38- Una toalla limpia. Por Lucile Angellier
- 13 junio, 2011 -
- Relatos -
- Tags :
- 61 Comentarios
El hombre se miró en el espejo complacido. Su rostro de águila famélica no parecía disgustarle, ni siquiera la pequeña verruga que nacía al abrigo de su nariz, en el lado izquierdo de la cara. Enfrascado como estaba en mejorar su aspecto, aún no había reparado en la pequeña mancha negra que cambiaría su vida. Sus ojos plomizos buscaban con afán aquellos pelos díscolos que se habían atrevido a escapar de un afeitado metódico, casi obsesivo. Los fue arrancando con las pinzas, uno a uno, sin mostrar dolor. Se ahuecó el cabello de forma estratégica para evitar que su calvicie quedara a la vista, y echó una última mirada al espejo. Justo al lado leyó el típico letrero sobre el cambio de las toallas.
Estimado cliente, ¿sabe usted cuántas toallas se lavan al año en el mundo de forma innecesaria?, ¿se imagina la cantidad de agua que podría ahorrarse?…
Bla, bla, bla… ¿Por qué tenía que secarse él dos veces con la misma toalla? ¿Acaso no pagaba el ayuntamiento los doscientos euros que valía aquella habitación? ¿No era suficiente ese dinero para disponer de una toalla limpia y perfumada cada día? Cogió la suya y la que había usado su mujer, que ella había dejado bien dispuesta en la barra, y las arrojó al fondo de la bañera. Qué bien le había venido la conciencia ecologista al gremio hostelero para ahorrarse una pasta en lavandería.
Volvió a mirarse en el espejo, una vez más, no vio la mancha. Sin rastro de culpa se dirigió hasta el termostato del aire acondicionado y lo puso al máximo. Lo dejaría así hasta que volvieran de la fiesta, ya de madrugada. Sonrió pensando en el despilfarro; en su casa nunca lo haría, le dolía demasiado al bolsillo, aquí ya estaba todo pagado.
Observó fastidiado a su esposa, aún no había decidido qué ponerse para asistir a la fiesta, no entendía para qué se tomaba tantas molestias, si todo lucía mal en aquel cuerpo esculpido por los michelines. Era una gala destinada a recaudar fondos para la conservación de los ríos de la comarca. A él, le aburrían estos acontecimientos sociales, pero su relevante puesto político no le permitía faltar. Nunca se sabe dónde puede estar el voto, se dijo, mientras ensayaba la sonrisa complacida que mostraría a aquellos estúpidos ecologistas.
Por fin, su mujer se decidió por uno, negro; buena elección, pensó, mientras recordaba que en la última fiesta apareció con un vestido amarillo canario, nunca se había sentido tan avergonzado de estar casado con semejante foca. Se entretuvo en mirarla mientras ella se aplicaba la máscara de pestañas; llevaba demasiado maquillaje; sin embargo, insuficiente para ocultar las arrugas que cuarteaban su rostro. No le gustaba. En realidad, ya hacía tiempo que no sentía nada por ella, pero aún podía serle útil. Pertenecía a la alta burguesía de la ciudad, tenía buenos contactos, sabía desenvolverse en las fiestas y gracias a ella había conseguido cerrar negocios muy lucrativos. Así que, a pesar de lo que le había prometido a Nikita, una prostituta del club Rose´s, por ahora no se divorciaría. Y si algún día lo hiciera, no sería para casarse con una puta rusa.
Se hartó de contemplar los afanes de su mujer por parecer hermosa y, con un gesto de hastío, miró lo que le rodeaba. Mármol italiano, váter de diseño, bañera con jacuzzi… De pronto algo llamó su atención, vio con sorpresa que las toallas no estaban en el fondo, se encontraban colocadas de nuevo en la barra, dobladas con la pulcritud que derrocharía la más eficiente camarera de pisos.
—Clotilde, ¿Por qué has recogido las toallas?
—¿Qué? Yo no he sido, pensé que lo habías hecho tú.
—No digas tonterías, yo las dejé en la bañera, la mía y la tuya.
