– Señor Smith, le agradecería fuese tan gentil de no interrumpirme en la historia que me dispongo a narrar.
– Me gratifica tu amabilidad y si bien me huele falsa, la agradezco. No obstante bien sabes que ello no será posible. Esta actitud que me solicitas reprimir forma parte de mi más profunda esencia y me siento absolutamente libre de culpas al respecto.
– Pero… ¡Necesito escribir tranquilo! Maldita sea….
– Ahh, que rápido se nos caen las caretas… ¿Y aquella preliminar diplomacia donde quedó? Apenas existo y ya te conozco tanto… Ambos sabemos que sin mis interrupciones tu relato tal como surgió de tu espontánea iluminación no podría existir. Por alguna razón que solo tú sabrás poseo una naturaleza dual, suerte de doble protagonismo al que ambos estaremos ligados inevitablemente en esta naciente travesía de letras, y mis estorbos forman parte necesaria de ella al igual que mi protagonismo en la eventual historia. ¿Se te ofrece alguna otra cosita?
Esa respuesta me dejó cavilando un rato… su veracidad era incuestionable. Aún así, realicé un último esfuerzo para escribir mi cuento de manera tradicional disponiéndome, tibiamente debo reconocer, a abortar mi incipiente obra de considerarlo necesario.
– Vuelves a engañarte, no abortarás nada.- retrucó incisivo Smith – Bien sabes que en este momento formo parte excluyente de tu necesidad expresiva y no es sino ella quien te impide abandonar.
– ¡Idiota!- Retruqué – ¡Ya verás! En este mismo instante cuelgo todo…
– Admítelo,- sentenció al rato- eres esclavo del tibio éxtasis provocado por el movimiento de tus dedos en el teclado, mas no te preocupes, solo intercederé cuando considere que los acontecimientos se tergiversen o mancillen mi elevada naturaleza…
– Maldito bastardo. A ver, como podría empezar de una vez…
“John Smith nació en San Telmo, Buenos Aires, en enero del 2002 en pleno caos inflacionario, mas bien, en pleno caos en general.”
– Discúlpame un segundo, -interrumpió Smith- pero desde el vamos atisbo una importante falta de originalidad y cierta contradicción: para ser trivial te hubieras sincerado con un tierno “Había una vez”, tal vez te brotaba un excelente cuento de niños. Además, un bebé con nombre y apellidos ingleses en pleno centro porteño de principios siglo XXI es en extremo improbable, salvo mis progenitores sean inmigrantes británicos en busca de mejores horizontes en los sures argentinos, quimérica posibilidad en la citada conjunción espaciotemporal. ¿Nunca comenzarás tus cuentos partiendo de algún planeta imaginario por ejemplo? Algo distinto, innovador…
“Ezequiel Smith, nació en Tlön, y su existencia fue tan solo una idea, un incorpóreo devenir de sucesos apenas sustantivados mediante conjunciones de adverbios y adjetivos.” –
Influencia Borgiana explícita. – Smith desenmascarándome implacable cercena mi inspiración, innegablemente afectada por el egregio escritor, cierto – Ni siquiera un mundo propio podes imaginar. Supongo que para ello deberías tomarte el trabajo de explicar el nuevo universo, con sus leyes estrambóticas y características extravagantes, lo cual implica demasiado esfuerzo. Calamitosa actitud hacia tus lectores de existir ellos algún día.
– ¡Claro que existirán! Es más, en este mismísimo momento se encuentran atrapados en la incógnita del devenir argumental, no obstante desconocerlo su propio autor aún.
– Mmmmm, noto un optimismo desbordante en tu respuesta, la vigorización del plural indica grandes expectativas de que sea mas de uno quien lea estas líneas. Además me resultó interesante el revoltijo pluri temporal en un mismo párrafo; esta licuación cronológica me cautivó y creo merece cierto margen de libertad narrativa…
– Gracias. Me dispongo a continuar entonces.
