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VIII Certamen de Narrativa Breve 2011

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181- Tres cartas al fracaso. Por Antorail

Él

Han sido tantos años juntos que no se ni siquiera como comenzar este escrito. Primeramente decirte que lo siento, siento todo lo que he hecho mal en estos veinticinco años, todo lo que no salió bien, todo lo que no mejoré y en todo lo que te he fallado o, por lo menos, esperabas algo más de mi. Ahora todo se acabó, todo lo que habíamos forjado con tiempo, con dinero, con salud y con un amor incondicional se ha ido al traste… para siempre. ¿Y ahora qué? Es la pregunta que recorre mi mente cada segundo. ¿Dónde quedarán los besos que nos hemos dado, las caricias vespertinas que preparaba para ti, que surcaban tu cuerpo desnudo?… ahora ¿qué será de mí sin mi compañera, mi mejor amiga, mi alma gemela? Es curioso como el ser humano puede llegar a ser tan egoísta, como espera a que lleguen estos momentos para preocuparse por si mismo, por el qué será de su vida, qué pasará a partir de ahora con él. No creas que no pienso en ti, lo que pasa es que se que tú encajas mejor los golpes que yo, que tú mi amor, puedes salir a la calle y cualquiera con dos dedos de frente se quedaría irremediablemente prendado de ti, en mi caso, lo dudo más.

Pero últimamente no es el qué pasará conmigo lo que más me preocupa, no es el futuro de lo que estoy más pendiente, sino del pasado. Ahora vienen a mi cabeza todos esos momentos que hemos vivido, todos los innumerables recuerdos que se me habían quedado ahí, escondidos en algún rincón del cerebro y que ahora que no estás, han salido de su escondite para invadir mi cabeza sin dejar lugar para nada más. Son muchas cosas que no volverán, que se quedarán en nuestras mentes y de las que no habrá más constancia que nosotros. La cara que tenías cuando la enfermera puso a nuestro hijo en tus brazos, como caían las lágrimas por tu mejilla. El olor de tu pelo cuando salías de la ducha, las miradas que en la oscuridad nos dábamos tras hacer el amor, y que, a pesar de no haber ni un ápice de luz, ambos sabíamos que los ojos del otro se clavaban en los nuestros. Recuerdo los momentos felices y los no tan felices, los de la carcajada fácil y los de las lágrima viva. Momentos que jamás volverán a aparecer porque tú te has ido, porque no hemos sabido conservar lo que un día hubo, porque prestamos más atención al resto del mundo que a lo que nosotros sentíamos. Ahora, bajo el prisma de la soledad, del haberlo hecho todo mal, me acuerdo de ti. Se que no volverás, que todo lo que escriba en esta página será en vano porque, lo más probable, es que ni consiga reunir el valor necesario para mandártela. Ahora me doy cuenta de que tuvimos que haber cedido, que debimos habernos guardado el orgullo y pensar en que una relación no sólo se sustenta en un amor irracional, sino en la confianza y en el compañerismo eterno y eso únicamente se consigue con paciencia, constancia y trabajo. Por eso ahora fracasan uno de cada dos matrimonios, por falta de esfuerzo. Nos dedicamos a enamorarnos irresponsablemente, sin darnos cuenta de que necesitamos un coraje y un esfuerzo sobrehumano para que esto funcione, que todo no se basa en el amor. Una lección que aprendimos tarde.

Así que te deseo la mayor felicidad posible. Realmente lo hago. Deseo de corazón que tus disfrutes de tus días lo máximo posible durante los próximos años. Yo quedo aquí, rodeado por estas paredes que se me hacen eternas sin ti y sin los niños. Ahora tengo la paz que desee tantas veces y es también ahora cuando no puedo evitar desear con todas mis fuerzas que la guerra vuelva a estallar. Os echo tanto de menos que tengo que recurrir a esto, a plasmar sobre un papel el garabato de mi vida, con la esperanza que de así mi congoja disminuya, que todo se haga un poco más tenue, a veces lo consigo, a veces no. Vuelvo a mi soledad, a mis noches de pesadillas y recuerdos y lo hago con el temor de que poco a poco se vayan borrando. Cualquier otro lo desearía con la mayor de las fuerzas, yo no paro de pensar que será de mi cuando ya deje de visualizar los que sin duda han sido lo mejores años de mi vida.

Te quiero, has sido la mujer de mi vida, de una vida que ya no volverá a estar completa sin ti, pero supongo que para que llegue a comprenderlo todavía han de pasar muchos años.

 

Ella

Todo ha pasado tan despacio y a la vez tan deprisa. Son tantos años que una se siente extrañada de comenzar una vida sin ti, sin volver a levantarme cada día a tu lado… pero debe ser así. Ahora me despierto pensando qué hicimos mal, cómo conseguimos llegar a este punto de nuestras vidas en que hemos conseguido tirar todo por la borda, todo el trabajo realizado, todo el esfuerzo que nos había costado. Me pregunto si la pasión se fue poco a poco o la descuidamos nosotros, si la confianza que habíamos fortalecido con el paso de los días se fue a al traste con la primera mentira o con la primera media verdad. Fue cuando comenzamos a esconder pequeñas cosas, cuando comenzamos a ver que nuestra vida se atrancaba en la monotonía diaria de un matrimonio que, irremediablemente, se ha de estancar. O acaso ¿no es eso el matrimonio? Debimos pensar que siempre sería como al principio, que los besos y las caricias jamás concluirían y si lo hicieron, no se quien tuvo la culpa, pero se esfumaron. Supongo que como en la historia nadie tuvo la culpa y a la vez, ambos la tuvimos. Que ambos nos dejamos, que pensamos que ya habíamos conseguido asentarnos y que no merecía la pena seguir remando y ese fue el gran error. Siempre hay que seguir remando. Porque el descuidar cualquier cosa lleva irremediablemente a su deterioro, a que ya no sea todo lo bueno que debería. Y eso nos ha pasado.