—Lo mismo estabas distraído y volviste a colocarlas —dijo la mujer sin mucha convicción.
—No me gusta que me gastes estas bromas, no vuelvas a hacerlo.
Sin añadir nada más, las agarró con violencia, las arrugó y volvió a lanzarlas dentro de la bañera. Después se aflojó la camisa. Hacía demasiado calor. Cayó en la cuenta de que sólo un momento antes había puesto al máximo el termostato; una avería, justo lo que le faltaba ahora. Clotilde aún tardaría unos minutos en arreglarse. Miró la rueda, y vio que la temperatura marcada era de 30º, mientras que él lo había programado a 15º. Pensó en gritarle a su esposa, pero se limitó a bajar los grados.
Entró de nuevo al baño. Clotilde ya estaba fuera, colocándose un vestido de fiesta demasiado ajustado que marcaba cruelmente sus redondeces. No le dijo nada, no quería que se enfadase, necesitaba que esa noche lo ayudara a lidiar con los ecologistas. Sin ella se encontraría en un aprieto. No sabría cómo defenderse de sus puyas; lo acusaban de urbanizar un terreno en trámite de calificación de paraje natural. Total, porque allí volaban unas cuantas parejas de patos a solazarse y engendrar patitos, como si no hubiera ya suficientes aves migratorias en el mundo.
Echó un vistazo a la bañera y comprobó con enojo que las toallas estaban otra vez dobladas, bien colocaditas, como dos soldados a punto de inspección. Las arrojó al suelo, con rabia contenida. No le dijo nada a Clotilde. Ya llegaría el momento de vengarse.
Se miró de nuevo en el espejo. Podía pasar las horas así, contemplándose, observando el reflejo acerado de sus ojos en aquella superficie bruñida. Desde pequeño le había fascinado el mundo de los reflejos, la posibilidad de que existiera alguien idéntico a él; de que, en realidad, dentro de aquellos objetos fríos viviera otro ser, su doble. Fue entonces cuando reparó en la pequeña mancha; parecía un resto de vaho, aunque ya hacía rato que terminaron de ducharse, debería haber desaparecido. Se acercó más al espejo y la mancha tomó forma, unos ojos, una nariz y una boca; todo negro.
En aquel espejo vivía una cara.
Se retiró de golpe, asustado por la impresión. Desde lejos seguía pareciendo una pequeña imperfección provocada por el vapor, pero sabía que si se acercaba todo cambiaría. Un sudor frío le recorrió la frente, formando dos riachuelos grasientos que bordearon sus cejas. Miró hacia atrás y comprobó que seguía solo. Clotilde, que en ese momento se afanaba en combinar las joyas con su vestido, seguía en el dormitorio. Entonces, ¿quién había colocado las toallas?, ¿quién las había doblado con tanta meticulosidad sobre la barra?
Volvía a sentir calor.
Se limpió la frente con energía, sin preocuparse por el peinado, que había perdido parte de su arquitectura y caía de cualquier manera sobre su cabeza, evidenciando la más que incipiente calva. Qué más da, pensó, a Nikita no le importa mi pelo, sólo mi dinero. Sonrió satisfecho. El recuerdo de la joven rusa le dio fuerzas para asomarse de nuevo al espejo, para acabar de convencerse de que aquel rostro negro sólo era un desperfecto del mueble. Fue peor. Pudo ver como la boca se movía, confiriendo a la cara una expresión de angustia, que le recordó al famoso cuadro de El grito. Se estaba volviendo loco o había oído una voz que salía del espejo, que se correspondía con el movimiento de aquellos labios perfilados en negro. Muy a su pesar se acercó un poco más, empujado por una fuerza desconocida. Segundos después, cuando por fin consiguió separarse del espejo, su rostro estaba desencajado por el miedo. No pudo moverse, se quedó allí, inmóvil.
Así fue como lo encontró Clotilde, callado y quieto, como un niño pequeño al que acabaran de castigar. No respondió a ninguna de sus preguntas. Dejó que ella le pusiera la chaqueta y se fueron a la fiesta. Nadie se atrevió a comentarlo delante de él, pero todos lo observaban sorprendidos, el político más locuaz de la ciudad no había abierto la boca en toda la noche, permaneció sentado en una de las zonas más apartadas, con la mirada perdida.
