tanta tontería espiritual y tanto ataque robótico acabo de caer en que no te había dado mis diez estrellas. Ahí las tienes con mi abrazo, dulce y loca marquesa.
Y lo era… juro que el comentario pendiente de moderación había desaparecido. Pues doblemente gracias, amigos.
Gracias, Anquises y nuak, por vuestros generosos comentarios.
Hasta pronto y mucha suerte!!
(Este foro es como un déjà vu permanente, juraría que esto ya lo había escrito.
Anquises y Nuak, gracias a los dos por vuestra generosidad. Un abrazo y mucha suerte!!
Hola, Dies Irae. He intentado dejar a un lado mis gustos personales (se me atraganta el recurso a los malos tratos o a las grandes tragedias desde mi convicción de que un buen relato no precisa de muertes) para valorar lo bien escrito que está el relato, cómo vas soltando con acierto contundentes flashes de infancia traumática, cómo desgranas imágenes para generar sensaciones vivas en el lector. Impacta.
Suerte
Me gusta tu relato. No creo que pueda aportar mucho a lo que te habrán dicho en tantos comentarios y lo que te diga quedará corto para la calidad que percibo en él y que soy incapaz de describir. Pero lo voy a intentar. Me sorprende gratamente donde colocas el foco desde el cual vemos la acción. Son ojos infantiles, pero nos lo narra una persona ajena, adulta que nos interpreta lo que piensa y siente Ángel. Está muy bien porque tenemos la visión infantil, tan inocente y primaria, pero enriquecida por la madurez del narrador, que nos narra una historia de desgraciada actualidad, dura y dramática, en contraste con la candidez del niño y narrado de forma fría, elegante, poética a veces, con detalles que la hacen entrañable,como la plastilina y el carrusel. que hacen que nos identifiquemos con el pequeño y estemos mucho más cerca de su mundo.
Felicitaciones y suerte.
Los robots atacaron de nuevo… Insisto:
Te contestaba, Edgar Alan, que a pesar de que mi «ludopatía pseudoliteraria» me pierde, son malas fechas. Entre prosaicos quehaceres y copiosas comidas, las cuchipandis varias me roban demasiado tiempo. Aún así, me he distraido revisando al Sr. Lévi-Strauss (intrincados son los caminos de San Google) y he disfrutado con un laurentiano que me llenó los ojos de versos, hermosos en mi intuida, supuesta o inventada traducción del francés. Pero, tristemente, los nombres no coinciden. Aún así, seguiré robando tiempo al tiempo para recorrer esa lúdica senda interior que me propones.
Aunque deduzco que, si es cierto lo que dices, en otra vida debí ser muy diferente. Historiadora (concienzuda y perseverante)… y en tierras gélidas (mi reino por un rayo de sol)… no sé.
Felices juegos de palabras, estimado amigo.
Gracias, Metafastro. Mucha suerte para ti también y ojalá que siga habiendo siempre un hueco para la poesía.
Un abrazo.
Dies Irae, mi enhorabuena, no había podido leer los relatos y me ha encantado. A mí también me dan miedo los cipreses y esos nombres que gritan desde el mármol luchando por ser leídos y recordados.
La visión de un niño es la más pura y también la más escalofriante. Sólo ellos tienen el privilegio de ver las cosas desde los dos mundos en los que viven.
Me gustan esas frases poéticas que intercalas en la cruda realidad y que transmiten lo que te comentaba de los dos mundos. El contraste feroz esa es la clave de tu relato.
Muchas felicidades y mi voto.
Como habrás podido constatar mis dudas eran razonables con respecto al pequeño incidente técnico acaecido esta madrugada.
Al final no te llegó mi comentario. Por eso te envié otro para contarte la anécdota. Enfin, c´est la vie!
Te daba las gracias esta pasada madrugada por tu apoyo en favor de mi cruzada por un mundo plurilingüe desde la cuna. (Por cierto, te tengo que contar una buena historia:
Una persona que habla tres idiomas es «trilingüe». una que habla dos es «bilingüe», y la que solo habla uno es…..
«¡inglés!»).