He pasado contigo los mejores años de mi vida, hemos traído al mundo a un niño increíble al que hemos visto crecer, madurar y que ahora dejamos que comience a autorrealizarse también, con la esperanza de que no cometa los mismo errores que cometimos nosotros, de que comprenda las enseñanzas que le hemos intentado inculcar como buenamente hemos podido, con mayor o menor éxito. Y nada más. Comienza otra etapa de nuestras vidas, algo distinto que no sabrá igual sin ti pero que era irremediable que sucediese. Siempre nos quedará la duda de si hicimos lo correcto o si tendríamos que haber luchado más. Es algo que constantemente nos corroerá por dentro y que jamás sabremos. Sólo ruego para que tú estés bien y que yo encuentre la felicidad que en tantos momentos viví junto a ti. Muchas gracias por todo, siempre estarás presente en mi corazón. Cuídate y, por favor, se feliz

él

Creo que soy el mayor perjudicado, suena egoísta pero creo firmemente que es así. Vosotros habéis vivido vuestra vida, habéis jugado vuestras cartas y habéis perdido la partida. Pero como en toda partida cuando se juega algo, hay más gente perjudicada, yo soy uno de ellos. He crecido con los dos a mi lado, enseñándome todo lo que se, os he visto felices y tristes, apasionados y distantes, pero siempre enamorados. Fue ese sentimiento el que me cautivó, el que me llevó a querer algo similar para mi, el saber que existe un sentimiento que te obnubila, que te teletransporta a un mundo donde los problemas se evaden, no existen quizás. Creí en el amor porque vosotros me lo habíais enseñado como creo en Dios porque vosotros me habéis instruido en su bondad infinita. He buscado entre muchas mujeres ese sentimiento de compañerismo eterno en el que olvidas tus diferencias para fortalecer vuestros puntos de unión, en el que intentas amoldarte a los gustos de otra persona única y exclusivamente por amor, por ese sentimiento mágico que parece estar desapareciendo y que ahora se ha esfumado. Y digo yo ¿y ahora que será de mi? No me refiero al concepto más material de la expresión, ni siquiera a si me seguiréis queriendo o no, eso lo tengo por seguro que será así. Me refiero a qué pensaré ahora cuando una mujer se acerque, me enamore y quiera formalizar algo en lo que ya no creo. Que será de mi condenado a una vida de soledad al ver que el amor más importante de mi vida, el vuestro, se ha ido al traste por completo. No os culpo, entiendo perfectamente que tenéis que ser felices, que debéis vivir vuestra vida lo mejor posible, al fin y al cabo es vuestra, no mía. Pero quiero que me entendáis cuando lloro por las noches en mi cama, cuando me despierto desanimado cada mañana al ver que mis padres, las dos personas más importantes de mi vida, se han separado, se han dejado de querer, han perdido ese sentimiento que creía inquebrantable. Ahora ya nada es igual, para mí desde luego que no. He perdido lo único que creía que jamás me podían arrebatar: la fe ciega ante el sentimiento más imponente del universo, el amor. Ya nada será igual, jamás podría serlo.

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6 Comentarios a “181- Tres cartas al fracaso. Por Antorail”

  1. Rafael dice:

    Francamente, Antorail, todo en este mundo es opinable, pero tampoco aquí veo un relato. Y lo siento, porque hay una buen cargamento de palabras y frases bien trabadas.
    Aparte de eso, leí que el padre habla de los «niños», y luego parece que sólo hay uno.

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  2. MOREDA dice:

    YA LO MENCIONA RAFAEL, NO ES PROPIAMENTE UN RELATO, SON 3 CARTAS, COMO YA LO DICE EL TÍTULO. A MÍ ME GUSTÓ ESTE (LLAMEMOSLO ASÍ) RELATO EPISTOLAR. LLENO DE HERMOSOS CONCEPTOS. ME GUSTÓ LO QUE ESCRIBE EL ESPOSO: «un esfuerzo sobrehumano para que esto funcione, que todo no se basa en el amor». SE TERMINA ESTA RELACIÓN PERO CREO QUE EL AMOR NO SE ACABA EN NINGUNO DE LOS TRES PERSONAJES. EL AMOR SIGUE AHÍ. SUERTE

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  3. LUPE dice:

    Se ve bien claro el sentimiento del hijo, veo demasiado exagerado el de los padres.

    Me ha hecho gracia lo de Él, Ella, él.

    Suerte

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  4. Barba Negra dice:

    Suerte en el certamen.

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  5. Suerte.

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  6. Ambrose Bierce dice:

    Una situación que probablemente se repite con demasiada frecuencia, expresada desde tres puntos de vista diferentes. Me ha emocionado más la disertación del hijo, quizás porque en estas situaciones, donde todo el mundo sufre, ellos sean los que se llevan la peor parte. Bueno, que me ha emocionado. Que le voy a hacer si soy un puñetero sentimental.

    Éxitos para el certamen

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