Regresaron al hotel. Clotilde no sabía qué le podía haber ocurrido a su marido en el cuarto de baño. No descartaba que se estuviera volviendo loco, esa manía suya de colocar las toallas y luego echarle la culpa a ella no le parecía muy normal. Lo dejó acostado en la cama. Ni siquiera era capaz de desvestirse solo, así que lo ayudó a quitarse la chaqueta, la corbata, la camisa y los pantalones, todo de marca. Lo observó así, en calzoncillos, y pensó que hacía mucho tiempo que no lo quería. No podía soportar su orgullo, su prepotencia, sus engaños. Sí, sabía que los jueves, después del pleno municipal, se iba a un puticlub de las afueras.
Tras dejarlo acostado, entró en el baño y se admiró del perfecto doblado de las toallas. Parecía que ni siquiera las hubieran usado. Aparte de eso, en apariencia, no había nada que pudiera haber llevado a su marido a ese estado catatónico. Procedió a desmaquillarse, fue entonces cuando reparó en la mancha de vaho e intentó borrarla con el dorso de la mano; no se iba. Se acercó un poco más y pudo distinguir un rostro con ojos, nariz y sonrisa negra, como si fuera un dibujo a carboncillo. Le pareció oír un murmullo que salía del espejo, acercó la oreja y escuchó.
Cuando salió del cuarto de baño ya no era la misma, miró el despojo en que se había convertido su marido, y no sintió lástima por él. En su cabeza aún resonaban los susurros del agua, un idioma desconocido que, asombrosamente, le resultó comprensible. Le habló de desiertos, de árboles secos, de niños sedientos… Supo que nunca podría olvidar esas palabras líquidas, que habían calado hasta lo más profundo de su espíritu. Pudo sentir el frío de la escarcha, el mismo que aprisiona las hojas de los árboles, constriñéndolas en su abrazo helado para luego liberarlas húmedas y plenas. Entendió que en el alma de su marido no había suficiente calor humano para derretir ese abrazo, y que se quedaría así, congelada para siempre.
A la mañana siguiente Clotilde se marchó del hotel, entregó las llaves y no avisó en recepción de que su marido se había quedado allí, esperando…, una toalla limpia.
38- Una toalla limpia. Por Lucile Angellier ,
Excelente relato, muy bien realizado, es atrapante. Esa vida degradada hasta el vacio total y ese espejo revelador, me encantan la temática y el tratamiento. Buena suerte y te deseo lo mejor en el certamen, si fuera jurado, después de esta lectura, estaría seleccionándolo ya para la final.
Excelente tu fábula ecologista, Lucile, se mire por donde se mire.
Confieso que la primera frase casi me saca del relato (El hombre se miró en el espejo complacido, ¿Quién está complacido: el espejo o el hombre?), pero afortunadamente seguí leyendo y pase un buen rato.
Me ha gustado mucho. Durante la lectura me has tenido «atentamente despistada», y lo digo completamente en positivo. Suerte!
INTERESANTE RELATO… DÉJAME DECIRTE QUE YO NO CREO EN ESOS ECOLOGISTAS QUE DICEN DEFENDER LA VIDA Y QUE LAVAN SUS COCHES CON MUCHA AGUA Y RIEGAN SUS JARDINES CON MÁS DE ESTA. AGUA QUE LE HACE FALTA A MUCHA GENTE. NO SE DIGA DE LOS ECOLOGISTAS QUE PERTENECEN A UN PARTIDO POLÍTICO, TIENEN DE ECOLOGISTAS LO QUE YO TENGO DE SERBIO RUSO.
Me ha gustado mucho tu relato. He pasado un buen rato leyendo y te hace pensar en muchas cosas. Felicidades.
Bien narrado aunque la historia en sí no me ha convencido
Gracias por dejar tu comentario,César.
Gracias, Ex-LuchoX, por tus palabras, aún así pienso que en este certamen hay mucha calidad y es muy complicado llegar a la final.