También te comentaba que en esa vida anterior tuya cuando eras compatriota de Balzac, de Dumas y de tantos otros genios de la literatura a los que no nombro porque me eternizaría, creo que pasaste más tiempo en Nueva Francia que en el Viejo Continente. Y creo que esto fue así porque hasta allí te llevó el rastro que había dejado el gran Pierre André Michel de la Pocatière -el más olvidado de entre todos los poetas muertos-, quien además de ser un virtuoso del verso, era antropólogo y sobre todo un intrépido aventurero. Y tú quisiste saber más sobre el personaje, no conformándote con la poca información que obtuviste a través de algún viejo libro de historia. Así un día decidiste seguir sus pasos para conocer mejor a un hombre que dedicó una buena parte de su vida al estudio «in situ» de las comunidades amerindias y que acabó por formar parte de ellas como un miembro más. Entonces, un siglo después que él, cogiste un barco rumbo a la «Nouvelle France» con la intención de recopilar en persona los suficientes datos que necesitabas para escribir su biografía. Evidentemente debías de haber sido historiadora. De momento es todo lo que te puedo contar.
Y a tí, chère «Jour de colère», ¿te dice algo todo esto?. Busca en lo más profundo de tu alma y quizá encuentres una respuesta.
Bises
No sé que ha pasado. De repente ha saltado la página mientras te estaba escribiendo y ahora tampoco sé si te va a llegar o no.
Enfín, como hay que esperar un rato para ver si te ha llegado y dada la hora que es, miraré por la mañana y te daré noticias mías.
Bonne nuit
Cachis diez, Edgar Alan, ahora me has dejado la neurona trastornada con los besos femeninos y masculinos y mi antigua filiación francesa: como Dies Irae (¿o Jour de colère?), supongo que formaría parte de los revolucionarios; como la condesa, supongo que caí en la guillotina. Cuéntame más de esa vida anterior, que estoy en un sinvivir en ésta.
En cuanto a las traducciones, no soy tan tajante (y sí muy egoísta), pero exigiría un estricto control de calidad. No sé cómo, y reconozco que siempre habrá esencias evaporadas en el proceso, pero, por favor, no me prives de casi toda la literatura mundial. Eso sí, te apoyaré en el aprendizaje de idiomas varios, cuantos más mejor, desde la cuna.
(Canadienses no conozco más que a Cohen, que leo/escucho en inglés aunque, de oídas, chapurreo con él:
«J’ai changé cent fois de nom,
j’ai perdu femme et enfants
mais j’ai tant d’amis;
j’ai la France entière.»)(Copiado de por ahí, por supuesto, espero que esté bien.)
Besico con cierzo y sol poniente, que yo a esas horas tuyas duermo como una bendita.
«Oh mon Dieu, je ne mérite pas un tel honneur!» exclamó en una ocasión el más olvidado de entre todos los poetas muertos, el gran Pierre André Michel de la Pocatière, injustamente apodado Ben Labedaine por sus numerosos detractores, tan tristemente olvidado que ni siquiera es citado en la «Wiki».
«Une telle injustice est terrible!» -añado yo.
Como puedes ver aquí, ma chère Dies, el francés no es tan difícil, a pesar de las conjugaciones.
Cuantas más cosas voy descubriendo de tí por vía de tus comentarios, más convencido estoy de que tú fuíste francesa en una vida anterior. No sé cómo explicártelo, pero cada vez lo veo más claro.
Una vez más ha sido para mí un inmenso placer volver a leerte. ¡Qué razón llevas cuando dices que leer traducidos a los poetas franceses es una ruina! Y muy bueno el ejemplo que pones. Pauvre Rimbaud!
Aunque suene un poco exagerado, a veces pienso que no se debería traducir ningún texto literario de un idioma a otro. Los manuales de instrucciones son otra cosa. Esos sí se pueden traducir. Pero un texto literario es demasiado importante como para arriesgarse a que pierda la verdadera esencia que su autor ha querido plasmar. Así nos veríamos obligados a interesarnos más por los otros idiomas y los aprenderíamos desde pequeños con mucha más facilidad.
Enfín, tampoco soy quién para decir lo que habría o no habría que hacer.
Como verás por la hora a la que te envío estas palabras,
mi espíritu vaga en la madrugada como una de esas almas en pena que tantos quebraderos de cabeza dieron a los verdaderos propietarios de mi seudónimo. Pero la verdad es que siempre me han gustado la paz y el silencio que se respiran a estas horas. Y también porque tengo bastante trajín durante el día y la mayoría de las veces no me da tiempo a hacer todo lo que me gustaría. Pero bueno, para eso está la noche y sobre todo cuando al día siguiente uno no tiene que madrugar.
Otra vez ha sido un placer pasarme por tu casa para dejarte un afectuoso saludo.
«Grosses bises»-en femenino- et «Gros bisous»-en masculino-
Hoy empiezo mi votación. Espolvoreo mis estrellas para usted. Bien ganadas.
