Era una noche de luna nueva en la que solo tintineaban las estrellas iluminando el negro firmamento. La luna cuando se esconde, es el momento en el que se entrega a las dulces manos de su amor eterno, el sol.
Condenados a verse unos leves segundos cuando la reina de la noche sea tocada por los ardientes dedos de su luminoso amante.
Aquella noche no podía entregarme a los brazos de mi amante nocturno, Morfeo, señor y dueño de mis sueños, despegue mi cuerpo de las sabanas negras de mi frío lecho y pasee por las oscuras calles de mi ciudad.
Es maravilloso ver una ciudad dormida. Cuando está despierta el bullicio de miles de almas atrapadas en un ir y venir con un rumbo impuesto. Cuando duerme, si agudizas el oído, puedes percibir los sonidos de aquellos que por la mañana andan sumergidos en su ajetreo, puedes escuchar sus verdaderos anhelos, sus almas perdidas incrustadas en el paseo de eternos edificios de fría piedra, cemento y ladrillo que los encarcelan.
Recorriendo las calles de mi ciudad dormida, mis pasos me llevaron al lugar donde duerme de día y despierta de noche.
Andando por sus caminos pude ver como, no contentos con encerrarnos en vida, en muerte nos metemos en nichos encarcelando muestras almas.
No era la primera vez que paseaba por la noche por aquel cementerio, encerrando la muerte del cuerpo y la vida del alma.
Siempre suelo pararme a observar la misma tumba, ser del cual desconozco absolutamente todo, pero su mausoleo responde a una tristeza y dulzura sin igual.
La imagen de un angel abrazado a la sepultura, con las alas caídas sobre el féretro y su mejilla contra la fría muerte. Llorando sus ojos, pero con una sonrisa esbozada en sus labios, triste por no tener físicamente al ser entre sus brazos, pero feliz por saberlo libre y en paz.
Volví la mirada y ante el estaba el espectro de aquella sepultura. Miles de veces habían parado mis pasos ante él, pero jamás había salido a verme. Cuando lo vi. a mi lado, no pude mas que sonreírle y darle las gracias por permitirme disfrutar aquella imagen tan bella. Empezó a llorar. Me entraron ganas de abrazarle para consolarle, pero al ser un no muerto, no me atreví a mover un ápice de mi ser, por miedo a volverle irascible.
Cuando acabó de derramar aquellas pequeñas gotas del alma me explicó cual era su tristeza.
– Aún viendo esa belleza en mi tumba, pequeña niña, mi vida estuvo repleta de maldades. Nunca supe amar, ni a mi familia, ni a mis hijos, ni siquiera fui capaz de amarme a mi mismo. No merezco que un angel derrame sus lágrimas sobre el lecho de un hombre egoísta, centrado en conseguir más y más, solo para sentir superioridad ante aquellos que yo creía inferiores a mí.
– ¿Por qué elegisteis aquel camino, si como veo, iba en contra de vuestra voluntad?
– Muy sencillo, todo aquello empezó por quererle dar una mejor vida a mi familia.
– Entonces, no son malos principios…
– No, el problema fue, que para darles una vida mejor, los desatendí. No supe amarlos, los colmaba de bienes materiales cuando lo que realmente necesitaban era mi amor. A medida que incrementaba mis bienes materiales, el mundo empezaba a respetarme. Falso respeto.
– Es gracioso ver la escala de valores en las que el mundo de hoy en día nos somete, cuando se premia más los bienes tangibles, que los intangibles – le dije, soltó una inmensa carcajada y me miró.
– Sí, por eso entenderás porqué me siento tan triste ahora que tengo tiempo infinito para pasear por los senderos de mi vida. Además, ¿sabes porque hoy he decidido salir a hablar contigo?