Hola, Rafael, gracias por tus palabras.
Sí, H.K. se me pasó poner una coma después de espejo. Se debió a un cambio de última hora, después de varios repasos cambié la frase inicial y metí la pata. En fin, ya está ahí. Me alegra que luego te haya gustado.
Gracias Júpiter, de eso se trataba de creer cierta intriga.
Hola, Moreda, gracias por tus palabras. Yo no entro en juzgar a nadie en este relato, o sí, a las personas que anteponen sus interes personales sobre todo lo demás, sea la ecología, sean las personas.
Gracias, Estrella, a mí me gustan las lecturas que dejan algún poso, y es lo que intento conseguir cuando escribo.
Me ha gustado el relato.
Un abrazo
Gracias, Barba Negra.
Pues a mí también me ha gustado. Y bastante. Retratas muy bien a ese «cascabel de casa ajena», con una prosa muy fluida que te hace que no puedas despegar el ojo de la lectura.
Suerte, Lucie A.
Gracias, Triana, desgraciadamente hay muchos de estos por el mundo, que se creen superiores por la posición social que ocupan, con derecho a apropiarse de lo ajeno, y con total impunidad, quizás es ésto lo que quiero reflejar en mi relato, incluso más aún que el tema ecologista.
Hola Lucile, acudo a tu propuesta: «Espero tus críticas, por despiadadas que sean.» Me acerco a tu relato con mimo y sin ningún ánimo de ser despiadada, admiro a todo aquel que expone un texto porque sé lo que supone, por tanto espero decirte honestamente lo que pienso de forma totalmente constructiva.
La historia creo que es un poquito «Frankenstein», como cahitos de otras historias todas juntas encajadas de modo forzado, una mezcla que para mi no resulta coherente y lo que es peor, no logro conectar porque me rsulta poco creible.
Una prosa correcta.
Un cordial saludo y mucha suerte en el certamen.
Gracias, Salomé, menos mal que no has sido despiadada, 🙂
Qué puedo decirte, el relato salió de un tirón, luego lleva muchas correcciones, claro está. Me acordé de una pequeña mancha que vi en el espejo de un hotel, parecía un rostro, me dio un escalofrío al verla. Una tontería desde luego, los cuentos pueden sugir de cualquier cosa. Reconozco que el final sí que lo he cambiado varias veces.
Bueno Lucile , ese era el comentario formal sobre el relato, pero ahora entre nosotras, ¿me vas a decir quien movia las toallas?
No seas mala y dímelo porfa :)))
La queja del agua es bonita y misteriosa,me habría gustado que ahondarás ese tema. Pero me gusta tu historia, tal como está, y lo que más el gesto de Clotilde. ¡Ah los politicos! Mucha suerte
y
Gracias, Leonard, te voy a confesar algo, en un comentario anterior decía que cambié varias veces el final. Antes la queja del agua, como tú la llamas, era más larga, más poética, pero tuve la sensación que contrastaba demasiado con el tono del resto del relato.
Repetirte todos los comentarios positivos que ya te han hecho, no tiene sentido; pero si quiero decirte que me sorprende el cómo de un pequeño detalle (la mancha en un espejo) pudiste lograr una historia tan interesante. El gran “Don” lo tienes y de una manera muy profesional. Te felicito sinceramente por ello y te animo a que sigas escribiendo. No comento sobre el tema pues en realidad eso no es relevante ante tus dotes de escritora. Con esa cualidad, estoy seguro que una novela sería para ti muy fácil lograrla. Saludos y te animo a que la empieces cuanto antes.
Gracias, Aval, tu comentario me ha emocionado. En realidad, ya he escrito algunas novelas cortas, incluso tengo una publicada, pero el género que más me atrae; el que me busca, diría yo, es el relato corto.
Sin duda un buen relato. También a mí, como creo que alguien ya ha indicado, me ha recordado, en su desarrollo, un par de narraciones cortas que leí hace tiempo (siento no recordar en este momento sus títulos y autores, pero te garantizo que eran de primera fila), aunque esta circunstancia en nada hace desmerecer tu trabajo, que, me reitero, es bueno por sí mismo.