Vaya, querido Edgard… Ésa es una respuesta de las que dejan a Dies Irae en Día de la sonrisa blandita. Qué bellas palabras, todas, darían para seguir una larga correspondencia, pero… Y por qué no.
Deudas, ninguna, que ya hay bastante con la pública: todos aprendemos si todos aportamos. El intercambio es lo más positivo de los comentarios.
La sombra de los genios(yo a veces me pregunto para qué escribir si es imposible decir nada mejor de lo que ya se ha dicho) es, sin duda, la mejor maestra.
De tu relato: interesante la visión del vagón/ataúd; yo no la capté, desde luego. Pero es que tengo edad suficiente para haber viajado en ellos. Menos mal que no me sentía entonces en mi último viaje, jejé. Pero sí podrías trabajar más ese detalle para que fuese un poco más evidente, y si es desde el punto de vista de las sensaciones del protagonista, le aportaría más alma… y no insisto más.
Del mío: gracias por tus palabras generosas, ahora sí. No quise interpretar el «Ay que triste vida», ni para bien ni para mal. Dies Irae es impulsiva y eso no es bueno siempre. Igual contesto agradecida sin saber ver una burla, que malinterpreto un halago y saco los demonios a pasear. Me gustan los foros, pero cómo echo en falta el gesto y la expresión corporal…
Ay, el francés, esa asignatura pendiente. Lo intenté, sabes, hace unos años. Pero tuve que desistir, mi neurona no da para recordar tantas conjugaciones. Los que aprendimos el simple idioma bárbaro de los sajones perdimos el entrenamiento. Lo siento, porque leer traducidos a los poetas franceses es una ruina. Mira, por ejemplo:
UN SUEÑO PARA EL INVIERNO
En el invierno, iremos en un pequeño vagón rosa
con cojines azules.
Estaremos bien. Un nido de besos locos reposa
en cada rincón mullido.
Tú cerrarás los ojos, para no ver, tras el cristal,
gesticular a las sombras de la tarde,
esas monstruosidades malignas, populacho
de demonios negros y de lobos negros.
Entonces sentirás la mejilla arañada…
un pequeño beso, como una araña loca,
te correrá por el cuello…
Y tú me dirás: «¡Búscala!» inclinando la cabeza,
–Y nos tomaremos tiempo para encontrar a esa bestia
–que es muy viajera…
o bien:
En el invierno iremos en un vagoncito rosa
con almohadones azules.
Estaremos bien. Un nido de besos locos reposa
en cada una de las blandas esquinas.
Cerrarás los ojos para no ver a través del cristal
hacer señas las sombras de la noche;
esas ariscas monstruosidades, populacho
de negros lobos y negros demonios.
Después sentirás tu mejilla rozada.
Un leve beso, como una loca araña,
te correrá por el cuello.
Y me dirás: «Busca», inclinando la cabeza;
y dedicaremos nuestro tiempo a encontrar
ese animalito que viaja mucho.
Y creo que no me gusta ninguna de las dos. Tradutore tradittore… Por cierto, que con otro poema de Rimbaud aprendí lo de los besos fuertes y el cierzo: bise [biz] f. 1 Cierzo m., viento m. frío 2 fam. Beso m.: une grosse –, un beso muy fuerte. Pero lo dejaremos para otro rato, que ya me he alargado, para variar, muchísimo. Y es que es un placer…
Estimada además de admirada Dies Irae:
Es un gran honor para este humilde aprendiz de aprendices de escritor que me hayas dedicado todo ese tiempo que ciertamente no merezco. Te lo agradezco profundamente, al igual que te doy las gracias por tu crítica tan cargada de espíritu constructivo. Tal y como le decía hace poco a nuestro estimado colega Lovecraft, vuestros comentarios son la salsa del concurso. Estoy en deuda con vosotros por lo mucho que estoy aprendiendo. Y te voy a confesar un secreto, ahora que nadie nos oye. Me hace muy feliz el ver que el primer relato que envío a un certamen en toda mi vida esté despertando más interés del que nunca hubiera imaginado -no te digo nada cuando he leído lo que me ha escrito «lamari»-. Esto ya es para mí un magnífico premio. Y también es un gran halago que me digas que escribo bien, aunque sé que aún me queda mucho camino por recorrer hasta llegar a ser al menos la sombra de alguno de los dos genios que tan generosamente han accedido a ayudarme con mi seudónimo. Gracias otra vez (me voy a acostumbrar mal y luego…).
Me hubiera gustado que el narrador te hubiese hecho sentir lo que verdaderamente quería expresar. De todas formas es imposible que un relato provoque el mismo sentimiento en todo el mundo. Lo importante es que despierte algún tipo de sentimiento, ¿no crees?