– Hazlo antes que me arrepienta…
“Cuando Peter Smith tomó noción de sí, sus manos temblaban ensangrentadas. El cuerpo de su víctima yacía a su lado, con el rostro desfigurado. Se levantó, restregó las manos contra su pantalón y tomó el pesado organismo inerte colocándolo en una esquina. La bruma nocturna se arrastraba por los recovecos del callejón, insistente, abrasadora. Debía aprovecharla para ocultarse, tapar aquel despojo y huir antes de la llegada de los patrulleros. Tomó unos cartones, arrinconó la masa tumefacta y la cubrió. Al enfilar hacia la salida con intención escapista, unas voces colindantes, demasiado cercanas, abruptas lo inmovilizarían. Atinó a esconderse y mantenerse inmóvil pero era tarde, ya lo habían visto, ya le apuntaban son sus metrallas… ” ¿Quien es usted?” Gritó uno de los individuos. Smith desafiante los miró y respondió con calma inaudita:”
– ¡Alto! Tan solo un pequeño margen de acción y ya te desbocas con tu prosa frenética. De buenas a primeras me he convertido en un monstruo. .. No estoy de acuerdo.
– Así parece, pero no saques conclusiones apresuradas. Veremos que sucede.
– Quiero mas detalles. A priori me niego a encarnar una bestia psicópata.
– No te los daré, ¿Cómo voy a cometer tal aberración? Además, ni yo mismo lo sé. Déjame continuar con la historia y te enterarás. Todo puede suceder aún, de eso se trata la libertad pura, inigualable del escritor: de no tener la pálida idea de cual será la próxima palabra a estampar en el relato.
– Así que, te largas a garabatear a la buena de Dios y la activación de un aleatorio circuito neuronal me parió un mal nacido.
– Pues…digamos que ese fue tu destino… Si me permites …
– No lo haré si tu pretensión es mantener la anterior injuria. No te dejaré en paz, te interrumpiré en cada punto. La historia se volverá entrecortada hasta la ilegibilidad.
– Maldito censurador…
– Solo defiendo mis derechos…
– ¿Y se puede saber por qué no efectúas tus interrupciones en una coma, o cercenando una palabra?
– …Lo intenté pero no pude. Evidentemente existe –y bien que lo sabrás- alguna ley física o esotérica en el acotado universo de estas páginas que me impide tal accionar…pero coincidirás que un relato sin puntos sería una aberración literaria.
– Coincido…por ahora.
“El niño acompañaba entusiasmado a su padre a la veterinaria. Ese día tendría su primera mascota, su primer gran amigo fiel, inseparable, quien marcaría a fuego sus recuerdos primeros. El veterinario abrió la puerta sonriendo, portando un bollo blanco y pilífero, salpicado en una oblonga lengüeta roja de leves movimientos pendulares. Al ver el pequeño monigote el niño, exaltado, pegó un grito de alegría y tomó a su nuevo amigo de los sobacos delanteros colocándole luego su cara cerca de la nariz en gesto de mutuo reconocimiento olfativo. ¿Y, qué me contas? – Consulto el padre- ¿Estas contento con tu nuevo amigo?- Claro pá, sos un genio! – Pues bien, deberás ponerle un nombre entonces…pensá uno lindo, va a ser para toda la vida-. Luego de unos instantes el niño, con gesto adusto exclamó: Se va a llamar Smith…- ¿Qué? ¿Y de donde sacaste ese nombre tan…extraño? De una peli…me gusta como suena.”
– Bastardo. Aún piensas que me puedes tomar por estúpido. Otra historia a abortar ya. ¡Como se te ocurre la alevosía de enlatarme en un perro! ¡Mi esencia es la de un ser humano! Puedo pensar, sentir. Soy contradictorio y corruptible; creo y descreo de Dios según mi necesidad o angustia; todo aquello contrario a mis intereses es objetivamente injusto o aberrante. ¿Necesitas más pruebas o continúo?
– No me convenciste aún, necesito más…
– Soy virtualmente bondadoso, altruista, amoroso, creativo, innovador, sanamente ambicioso, místico, buscador de la verdad….
– Detente allí, ya es suficiente. Reconozco que fue un exabrupto de bronca o reacción desesperada a tu coerción. Ponte unos instantes en mi posición, ni siquiera en mi único ámbito de libertad absoluta soy absolutamente libre. No es fácil…
– ¿Qué me ponga en tu posición? Yo solo puedo defender el esmirriado espacio de existencia que tú me diste. Soy un ser limitadísimo creado por un ser limitado, creado a su vez -supuestamente y siendo optimistas- por un ser infinito. ¿Puede existir desgracia mayor?