Suerte.
Gracias, Pepito. Tengo que reconocer que cuando he visto que habías comentado mi relato he sentido cierto temor, sé que no tienes pelos en la lengua.
En cuanto a que haya similitudes con otras narraciones, es probable, en realidad, todo está escrito. A mí me costó mucho asimilarlo, cuando estaba a mitad de una novela le comenté a una amiga su argumento y me dijo que se parecía mucho a otra obra, muy famosa, por cierto, pero que yo no había leído. Estuve a punto de dejarla, me agobié muchísimo. Entonces alguien me dijo que los temas siempre son los mismos: amor, odio, muerte, envidia, celos… que todo está escrito desde los primeros clásicos, que lo importante es el tratamiento que hace cada autor.
De un espejo sale el reflejo de una historia-con minúscula, que la otra cansa je,je.Es broma- con un transfondo muy interesante. Enhorabuena.
Gracias, Jacobinos, mis disculpas, de nuevo, por mi comentario en tu relato, pero fui sincera, creo que nada es bueno en exceso, y ahora se publica demasiada novela histórica, hasta yo estoy planteándome escribir una. 🙂
Buen relato. Enhorabuena.
Gracias, Lola, un saludo.
Lucille, tu relato es de los que atrapa y te deja sumido en el desasosiego, por lo que tiene de fantástico, con ese final abierto, con algunos puntos que quedan sin esclarecer del todo y que son precisamente lo que más me ha gustado. No entiendo a esas personas que necesitan que todos los cabos estén atados y todo lo que sucede tenga una explicación racional.
No obstante, el tema de fondo (el desprecio por el ahorro de energía y de recursos naturales) no es desgraciadamente un punto de vista exclusivo de las personas de clase acomodada. Yo he visto compañeros obreros, en hoteles pagados por la empresa, ensuciar adrede todas las toallas por el puro afán de fastidiar no se sabe bien a quién. La mala educación y la mala conciencia no entiende de clases sociales ni de status económicos.
Gran relato el tuyo y puedo aventurar que tiene muchas probabilidades de llegar muy lejos en el certamen.
Suerte.
Muchas gracias, Caruso. Estoy de acuerdo contigo, ser un indeseable no es cuestión de clases. Además, aunque el relato parezca un alegato ecológico, lo que me interesaba retratar era a ese tipo de personas que sólo piensan en sí mismas y en aprovecharse de los demás.
Engancha de verdad, una narración exquisita… Mucha suerte.
Gracias, Malcom, me alegra que te haya gustado.
Intuyo que en el relato se mueve algo más profundo y una crítica más despiadada que las referencias que hacen algunos comentarios, centrándose en el «alegato ecologísta», esto solo sirve como resorte para lo que se muestra del personaje.
Me parece todo un acierto el comienzo y el mensaje que aparece en el baño del hotel, algo que casi todo el mundo leyó, por decirlo de alguna forma, algo popular. Es un elemento fuerte que nos envuelve a todos los lectores.
El texto es todo un acierto, pero a medida que voy repitiendo su lectura, le encuentro nuevas virtudes, por eso escribo nuevamente. Un abrazo
Ex-LuchoX hable por si mismo y no nos meta a todos los lectores en su juicio. Yo ya lo he leído y en eso concretamente no estoy de acuerdo. Voy a darle otra lectura antes de opinar.
Saludos
La escritura es impecable, pero la historia en sí, el mensaje de la naturaleza, no me convence mucho. Aunque es una opinión muy personal, se me antoja un tema poco «literario»; me refiero en general, no solo respecto a este relato. En cualquier caso, su lectura es amena. Mucha suerte.
Gracias por tu comentario, Infinito, estoy de acuerdo contigo, hay temas que son complicados de tratar desde el punto de vista literario. En este caso me resultó bastante dificil encontrar un final. El principio lo tenía claro, esa mancha negra que se me quedó clavada en la memoria, pero el final me ha hecho dudar hasta el final, valga la redundancia.
