Icono del sitio V Certamen de Narrativa

39- En busca del Quijote tras el estrecho gibraltareño. Por SOADELF

¡Aquello que divisé  junto al estrecho gibraltareño no eran  molinos de viento!; eran  cayucos que ondeaban  entre olas animosas en busca de tierras a las que coronar y llenar con la felicidad de miles de almas que allí se tornaban  escabrosas.

El futuro que deparaban sus pasados  no era más que la pesadumbre del hambre y de tan terco  presente.

Ha min formaba parte de aquel cayuco, en el cual: su madre,  padre,  tíos, abuelos, amigos y entre trescientos surcaban las aguas  como corsarios en busca de un futuro, un sueño…

Ha min contaba nada más que con tres años y ya era el pajarero 299, su futuro en áfrica era muy incierto; vivía junto a su familia en un suelo desértico. La sed y la hambruna le dejaron con aquellos ojos que son parte de un hundimiento, sus costillas  se asomaban por su pecho al destierro de los quebrantahuesos que ondeaban en el cielo tras sus presas más débiles. Sus labios resecos agrietaban la melancolía de una tierra que en gran parte alegraba su perdida.

«El desierto alberga la desesperanza de una hambruna y una pena».

En el cayuco sobraba agua salada, y faltaban velas que ondear con su  timón y timonero; tras llegar la noche el único alimento que podían percibir sus labios eran  los cien cachos de pan sumergidos en agua marina, y mazorcas de maíz las cuales roían como castores en sus presas. La luna en ocasiones llena aumentaba los pesares de las miradas de aquellas gentes prisioneras de la distancia entre la libertad, y la humillación de un  país que dejaron tras un cayuco con su  prisionera muerte.

Pasaron días, noches…y el cayuco perdía carga con la muerte de aquellos que se dejaron la vida con el sueño de la libertad, la justicia y los valores  humanos  que creían encontrar en aquello que no conocían. Ha min perdió en el camino a su padre,  tíos…

«No es fácil ser un niño cuando las barreras entre lo real y lo divino albergan un estrecho».

Los cuerpos ya sin vida fueron omitidos a la mar, ya que el espacio interlineal en el cayuco con  la vida que continuaba era esencial  para la supervivencia; tras tristes pesares, muerte, olvido y ausencias llego la luz del día y cierta ráfaga de vida  a través de una lancha motora circundada por médicos de cruz roja, los cuales habían recibido una llamada de S.O.S  por un barco pesquero que había avistado  sus presencias. Aquellos médicos cuidaron con esmero y valentía a aquellos inmigrantes que valerosos sobrevivieron  a un cuento con un final trágico; aunque vertidos con el calor humano de un país que no era el suyo.  Ha min sufría: deshidratación, hipotermia, desnutrición y tras llegar a tierra firme fue atendido por los servicios de emergencia de cruz roja, los cuales atónitos no entendían porque arriesgaban  la vida de un niño en un estrecho mortal; pero tras mirar  los ojos a los supervivientes y en especial a Ha min entendieron  que «la necesidad no es cobardía cuando se pierde en la mar».

Ha min hoy en día es un joven integrado en la sociedad española, en la cual participa a través de la culturización de su país en un entorno sin perfección  como es la inmigración.

Su  lema hoy nos dice: «ENCONTRE EN LAS TIERRAS MANCHEGAS UN QUIJOTE LUCHADOR; EL CUAL  BATALLABA  CONTRA MOLINOS DE VIENTO QUE NO SON MAS QUE: EL MIEDO A LO DESCONOCIDO Y A UNA VIDA QUE  NUNCA TERMINA DE  GENERAR  CAMINOS NUEVOS».

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