– No, porqué
– Porque eres la única persona que andas por estos caminos y siempre vienes a verme, con admiración. Quería agradecerte que me visites puesto que ni mi familia me visita, y que veas que tipo de persona oculta esta belleza, para que tengas la decisión de admirarme o no, cuando sabes la verdad. ¿Me permites una pregunta?
– Desde luego – conteste intrigada
– ¿Por qué siempre te paras y bebes con tus ojos la imagen de mi muerte?
– Sencillo, siempre he pensado que aquel por el que un angel llora, y ríe ha de ser un gran hombre.
– Y ahora que conoces la historia, dejaras de visitarme ¿no?
– Desde luego que no, vendré a llorar contigo, porque, aun en la vida eterna, es digno de admiración saber que reconoces que erraste en tu manera de vivir, no es simple reconocer los propios fallos a uno mismo, por tanto, merecéis mi admiración.
Él, me miro a los ojos y una única lágrima descendió por su fría mejilla hasta estamparse contra el suelo de piedra mas frío aun. Sin más, desapareció no sin antes hacerme una reverencia. Antes de apartarme de su lecho eterno, toqué con la mayor dulzura que pude con mis dedos las alas de aquel angel melancólico.
Seguí andando en la oscuridad, no solo oyendo mis pasos, si no los pasos de otro ser vivo detrás de mí en los adoquines de aquellos caminos.
Cuando llegué al final de una senda, ante mi se levantaban dos tremendos mausoleos, uno repleto de flores frescas, cerrados con barrotes dorados. Al acercarme a éste vi la riqueza que existía en su interior, repleto de bienes imposibles de ser utilizados en la otra vida. Y ante mi, dos ojos furiosos, llenos de ira y desafiantes que me increpaban.
– ¿Por qué perturbas mi descanso?
– Mi intención no era perturbaros señora, sentía interés por saber si utilizáis tantos instrumentos en vuestra nueva vida.
– Los utilice o no, son míos, por lo tanto hay de ti si pretendes hacerte con algo que solo me pertenece a mi.
– Para nada pretendo apropiarme de algo que es de vos
– Pues bien, desaparece y no vuelvas, o serás objeto de mi ira.
Sin más, aparte mis pies del hogar de un ser que tanto en vida como en muerte era puro egoísmo. Mi curiosidad me hizo mirar en el apartamento contiguo. A diferencia del primero, ni flores, ni utensilios, ni bellezas externas. Encontré el alma taciturna, sentado en su propia tumba mirándose las manos. Levanto la cabeza y al mirarme supe que era lo que alimentaba su tristeza.
– le di todo lo que mis pobres manos podían conseguir, le regalo mis flores en muerte y aun así no esta contenta. La ame y la amé con toda mi alma, pero soy insuficiente para ella.
– No llore caballero, un ser tan egoísta jamás se contentara con nada, ni aun ofreciéndole la felicidad en bandeja de plata como vos ha hecho.
Seguirá llorando en la eternidad por amar y saber que no es amado. Paradojas de la vida, y de la muerte. Pero cada cual elige su camino y aunque se falle en la elección, es la que cada cual ha escogido…
Pero ¿y cuando tu vida se ve truncada cuando ni siquiera has podido elegir un camino?
Una niña pequeña correteaba a mi alrededor mientras continuaba por los senderos lindados de cipreses a ambos lados. Reía, jugaba y me hacia burla, no pude mas que sonreírla y seguir su juego.
Nuestros pasos conjuntos nos llevaron ante su lapida, una niña de tan solo seis añitos era la que jugueteaba a perseguir mi negra capa bailando con el viento. Me cogió con su fría manita y me llevo hacia ella la cual la adornaba una única paloma blanca de mármol helado.
– ella vino a recogerme cuando las aguas de la mar me abrazaron hasta al fondo, me cogió con sus patitas y saco mi alma del negro fondo.
– ¿Y te gustó que viniera a por ti?
– Las almas puras las acoge con dulzura esta paloma para llevarlas al paraíso eterno.