Me parece un buen relato, si bien después de la primera lectura me queda la sensación de que alguno de los conceptos se reiteran más de lo deseable (por poner un ejemplo: toallas dobladas), sin añadir más efecto al clima del texto.
Enhorabuena y suerte.
Gracias, Gerardo, por leer el relato y dejar tus impresiones. Un saludo
Buena historia. Me ha recordado a ese hotel perdido en medio de ninguna parte donde acude Jack Torrance en El resplandor y suceden cosas extrañas. La obsesión del político está bien descrita y sus miedos perfectamente definidos en esa mancha inhumana que se traza en el cuarto de baño. Más que lo que han apuntado antes de alegato ecológico, a mí me evoca algo más trascendental: la limpieza del alma. Cuando un espíritu está corroído por dentro no hay toallas, ni curas de conciencia que alivien ese fuego interno.
Gracias, Pillo, mi idea al escribir este relato iba por ahí, hablar de esas personas que se creen por encima del bien y del mal, que no se sienten culpables ni responsables de sus actos, por malvados que sean.
Tu relato ha hecho que pase un buen rato.
Que tengas mucha suerte!
Gracias, Luna, un saludo.
Me encantó (literalmente), cosa que te agradezco. Se puede leer el texto y disfrutarlo y leer entrelineas y volverlo a hacer. Un abrazo y que el éxito haga justicia a tus virtudes como escritor(a).
Gracias, Scorpio, y yo te agradezco a ti tu amable comentario. Un saludo.
Una prosa muy correcta y muy prometedora, como ya te ha elogiado alguien. La trama me enganchó desde el primer momento (bueno, en realidad, desde que se encuentra por primera vez la toallas misteriosamente dobladas). De ahí hasta el final todo fue un continuo. Enhorabuena y suerte para el certamen
Gracias, Ambrose, me alegra mucho que te haya gustado. Un saludo.
Una mezcla de realidad desencantada en el matrimonio y fantasía prometedora.
Puede ser otra forma de verlo, gracias por el comentario, Lupe.
Un relato muy ambicioso porque aborda varios problemas a la vez. Y todos tan universales como el propio Mundo. El cologismo, el político sin escrúpulos, el despilfarro del Norte mientras el Sur se muere de inanición, el matrimonio por interés, el desamor… A mi me ha resultado interesante por su rabiosa actualidad. Todo lo que dices existe, y no hace falta rebuscar mucho para encontrarlo. Me ha gustado especialmente que sea negra (se pueden desprender varios simbolismos, pero ese sería otro debate) la figura que aparece sobre el espejo, y que, finalmente, resulta ser el propio agua. Aunque ese final donde, de repente, su mujer se convierte….Me parece poco creíble. Pero tuyo es el relato y haces de él la gestión que consideres más oportuna. Yo la hubiera enviado a buscarse otro. A rey muerto rey puesto. Una vez que el marido entra en estado catatónico, conviene buscarse otro. Hubiera sido más real.
En fin Lucile, mucha suerte y me alegro por lo que supone de denuncia.
Gracias Noski, por tu amplio comentario. En realidad, este relato nació de una mancha que vi en un espejo de un hotel, ese fue su inicio, no me planteaba hacer un alegato ecologista, pero supongo que mi preocupación por ciertos temas se abrió paso a través de la historia. El final, uffffff que complicados son los finales.
NOSKI, NOSKI…A los maridos hay que dejárselos antes. Una vez que caen en estado catatónico, abandonarlos queda feo. 😛
Lucille, escribes muy bien, enhorabuena y suerte.
Realmente ella lo deja abandonado en el hotel, seguro que con la intención de iniciar otra vida sin él, digo yo, aunque nunca se sabe, los personajes a veces hacen lo que le vienen en gana.
Gracias por tu comentario, Ludelux.
Lo que más me ha gustado del relato es el párrafo introductorio, donde realizas una buena descripción en clave sarcástica. Como fábula ecologista es plausible, aunque no sé, la trama de la mancha en el espejo quizá permitía un desarrollo más fantástico, incluso cómico, si me apuras. Algo me ha quedado claro: no hay que creer a un hombre casado cuando dice que se va a divorciar para casarse contigo.