Si mi relato ha despertado en tí algún sentimiento que acurrucado dormía entre las alas de tu subconsciente, me doy por satisfecho, aunque para tí le falte «ese algo» necesarío para que tú le eligieses como uno de tus favoritos.
En cuanto a lo de contar la vida del emigrante mientras éste viaja en un viejo tren de regreso a la tierra que le vio nacer, a continuación te explico como concebí esta idea:
En realidad «el pequeño vagón con asientos de madera» es una metáfora del último viaje que iniciamos en esta vida con destino a la otra y que, por lo menos en el mundo occidental, solemos realizar en un ataúd.
La verdad es que no sé si algún lector del relato lo ha entendido así. Nadie me ha comentado nada a este respecto (no, si al final voy a convertirme en otro incomprendido más). Como pasa siempre, todo es mejorable afortunadamente. Y la meta debe ser esa, intentar hacer las cosas cada vez mejor, aprendiendo cada día de los demás -y sobre todo de aquellos a los que injustamente consideramos «menos listos» que nosotros- y de todo lo que nos rodea.
Y en lo que respecta a «Alma de carrusel», en primer lugar quiero disculparme contigo por el escueto comentario que te dejé después de una primera lectura. Me salió del alma, créeme. Luego me quedé sin palabras. Por eso no escribí nada más. Prefería leer tu relato una segunda vez antes de volver a llamar a tu puerta. Tu historia cuenta -y denuncia- muy sutilmente un hecho tan execrable como, por desgracia, frecuente. ¡Ojalá que esto no ocurriera nunca! De ahí mi comentario. La verdad es que no sé qué más puedo añadir a lo que ya te han dicho. Sólo darte la enhorabuena por lo bien que escribes y mejor que lo vas a hacer en el futuro.
Ah, también quería comentarte que me ha sorprendido un poco que me digas que no sabías en qué sentido interpretar esas cuatro palabras que te dejé en mi primera visita, pues inteligente como tú eres estaba seguro que las ibas a interpretar en su justo sentido. Me imagino que ahora ya no tendrás ninguna duda, ¿o aún sí?
Por último, y con esto acabo, no me negarás que por lo menos lo que sí que he conseguido con el ¡Ay que triste vida! es que entre tú y el asesino os traigáis un poco de «cachondeíto» a costa del dichoso comentario. Os tengo que confesar que a veces también me gusta enseñar el «trapo» por si alguien me entra. Es muy interesante, además de hacernos pasar un buen rato. Y en lo que se refiere al «francés», ma chère Dies Irae, y aunque no sepas «ni papa»,
siempre podrás hacer otros agudos juegos de palabras en otros idiomas que sí sabes.
A lo que yo me refería es que el francés es un idioma que por su fonética, permite realizar ciertos juegos de palabras que por ejemplo en español no se pueden realizar. Te pondría algunos ejemplos pero como no sabes «ni papa» quizá en un futuro se nos vuelva a presentar la ocasión, nunca se sabe.
Por cierto, si alguna vez te da por aprender francés, que sepas que entre otras cosas también me gano la vida enseñando este bello idioma. Habla conmigo y a lo mejor llegamos a un acuerdo. Te prometo que te haré un buen precio.
Meilleures salutations et gros bisous -seguro que lo entiendes-
Qué va, Espíritu espirituoso. Es lo propio de él, de su mismísima propiedad. El placer reside en la conquista y luego… hasta más ver. Tengo yo poco de novicia Doña Inés para cambiar sus hábitos y los míos (obsérvese el agudo juego de palabras y eso que no sé ni papa de francés) y dejarme seducir por fantasmas a estas alturas. Otra cosa son los seres mortales como los modelos de buscador de hotel, tan cercanos pero tan inaccesibles…
Me miro en el espejo de relatos, versos, cuentos y novelas, y siempre salgo mal parada. ¡Qué le vamos a hacer!
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.
Miguel Hernández.
¡Ay, qué triste vida! Que no, mujer, que sólo le echaba la culpa de la desaparición de Don Juan al extintor que empuñas desde hace días. Lo tienes por ahí, brandiendo la espada y con los ojos llenos de espuma…que digo yo, porque es mosqueante éste silencio.
Dejame un tiempo, que estoy buscando un veneno incoloro, inodoro e insípido pero lleno de glamour. Mientras, entretente con mozuelos de buen ver y sigue empolvando la nariz y mirándote en los espejos. Lo de la luz de gas no termina de convencerme.