– Bueno, para lamentos estoy hasta la manija con los de la vida real como para adosarme también los tuyos. A ver que te parece lo siguiente… y me estoy alterando…
“Bueno, que nos deparará el diario hoy…”- pensó Carlos Smith aquel sábado insulso, igual que todos sus sábados, luego de beber su habitual desayuno en soledad. Encendió su computador, se conectó a Internet e ingresó en la primera opción de sus “favoritos”. El primer título era rimbombante… “Único ganador de quini se lleva siete millones” – “Epa! ¡Siete Palos!… -Siempre algún estúpido gana esa fortuna… seguramente posee algún arreglo o acomodo con la Lotería, ya se sabe, todo está arreglado…”- Sin embargo, él jugaba al Quini aún sospechando su fraude. Había jugado ese día. Tomó su boleta, su lapicera, controló los números y él, justamente, casualmente era el estúpido ganador.”
– ¡Al fin! Veo que nos vamos entendiendo…
– No nos entendemos. Pisaste el palito ingenuamente. Acabo de corroborar mi tesis: siempre, no importa cuan adversa o feliz sea la circunstancia me interrumpirás. Se terminó…
– No, por favor, tan solo una última oportunidad pido,….
– ¿Cómo, ahora vos pedís?
– Estee…– La decisión ya está tomada y la influiste perentoriamente…
– ¡¡No!! ¡Sin puntos no se puede escribir! ¡Es absolutamente anti literario! ¡No volveré a interrumpir, lo juro! ¡Merezco un destino mejor al que tienes en mente!
– La teoría del merecimiento es tan relativa….
“Ignacio Smith era un gris empleado bancario, de los tantos en la Argentina de los comienzos de milenio Obeso, calvo y de andar cansino, cada día se le repetía, en idéntico devenir y ritmo monocorde a pesar de sus súbitas ideas o furores fugaces de cambios de vida, usualmente marchitados en anodinos intentos estancos Demasiado viejo para cambiar por una actividad mas placentera – además antes debería definir esa actividad, elucubrándola en alguna mínima rumia interna, alternativa demasiado trabajosa y sin garantías de resultados positivos- Demasiado riesgoso cambiar un trabajo de tanta antigüedad “¿Cómo voy a regalar una indemnización de veinte años?” Si al menos tuviese el consuelo de una mujer, pero las dos que pasaron por entre sus piernas se cansaron al poco tiempo Ninguna soporta a un abúlico, tal vez si a un infiel, inclusive a algún gritón, egoísta, hasta ciertos violentos, pero no un insulso pelma, incapaz de concebir una idea, un atisbo de creatividad o de entusiasmo por algo Si a esta inercia genética le sumamos su impotencia creciente, complementada por su esterilidad crónica, ambas intratadas por desidia, entenderemos un poco más lo grisáceo de sus días ¿Sus amigos? Casados en el extranjero ¿Sus parientes? Insoportables ¿Libros? Nunca fueron de su afición ¿Su psiquiatra? lo declaró irrecuperable Si al menos tuviera el cable a tierra de las prostitutas, pero no, demasiado gasto en tratamientos para la impotencia Un solo hobbie, uno solo, el bálsamo de su existir Ver Gran Hermano participando activamente en sus concursos, en cada promoción vía Internet, suspirando por ellas, embroncándose con ellos, odiando a los malos y envidiando a los buenos y lindos No obstante, esa pantomima de felicidad lo complacía cada vez menos, todo recaía tarde o temprano en el mismo sinsentido perenne Intentó con drogas pero su plétora de satisfacción fue también efímera e ilusoria Intentó con Dios pero solo encontró la indiferencia de quienes ruegan sin fe, por desesperación Así pasó sus años derrapando tristemente su existencia hasta el día del clic, el día que se dijo ahora es el momento, hoy voy a cambiar, hoy voy a tomar el toro por las astas Ya encontré la solución definitiva a mi angustia irreversible, voy a demostrarme mi valentía Fue hacia el living, tomó el revolver y lo apoyó en su sien Su dedo índice temblaba, respiró profundamente y gatilló Luego del estallido se vio inmerso en una tenue paz, una indeleble quietud y una luz blanca y tibia que lo invadía despacio, lo succionaba, lo incorporaba en una totalidad desconocida Cuando el paroxismo luminoso llegó a su apoteosis comenzaron los sonidos, eran voces, mas bien una sola voz, gruesa, cavernosa, omnipresente que sugería concluyente
– Señor Smith, le agradecería fuese tan gentil de no entrometerse en la historia que me dispongo a narrar.