P.S.: Gracias por el comentario que has dejado en mi relato, Lucile.
Gracias Mormont, ya sé que no a todo el mundo le gusta el tema ecológico, pero este relato me salió así. Un saludo.
Desde luego al hombre este no hay por donde cogerlo, me ha resultado sumamente desagradable por dentro y por fuera… lo que más me ha gustado del relato es precísamente eso, lo bien que lo has retratado… me gusta el final, porque sigue diciéndonos cómo es él: incluso su mujer (que podría haberlo amado por algo que no hubiéramos sospechado) nos revela lo frío que es el interior de su marido. Ni a ella, ni a nosotros, como lectores, nos inspira ninguna compasión. En fin, buen relato!, mucha suerte en el certamen!
Gracias Catch, me alegra mucho que te haya gustado. Un saludo.
Un cuento con mucha garra. El personaje masculino está tan bien delineado que se siente aversión hacia él. El final, aunque triste, no inspira lástima pues tuvo lo que se merecía.
Felicitaciones, y a por el primer lugar!
Gracias, Blanca, por pasarte a leer mi relato y comentarlo. Un abrazo.
Solo por dejar testimonio de que estoy leyendo de nuevo lo que puedo, y me he interesado por tu relato, sigo diciendo que me gusta la narración y la idea de empezar a valorarse esa mujer cuando comprende que el marido no es su dueño ni un ser superior, ¿no?
Suerte
Si esto no desaparece, si tienes tiempo, y sobre todo, si quieres, te pediría que leyeras los comentarios que hago en mi relato de los días 8 y 20 de agosto.
Gracias
He regresado a tu relato y lo saboree mucho más esta vez. Ojala que ya que termine todo esto puedas proporcionar algún blog o algo donde sea posible apreciar otras cosas de tu trabajo. Me supongo que esa novela ya publicada estará a la venta sólo en España. Nos contactaremos después y ya veremos lo que podremos hacer. Saludos y felicidades de nuevo.
Hola, Aval
Gracias por tus palabras, para contactar conmigo no tienes más que pedirlo a la organización del concurso, ellos te darán mi correo electrónico, y así podemos establecer comunicación. Hace unos años hice un buen amigo, argentino, a través de este concurso,aún mantenemos el contacto, incluso llegamos a conocernos personalmente, cualquier sitio puede ser bueno para establecer lazos de amistad. Un abrazo.
Como ya sí parece que se acaba todo (independiente de que se quede en la web e incluso quizás podamos seguir hablándonos), quiero:
Por un lado expresar mi experiencia:
Es la primera vez que escribo algo para darlo a leer a los demás, bueno, no es del todo cierto, al mismo tiempo lo hice con otro relato corto, pero no tiene nada que ver con el seguimiento de este. Y la experiencia ha sido preciosa. ¿Qué iba yo a imginarme que habría tantas personas comunicándose alrededor de este concurso?, ¿cómo iba a pensar que unos días con más tiempo y otros con menos, esto me iba a llenar tanto?, (tanto que estaba deseando acercarme al pc para ver qué había de nuevo).
Y por otro lado expresar mi agradecimiento y felicitación tanto a la administración, que creo que trabaja con muchísimo interés para sacar esto adelante, como al resto de (¡prepárense!), «escritores y escritoras».
Cuando pueda iré tomando nota de sugerencias hechas en varios campos, tanto en recomendaciones estilísticas como en lecturas, (me permito hacerlo yo con los dos libros a los que aludo en mi relato).
Creo que a unos once relatos les he hecho una consideración especial, para decirles que eran los que por uno u otro motivo más me habían gustado. Digamos que en una libreta puse una frase a todos y una calificación. Esos alcanzaron hasta un ocho, pero hay después un número largo con un siete, de relatos que me han gustado, pero casi en todos, me lo ha estropeado la falta de originalidad en temas creo que demasiado socorridos e impactantes. Si volviera a leerlos, seguro que variaría mi opinión cualitativa y cuantitativamente, pero eso ya queda para otros momentos.
De nuevo, gracias a todos y suerte.