Después de estas palabras escuchadas por la boca de una niña tan pequeña, volvió a danzar, jugar y cantar alrededor de todo el camino, sonriendo a todas las almas tristes que pasaban a nuestro lado.
Lo vi sentado en un banco delante del sepulcro conjunto de un hombre y una mujer abrazados en sus estatuas. Sentado con la mirada fija en la imagen de aquel amor eterno.
Me quedé un rato mirándolo mientras estaba sumergido en sus propios pensamientos.
Volvió sus dulces ojos grises hacia mi y me preguntó si alguna vez ellos dos me habían echo participe de su historia, negué con la cabeza.
– Desde el mismo momento en el que sus miradas se cruzaron – empezó a relatarme – supieron que compartirían juntos el camino de la vida. Una vida truncada prematuramente
Se conocieron en un paseo por un aciago cementerio como este, ella andaba por sus caminos perdidos de su alma humana, él se encontraba sumido en la melancolía sabiéndose perdido dentro de un mundo al cual no pertenecía.
Ella en su desesperación, andaba pidiendo a cada alma de ese cementerio unas respuestas imposibles de encontrar lejos de su propio corazón. Cruzó su mirada triste con este otro ser más triste aun. Se sentaron en silencio, uno al lado del otro, en un banco similar a este en el que nos encontramos ahora. Ella andaba triste por creerse imposible de ser amada, por verse obligada a vivir una vida en soledad. Una soledad alimentada por ella día a día, sin descanso.
Él ya se encontraba muerto por verse obligado a vivir una vida que no era la suya. Eterno actor dentro de una obra que detestaba, sabiéndose más muerto que vivo.
Al romper ella en llanto, él la abrazó tiernamente dejando correr las lagrimas a través de su pecho hasta atraparlas, al igual que él dejo derramar las suyas, para juntarlas a ambas en sus corazones. Entonces supo que la amaba, y ella se supo amada.
Después de este encuentro, empezaron el camino de sus vidas juntos, se amaban con un amor solo descritos en novelas del romanticismo mas extremo. Él daba su vida por ella, y ésta a su vez luchaba con sangre contra todo aquello que quisiera separarlos.
¿Qué será vivir un amor así? (suspiro el joven de negro)
Pues bien, andando juntos, siendo felices, sabiendo que habían recibido el mayor regalo que se puede entregar, amar y ser amado, un día, él tuvo que desplazarse, a modo de despedida en aquella corta separación, le dejó un único beso en la mejilla y una única rosa negra acostada a su lado en la almohada. Ella al despertar y ver la flor, sonrió y dejó escapar una lagrima de felicidad.
A la noche, cuando el debía haber regresado a casa, recibió la noticia que el tren en el que iba su esposo, había descarrilado y él había sido la única victima del incidente.
Se deshizo en pena, la enjuta muerte le había arrebatado lo que más amaba. No pudo reponerse del golpe, de haber perdido la mitad de su alma. La negra dama vino esta vez a por ella. La tristeza la mató.
Fueron enterrados juntos, con las manos y los cuerpos unidos como en vida, jamás se separaran.
¿Los ves allí? – me señaló un banco debajo del único sauce llorón de todo el cementerio, donde dos almas se amaban con los ojos-.
Entonces agachó la cabeza y rompió en llanto. Le abracé y lloré con él. Dejando que nuestras lágrimas alimentaran nuestros corazones vacíos.
Cada día que despierto, una lagrima reposa en mi almohada, por saberme incapaz de vivir un amor tal como aquel que conocí aquella noche, cada noche vuelvo a andar esos caminos de adoquines muertos, aun sigue la niña correteando por entre sus muros, la narcisista sigue pidiendo más, y su compañero aun se deshace en gestos por ella. Aun sigue el melancólico arrepintiéndose de sus malas acciones, y los amantes bebiéndose el amor.
Aun siendo seres anónimos, nuestras acciones tienen eco en nuestra eternidad